La princesa imperial Calypso Aziel Zandell Leroy toma el trono después de la muerte de su padre, aún ella siendo la segunda en la línea de sucesión dado que su hermana la primera princesa imperial Cataleya no quiso regresar al imperio después del accidente...
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Capítulo 13 La Declaración De Guerra
La respuesta del emperador Malakai no se hizo esperar. Un mensajero llegó al palacio de Zandell, trayendo consigo una carta sellada con el escudo de armas del Imperio Snow.
Calypso la abrió, su corazón latiendo con ansiedad. La carta era breve y directa:
"A la Emperatriz Calypso de Zandell,
Su rechazo a mi propuesta de matrimonio es una afrenta imperdonable. Declaro la guerra al Imperio de Zandell.
No habrá cuartel ni misericordia.
Firmado,
El Emperador Malakai de Snow"
Calypso se sintió un escalofrío recorrer su espalda. La guerra era inevitable.
—Tío, es hora de prepararnos —dijo, llamando al ministro de guerra.
El ministro de guerra llegó rápidamente, su rostro serio.
—¿Qué dice la carta? —preguntó.
—Es una declaración de guerra —respondió Calypso.
El ministro de guerra asintió.
—Estamos listos. Nuestro ejército está preparado para defender nuestro Imperio.
Calypso asintió, sabiendo que tenía una gran responsabilidad ante sí.
—Debo proteger a Arslan —dijo, pensando en su hermano de 6 años.
El ministro de guerra asintió.
—Ya he dado órdenes para que lo lleven a un lugar seguro. Estará protegido.
Calypso se sintió aliviada.
—Gracias, tío. Ahora, debemos prepararnos para la batalla.
El ministro de guerra asintió.
Calypso se puso de pie, su mirada firme y decidida. Estaba lista para enfrentar la guerra y proteger a su pueblo.
Calypso se dirigió hacia los aposentos de su hermano Arslan, su corazón pesado por la despedida que se avecinaba. Al llegar, encontró al pequeño de 6 años jugando con sus soldaditos de madera, completamente ajeno a la guerra que se aproximaba.
—Arslan —dijo Calypso, acercándose a él.
El pequeño levantó la vista y sonrió al ver a su hermana.
—Calypso —dijo, corriendo hacia ella y abrazándola.
Calypso se agachó y lo estrechó fuerte, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con brotar.
—Tengo que irme, Arslan —dijo, intentando sonar lo más calmada posible.
Arslan la miró con ojos curiosos.
—¿Dónde vas?
—Tengo que ir a proteger nuestro Imperio—respondió Calypso—. Pero estarás a salvo aquí, con los guardias y los sirvientes.
Arslan asintió, aunque su rostro reflejaba preocupación.
—¿Volverás?
Calypso sonrió y acarició su cabello.
—Claro que sí, hermanito. Volveré pronto.
Arslan sonrió y la abrazó de nuevo.
—Cuídate, Calypso —dijo.
Calypso se puso de pie y se despidió de su hermano, sabiendo que la despedida podría ser larga y peligrosa. Pero estaba decidida a proteger a su familia y su Imperio, no importaba el costo.
Al salir de los aposentos de Arslan, Calypso se dirigió hacia la habitación de su tío abuelo, un hombre sabio y experimentado que siempre había sido un consejero valioso para ella. Al llegar, lo encontró sentado en su sillón favorito, con una expresión seria en su rostro.
—Tío abuelo —dijo Calypso, acercándose a él.
El tío abuelo la miró con ojos llenos de amor y preocupación.
—Calypso, mi niña —dijo—. ¿Estás segura de que esto es necesario?
Calypso asintió.
—Sí, tío abuelo. Debo proteger nuestro Imperio y a nuestra gente.
El tío abuelo asintió, sabiendo que Calypso había tomado una decisión.
—Cuida de ti misma, Calypso —dijo—. Y no te olvides de tu hermano Arslan.
Calypso se agachó y abrazó a su tío abuelo.
—Por favor, tío abuelo, cuida de Arslan por mí —dijo—. Asegúrate de que esté a salvo.
El tío abuelo asintió.
—Lo haré, Calypso. No te preocupes por Arslan. Estará seguro conmigo.
Calypso se despidió de su tío abuelo y se dirigió hacia la puerta, donde su tío y Obeth la esperaban.
—Vamos —dijo su tío—. Los duques nos esperan en la frontera.
Calypso asintió y se unió a su tío y Obeth en el viaje hacia la frontera. Durante el camino, pensó en la batalla que se avecinaba y en la responsabilidad que había asumido. Pero estaba decidida a proteger su Imperio y a su gente, no importaba el costo.
Al llegar a la frontera, Calypso vio a los duques reunidos en torno a una gran mesa, estudiando mapas y estrategias.
—Bienvenida, Emperatriz Calypso —dijo el duque de Ryker, un hombre alto y fuerte—. Estamos listos para la batalla.
Calypso asintió.
—Estoy lista —dijo—. ¿Cuál es nuestra estrategia?
El duque de Ryker sonrió.
—Tenemos un plan —dijo—. Y contamos contigo para llevarlo a cabo.
Calypso se sumergió en el estudio de las estrategias para la batalla, analizando cada detalle y considerando todas las opciones. Los duques y su tío la rodeaban, discutiendo y debatiendo las diferentes tácticas.
—Nuestro objetivo es debilitar al ejército de Snow antes de que puedan llegar a nuestra capital —dijo el duque de Ryker—. Necesitamos encontrar el momento perfecto para atacar.
—¿Cuál es la situación actual del ejército de Snow? —preguntó Calypso.
—Están acampados en el valle de Eldrid —respondió el duque de Thorn—. Tienen una gran cantidad de soldados, pero no están bien preparados para una batalla en terreno difícil.
Calypso asintió, pensando en las opciones.
—Podríamos atacarlos durante la noche —sugirió Obeth—. Cuando estén menos preparados.
—Pero eso también nos pondría en desventaja —dijo el duque de Ryker—. No conocemos bien el terreno y podríamos perder la ventaja.
Calypso estudió el mapa, buscando una solución.
—¿Qué hay del río que atraviesa el valle? —preguntó.
—El río Eterno —dijo el duque de Thorn—. Es un obstáculo importante para cualquier ejército que intente cruzar el valle.
Calypso sonrió.
—Eso es exactamente lo que necesitamos —dijo—. Podemos atacarlos cuando estén cruzando el río. Estarán divididos y vulnerables.
Los duques y su tío la miraron, impresionados por su estrategia.
—Es un plan excelente —dijo el duque de Ryker—. ¿Cuándo debemos atacar?
Calypso estudió el mapa de nuevo.
—Mañana al amanecer —dijo—. Cuando estén en medio del cruce del río.
Los duques y su tío asintieron, listos para llevar a cabo el plan.
—Mañana —dijo el duque de Thorn—, comenzaremos la batalla que decidirá el destino de nuestro Imperio.
Calypso se retiró a su tienda, cansada pero con la mente aún activa. Se acostó en su catre y cerró los ojos, intentando descansar un poco antes de la batalla que se avecinaba.
Pero su mente no podía dejar de pensar en el emperador Malakai y su decisión de declarar la guerra solo por un rechazo. ¿Cómo podía un líder poner en peligro a su propio pueblo de esa manera? ¿No tenía conciencia de las consecuencias de sus acciones?
Calypso recordó las palabras de su padre, el anterior emperador de Zandell. "Un líder debe siempre pensar en el bienestar de su pueblo, no en sus propios deseos". El emperador Malakai había olvidado ese principio básico.
También pensó en su hermano Arslan, que estaba a salvo en el palacio, gracias a Dios. Y en su tío abuelo, que siempre había sido un consejero sabio. Esperaba que estuvieran bien y que la batalla no los afectara.
Calypso suspiró y se giró en su catre, intentando encontrar una posición cómoda. Sabía que debía descansar, pero su mente estaba llena de pensamientos y preocupaciones.
De repente, escuchó un ruido suave fuera de su tienda. Se sentó y llamó:
—¿Quién está ahí?
—Soy Obeth —respondió una voz suave—. ¿Puedo entrar?
Calypso asintió.
—Sí, entra.
Obeth entró en la tienda y se sentó junto a Calypso.
—¿No puedes dormir? —preguntó.
Calypso negó con la cabeza.
—No puedo dejar de pensar en la batalla de mañana —dijo—. Y en el emperador Malakai.
Obeth asintió.
—Es un hombre peligroso —dijo—. Pero no te preocupes, Calypso. Estamos preparados para enfrentarlo.
Calypso sonrió, agradecida por la compañía de Obeth.
—Gracias, Obeth —dijo—. Me siento mejor contigo aquí.
—Estoy aquí para ti, Calypso —dijo—. Siempre.
Calypso sonrió internamente al pensar en la suerte que tenía de tener a su tío abuelo, su tío y Obeth siempre apoyándola. Especialmente Obeth, que había sido la mano derecha de su padre y había visto crecer a ella y a su hermana Cataleya.
Recuerdos de su infancia flotaron en su mente, recordando cómo Obeth siempre estaba allí para ella, ofreciéndole consejos y apoyo. Su padre solía decir que Obeth era como un tío adoptivo para ellas, y Calypso siempre se había sentido cómoda con él.
La personalidad seria de Calypso había hecho que Obeth se sintiera particularmente cercano a ella. Siempre había entendido su necesidad de responsabilidad y seriedad, y la había apoyado en todos sus esfuerzos.
Calypso recordó cómo Obeth solía llevarla a cabalgar por los campos del palacio, enseñándole a montar y a cuidar de los caballos. Y cómo siempre estaba allí para escucharla cuando necesitaba hablar.
La relación entre Calypso y Obeth era especial, y ella se sentía afortunada de tenerlo a su lado en momentos como este. Sabía que podía confiar en él con su vida, y que siempre estaría allí para protegerla.
—Obeth —dijo Calypso, rompiendo el silencio—. Gracias por estar siempre aquí para mí.
Obeth sonrió y le puso una mano en el hombro.
—Siempre estaré aquí para ti, Calypso —dijo—. Eres como una hija para mí.
Calypso se sintió conmovida por las palabras de Obeth y se inclinó hacia él, abrazándolo.
—Te quiero, Obeth —dijo.
Obeth la abrazó también, sintiendo un calor en su corazón.
—Yo también te quiero, Calypso —dijo—. Ahora, descansa. Mañana será un día largo.
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