Atrevete Amar Al Mafioso

Julia observó su teléfono vibrar sobre la mesa con la insistencia de siempre. Sabía quién era. Su padre tenía una forma peculiar de “convocar” a su hija: llamadas continuas hasta que ella contestara, sin importar si estaba ocupada o no.

—¿Qué quieres? —preguntó al descolgar, manteniendo su voz fría.

—Ven a la mansión esta noche. Patricia ha organizado una cena, y sería una falta de respeto que no asistieras —respondió su padre, ignorando por completo el tono cortante de Julia.

—No tengo tiempo. Estoy ocupada con mi trabajo —respondió, intentando esquivar el compromiso.

—Julia… —Su voz adoptó un tono peligroso—. Si no vienes, no tengo problema en enviarte a alguien para que te escolte hasta aquí.

Julia apretó los dientes. Conocía demasiado bien esa táctica. Las veces que intentaba desafiarlo siempre terminaban en una lucha de poder que nunca ganaba.

—¿Y si no quiero? —preguntó con sarcasmo.

—Entonces te haré recordar que, aunque ese departamento sea tuyo, sigue siendo parte de la familia. O vuelves, o lo perderás junto con lo poco que te queda de tu madre.

Ese golpe bajo la dejó sin palabras. Su departamento era su refugio, el único espacio donde podía respirar lejos del control de su padre, Patricia y Camila. Pero lo que realmente la afectó fue la mención de su madre. Los pocos recuerdos que conservaba de ella estaban guardados en esa casa: fotografías, joyas, y un viejo diario que le había pertenecido.

—Estaré allí —respondió finalmente, colgando antes de que su padre pudiera decir algo más.

Julia cerró los ojos, intentando controlar el temblor en sus manos. Ese hombre siempre sabía cómo herirla donde más le dolía.

Esa noche, Julia llegó a la mansión con la misma sensación de opresión que siempre la invadía al cruzar la entrada. La enorme casa, con sus lámparas de cristal y sus paredes cubiertas de arte caro, nunca se había sentido como un hogar para ella.

Patricia la recibió en la puerta, con una sonrisa demasiado amplia para ser sincera.

—Julia, querida, qué alegría que pudiste venir.

—No tenía mucha opción, ¿verdad? —respondió Julia, esquivándola mientras entraba.

Camila apareció unos segundos después, con un vestido que parecía diseñado para llamar la atención.

—Julia, ¿no piensas cambiarte? —preguntó, mirando de arriba abajo el atuendo sobrio de su hermana.

—No vine a competir contigo, Camila. Quédate tranquila —respondió Julia, mientras avanzaba hacia la sala.

Mientras tanto, en el departamento de Adrián, él y Viktor observaban la escena desde las cámaras instaladas en la mansión.

—Mira esa sonrisa falsa —comentó Viktor, señalando a Patricia—. Esa mujer tiene algo planeado, te lo aseguro.

—Lo sé —respondió Adrián, con los ojos clavados en la pantalla. Su mandíbula se tensó al ver cómo Patricia y Camila rondaban a Julia, como depredadoras acechando a su presa.

En la mansión, Julia intentaba mantenerse lo más alejada posible de Patricia y Camila, pero su madrastra no tardó en acercarse.

—Espero que entiendas que todo esto lo hacemos por el bien de la familia, Julia —dijo Patricia, fingiendo preocupación.

—Claro, porque para ti siempre he sido una prioridad, ¿no? —respondió Julia con sarcasmo.

—No seas ingrata. Tu padre ha hecho todo esto por ti. ¿Sabes cuántas personas desearían tener lo que tú tienes? —insistió Patricia, mientras Camila sonreía desde el sofá.

Julia estaba a punto de responder cuando su padre entró en la sala, interrumpiendo la conversación.

—Julia, acompáñame un momento —ordenó, señalando hacia su despacho.

Ella lo siguió, sabiendo que no tenía sentido discutir. Al entrar, su padre cerró la puerta y se giró para enfrentarla.

—Quiero que empieces a comportarte como la hija de un empresario exitoso, no como una niña caprichosa.

—¿Comportarme? ¿Te refieres a seguir las reglas que Patricia y Camila inventan? —preguntó Julia, cruzándose de brazos.

—No hables de ellas así —respondió su padre con dureza—. Esa mujer es mi esposa, y Camila es tu hermana.

—No son mi familia —dijo Julia con firmeza.

Su padre suspiró, cansado de la misma discusión de siempre.

—Esto no es un debate. Hoy te quedarás aquí, y quiero que intentes, al menos por una vez, ser parte de esta familia.

Julia salió del despacho sin decir una palabra más, sintiéndose más atrapada que nunca.

De vuelta en el departamento de Adrián, Viktor observaba a su jefe en silencio.

—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó finalmente.

—Esperar —respondió Adrián—. Pero si cualquiera de ellas se atreve a cruzar una línea con Julia, no dudaré en intervenir.

Viktor asintió, confiando plenamente en el juicio de Adrián, aunque no podía evitar preguntarse cuánto tiempo podría mantenerse en las sombras antes de que su presencia en la vida de Julia se volviera evidente.