Hace años, Ilán le mintió a su exmarido, Damon, diciéndole que el bebé que había dado a luz había muerto. Lo hizo por la profunda decepción que sentía hacia él, quien lo había abandonado en el momento más vulnerable, cuando estaba a punto de dar a luz.
Ahora, Ilán se ve obligado a enfrentarse nuevamente a Damon, ya que su hijo/a necesita desesperadamente un donante de médula ósea.
¿Cómo reaccionará Damon al descubrir que su hijo/a sigue vivo y está gravemente enfermo debido a la enfermedad que padece?
—Cásate conmigo otra vez, Ilán —dijo Damon, su voz impregnada de autoridad, mientras las feromonas alfa llenaban la habitación, abrumando a Ilán con una mezcla de tensión y deseo reprimido.
—Acepto... —respondió Ilán, conteniendo la respuesta instintiva de su cuerpo al poder que emanaba Damon—, pero después de que quede embarazado y dé a luz, nos separaremos.
El aire cargado de feromonas hizo que la atmósfera se volviera insoportable, incrementando la tensión entre ambos...
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22
Después de acompañar a su hijo Gio a jugar, Damon llevó a Ilán y al niño de regreso a su hogar. Tras asegurarse de que ambos estaban bien, Damon volvió a subir a su auto y condujo hacia un lujoso apartamento, ubicado no muy lejos de su oficina. Sabía que su próximo destino sería complicado, ya que estaba en camino al apartamento de su amante, Juan, con la intención de terminar la relación que había dejado pendiente.
—Por fin has llegado—, dijo Juan con la voz cargada de resentimiento, al ver a Damon cruzar la puerta.
Juan llevaba horas lidiando con la rabia, sabiendo que Damon lo había ignorado todo el día en la oficina. Había recorrido una larga distancia solo para visitar a su amante, quien lo había dejado esperando sin explicación alguna. Además, Juan había descubierto recientemente que Damon se había casado de nuevo con su ex, lo que sólo intensificaba su enojo y la traición que sentía. Las feromonas de Juan, un omega de carácter fuerte, comenzaban a mezclarse en el aire, liberando un aroma agrio que transmitía su furia contenida.
—Entra—, dijo Juan de nuevo, caminando hacia la sala con pasos decididos, aunque el ambiente se cargaba de tensión.
Damon lo siguió después de soltar un largo suspiro. Sabía que lo que estaba a punto de decir tomaría tiempo y energía, especialmente porque Juan no aceptaba fácilmente las decisiones ajenas. El alfa podía sentir la presión en el ambiente, sus propias feromonas comenzaban a mezclarse con las de Juan, aumentando la tensión entre ambos.
—¿Quieres beber algo?—, preguntó Juan, su voz más suave pero con un poco de sarcasmo. Su mirada estaba fija en Damon, aunque el alfa permanecía en silencio.
—No, gracias—, respondió Damon con firmeza, mirándolo directamente. —He venido aquí para terminar lo que dejamos pendiente más temprano—.
A pesar de su enojo, Juan no pudo evitar que su corazón se acelerara al escuchar la intensidad en la voz de Damon. Las feromonas alfa del hombre inundaban la habitación, creando una tensión casi palpable. Damon siempre había tenido ese efecto sobre él: una mezcla irresistible de poder y atracción que le hacía sentir vulnerable y desesperado.
—¿Terminar? ¿A qué te refieres?—, preguntó Juan, frunciendo el ceño. Aunque lo intuía, no quería creer lo que estaba por escuchar. Su tono era un claro reflejo de la confusión que le invadía.
—Quiero decir que nuestra relación termina aquí—, declaró Damon con frialdad, mirando a Juan a los ojos.
—¿Qué?—, exclamó Juan, completamente sorprendido. No podía procesar lo que estaba ocurriendo.
—Nosotros hemos terminado—, repitió Damon, esta vez con más firmeza.
—¡No!—, gritó Juan, en un arrebato de negación. —¡No puedes terminar esto así como así! ¡No puedes dejarme!—. Su cuerpo temblaba ligeramente, y el aire se llenaba de sus feromonas, un dulce aroma impregnado de dolor y desesperación.
Damon suspiró profundamente, ya sabía que Juan no aceptaría su decisión de manera fácil.
—Escucha, Juan. Desde el principio sabías exactamente lo que había entre nosotros. Nuestra relación siempre fue física, una mera forma de satisfacer nuestras necesidades. Pero ahora estoy casado de nuevo, y no puedo seguir con esto—.
Antes de que Damon pudiera terminar, una bofetada resonó en la habitación. Juan lo había golpeado con tanta fuerza que el alfa se quedó paralizado por un momento. Sabía que Juan estaba furioso, pero no esperaba que llegara a ese punto. Aún así, el aroma de las feromonas de Juan se intensificó, llenando el aire con un rastro de rabia mezclado con un deseo inconfundible.
—¡Maldito hijo de puta!—, gritó Juan, completamente fuera de sí.
Juan había pensado que Damon se disculparía, que se arrepentiría por haberlo dejado de lado sin decir una palabra. Había mantenido la esperanza de que Damon le explicaría la situación y pediría perdón por haberse casado sin siquiera mencionarlo. Pero ahora se daba cuenta de que Damon había venido solo para romper con él.
—¡Dos años, Damon!—, gritó Juan, con lágrimas comenzando a caer por su rostro. —Dos años hemos estado juntos, y ahora me dejas por ese maldito matrimonio—. Sus feromonas omega eran ahora un reflejo de su dolor, llenando la habitación con un aroma tan intenso que hacía casi imposible respirar sin sentir su sufrimiento.
Cualquier persona en su situación se habría sentido devastada. Ser dejado de lado, sustituido por otra persona, especialmente por una ex pareja, era una herida demasiado profunda para sanar rápidamente.
—Aunque lo nuestro comenzó como algo físico—, continuó Juan, su voz más baja, casi en un susurro mientras las lágrimas caían por su rostro —¿nunca sentiste nada por mí? ¿Ni siquiera un poco de amor? Yo te amo, Damon. Me entregué completamente a ti, esperando que un día me amaras de vuelta—.
—Juan...—, murmuró Damon, sintiéndose culpable por el dolor que veía. —Desde el principio te dije que no podías esperar nada de esto—.
—¡Pero yo te amo!—, exclamó Juan, las lágrimas deslizándose por sus mejillas. —Por favor, no me dejes—.
—Lo siento, Juan—, dijo Damon, tratando de mantener la calma. —Pero ya estoy casado. No puedo seguir con esto—. Las palabras salieron más firmes esta vez, recordando que había traicionado a Ilán una vez y no podía volver a hacerlo. No podía causarle más dolor, no después de todo lo que habían pasado con Gio.
—¿Casado?—, gritó Juan, ahora con una mezcla de rabia y desesperación. —Te casaste con tu maldito ex, ¿verdad? ¿Por qué, Damon? Dijiste que no lo amabas—.
—Eso fue antes—, respondió Damon, con una calma calculada. —Ahora sí lo amo—.
Juan rió amargamente, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.
—¿De verdad crees que te voy a creer? Vamos, Damon, te conozco mejor que nadie—, dijo, acercándose y abrazándolo con fuerza, tratando de aferrarse a lo que quedaba entre ellos. —Te casaste con él por culpa, no por amor, igual que la primera vez—.
Juan recordó haber visto a Gio con Ilán esa mañana. El niño era la clave. Damon había vuelto con Ilán por él, por el hijo que creía perdido.
—Te equivocas—, dijo Damon, soltándose del abrazo. —Me casé con Ilán porque lo amo—.
Las palabras de Damon resonaron en el aire. Aunque inicialmente había vuelto a Ilán por responsabilidad, con el tiempo, el amor había resurgido de manera auténtica. Damon amaba a Ilán y quería ser el esposo y padre que no había sido antes.
—Así que, por favor, olvídame—, concluyó Damon, dispuesto a marcharse.
—¡No!—, gritó Juan, negándose a aceptar la realidad. —Estás mintiendo—.
—Créelo o no—, dijo Damon, mientras se dirigía a la puerta —esto se acabó—.
Juan, desesperado, no pudo soportarlo más. Tomó un cuchillo de la mesa cercana y, en un acto de desesperación, lo levantó.
—¡Detente, Damon!—, gritó. —Si te vas, me mataré. ¡No puedo vivir sin ti!—. Las feromonas de Juan alcanzaron un punto álgido, emanando un dolor tan profundo que hacía temblar la habitación.
Damon, con el corazón apretado, no se detuvo. Pero el sonido de un gemido y la visión de la sangre lo detuvieron en seco.
—¡Juan!—, gritó Damon, corriendo hacia él. —¿Qué has hecho?—.
—No me dejes, Damon—, suplicó Juan, con lágrimas incontrolables mientras la sangre brotaba de su muñeca.
Damon se arrodilló a su lado, su corazón latiendo con fuerza, mientras trataba de detener la sangre que corría. Sabía que todo había llegado demasiado lejos.
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Mientras tanto, en otro lugar, específicamente en la residencia de la familia de Damon, Ilán caminaba de un lado a otro por la sala de estar, visiblemente inquieto. Su esposo aún no había regresado, y ya era pasada la medianoche. El alfa le había dicho que solo se ausentaría un rato, que tenía un asunto que resolver y que volvería pronto, pero hasta ese momento Damon no había dado señales de vida. El reloj marcaba las doce de la noche y el móvil de Damon seguía apagado, lo que solo aumentaba la ansiedad de Ilán.
—¿Dónde demonios está?—, murmuró Ilán, sintiendo que la preocupación lo asfixiaba lentamente.
El omega era un manojo de nervios. Damon ni siquiera le había dicho claramente a dónde iba. Si al menos le hubiera dado algún indicio, Ilán no estaría tan preocupado, pero no había ninguna explicación, ni siquiera su asistente personal sabía el paradero del alfa. Desde que Damon había salido con Gio y luego desaparecido, ni siquiera había vuelto a la oficina.
El aire a su alrededor comenzaba a impregnarse con el aroma a vainilla, un distintivo de sus feromonas omega, que ahora liberaban una mezcla de ansiedad y frustración.
—Espera un momento...—, Ilán parpadeó de repente, un pensamiento oscuro cruzando su mente. —¿Y si está con Juan?
La idea de que Damon estuviera con Juan, su antiguo amante, le causó un nudo en el estómago. El solo imaginarlo llenaba su pecho de una mezcla de celos y enojo. Sus feromonas se hicieron más fuertes, llenando la habitación con una dulzura amarga que reflejaba su conflicto interno.
—Maldita sea...—, gruñó Ilán entre dientes. Sabía que ponerse así no arreglaría nada, pero no podía evitarlo. El hecho de no saber la verdad le dolía profundamente.
Con un suspiro pesado, finalmente decidió dejar de preocuparse. Si Damon realmente estaba con Juan, Ilán no podría hacer nada hasta que su esposo volviera y le dijera la verdad. Aunque el dolor lo carcomía por dentro, decidió no seguir esperando.
—Si quiere llegar tarde, que lo haga—, se dijo a sí mismo, su voz cargada de resignación.
Con esa idea en mente y lleno de frustración, Ilán decidió acostarse, dejando que el cansancio lo venciera.
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