Elizabeth Handford vive en la casa del frente, es una mujer amable, elegante, pero sobre todo muy hermosa.
La señora Handford ha estado casada dos veces, pero sus dos esposos ahora están muertos.
Sé que oculta algo, y tengo que descubrir qué es, especialmente ahora que está a punto de casarse de nuevo.
NovelToon tiene autorización de B. J. WINTER para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
22: Contratiempo
Siento que el mundo se está cerrando sobre mí. Meses atrás mi única preocupación era obtener un alto promedio en la universidad para mantener mi beca y asegurar así un futuro exitoso. Ver a través de la ventana de la señora Handford terminó sumergiéndome en un mundo oscuro lleno de mentiras, traición y personas despiadadas que alguna vez amé profundamente.
Pasé toda mi vida sola, deseando vivir en un mundo diferente donde pudiese contar con amigos y familia que se mantuvieran a mi lado. Con Henry pensé que, finalmente, había logrado formar un vínculo importante con una persona, y que se convertiría en mi mejor amigo para siempre. Mis esperanzas se esfumaron junto con el disparo que le di en la cabeza.
Después, cuando el señor Perlman apareció en mi puerta y me ofreció una vida a su lado, donde nunca tendría que preocuparme por estar sola otra vez, me di cuenta de que tal vez aún tenía posibilidades de ser feliz. Aún podía tener la vida que por tanto tiempo había anhelado, y hasta hacía un par de horas realmente pensé que todo estaba a punto de cambiar para mí. No me equivoqué en eso, supongo.
Ahora me doy cuenta de que las personas que por tanto tiempo estuve esperando siempre estuvieron frente a mí, literalmente. Elizabeth Handford se convirtió en mi amiga, incluso antes de descubrir la verdad sobre ella. A pesar de las sospechas que siempre tuve desde el momento en el que la conocí –y antes también–, nunca me sentí realmente amenazada en su presencia. Siempre sentí que había una extraña unión entre nosotras, que comenzaba a fortalecerse con el pasar de los días.
Ni Henry Cowan ni Joe Perlman eran las personas que yo buscaba. Elizabeth Handford y Emily son, en cambio, mi verdadera familia, y las únicas personas a las que podría considerar parte de mi vida a partir de ese momento.
Emily luchó por quedarse junto al cuerpo de nuestra madre, pero no pude permitir que lo hiciera. Sujeté la enorme mochila que había traído con ella, y después la agarré de uno de sus brazos para obligarla a subir los escalones del sótano, mientras ella exclamaba gritos desgarradores, algunos dirigidos a mí y otros a la mujer que nos dio la vida.
–¡Pudiste evitar que lo hiciera! –exclamó entre sollozos cuando finalmente cruzamos la puerta del sótano. Me giré para verla a la cara.
–Ella no iba a sobrevivir ni siquiera en un hospital –dije, para después soltar la mochila y poner ambas manos a cada lado de su rostro–. Ella hizo todo esto para que tú y yo estuviéramos juntas. Ahora lo estamos. Tenemos que irnos, ya mismo.
–No podemos dejarla aquí.
Cuando estaba a punto de agregar algo más, escuché el sonido de sirenas que se aproximaban en la distancia. Con el pasar de los segundos, el ruido comenzaba a aumentar. Seguramente los vecinos habían llamado a la policía después de escuchar los disparos.
–Si nos ven aquí iremos a la cárcel y todo esto será por nada –susurré cerca de ella, para después sujetar sus dos manos con fuerza–. Estamos solas ahora, Emily. Mamá me pidió cuidar de ti, y es lo que voy a hacer.
Mis palabras parecen reconfortantes para ella, pues asiente con la cabeza y comienza a limpiarse las lágrimas. Sujeto la mochila y comienzo a caminar hacia afuera, con Emily detrás de mí. Cruzando la sala de estar, agarro las llaves que se encuentran sobre una de las mesas en el centro, para después continuar caminando. Al pararnos sobre el pórtico, escucho las patrullas aproximarse desde la esquina derecha de la calle, indicando que ya no nos queda mucho tiempo para huir.
–Mierda –susurro al recordar un detalle importante–. Liz dijo que el auto no tenía combustible.
–Usemos el de Joe –sugirió Emily, pero supe inmediatamente que regresar al sótano por las llaves tomaría una cantidad de tiempo que no teníamos. Negué con la cabeza y abrí la puerta del conductor en el auto de Liz, indicándole a Emily con la mirada que debía subir.
Estando ambas en el auto, uso la llave que estaba en la sala principal y de un giro logro hacer que el vehículo se encienda. A su vez, veo las resplandecientes luces azules y rojas asomarse por el final de la calle, comenzando a acercarse a la casa. Veo que no es una patrulla, sino dos, y que probablemente ya han logrado vernos a ambas. Mis manos temblorosas sujetan el volante con fuerza, y mis pies se mueven a una velocidad que me toma por sorpresa a mí misma. Piso el embrague con fuerza, pongo la primera marcha y acelero sin esperar un segundo más.
Al soltar el embrague presiono el acelerador a fondo, perdiendo el control durante un par de segundos. Las llantas de la izquierda subieron a la acera mientras la velocidad me empujaba a mí y a Emily hacia el asiento. Logré regresar el auto a la carretera, sintiendo los neumáticos chirriar contra el asfalto. Cambié a segunda marcha justo cuando tomé la primera curva al final de la calle, y eché un último vistazo a través del espejo retrovisor.
Una de las patrullas se había estacionado frente a la casa, mientras la otra había continuado su camino para venir tras nosotras. Al girar por la calle sentí las llantas patinar sobre el concreto húmedo por la lluvia, haciendo difícil recuperar el control del volante. Las luces rojas y azules detrás de nosotras se aproximaban cada vez más, provocando que mi corazón latiera desenfrenado.
–No van a dejarnos ir –susurró Emily, abriendo la mochila para comenzar a buscar algo en su interior. Puse la tercera marcha y di un giro ágil en la intersección que se encontraba al frente, ingresando a un callejón oscuro y solitario que pronto se vio iluminado por las sirenas de la patrulla, mientras su sonido escandaloso se mezclaba con el de los rayos de la tormenta.
Veo de reojo cómo Emily saca algo del bolso; una pistola de color gris que brilla bajo la luz que entra por la ventanilla a su lado. Mis ojos se abrieron tanto como pudieron.
–¿Qué vas a hacer con eso? –pregunté entre tartamudeos. El auto salió del callejón y regresó a la carretera, tomando el camino que conducía a la avenida principal.
–Vamos a tener una nueva vida, Grace. No me importa si debo tomarla por la fuerza.
Abrió la ventanilla a su derecha, y entonces comenzó a sacar parte de su cuerpo a través de ella. La lluvia comenzó a ingresar al auto debido a las fuertes corrientes de viento, y en cuestión de segundos, Emily ya tenía la mitad de su cuerpo fuera del vehículo, sentándose sobre el marco de la ventanilla y usando su mano libre para aferrarse al mismo. La mochila cayó junto a mis pies, y mi mirada viajaba frenéticamente de la carretera a mi hermana.
Pronto comencé a escuchar los disparos. Al principio por parte de Emily hacia la patrulla detrás de nosotras, pero luego comencé a escuchar el mismo sonido, esta vez por parte de los policías que no nos dejarían ir. Emily lograba agachar su torso cada vez que disparaban hacia el auto, por lo que ninguna bala podía alcanzarla. Finalmente ingresamos a la avenida principal, donde los pocos vehículos presentes se hicieron a un lado luego de escuchar los disparos.
Pasaron un par de minutos, y entonces Emily regresó al auto, con el arma todavía en sus manos, pero sin ninguna bala. La patrulla aún seguía tras nosotras, pero ahora con un poco más de distancia. Observé de reojo la aguja del indicador de combustible, viendo cómo comenzaba a descender cada vez más. Supe que no llegaríamos muy lejos, y que nuestro tiempo estaba contado.
El camino se extendía a lo lejos, y de un giro repentino tomé la carretera que llevaba a la salida del pueblo. La tormenta se hizo más fuerte. Las casas que estaban a nuestro alrededor desaparecieron, y desde el auto sólo podíamos ver el espeso bosque que se encontraba a cada lado del camino. Ya no hay más autos cerca a excepción de la patrulla, que cada vez se acerca más.
–Tendremos que entrar al bosque –dije, con la voz temblorosa al igual que mis manos–. Hay una pequeña entrada más adelante. Ya no hay más combustible.
–Nos van a atrapar. ¡Van a alcanzarnos!
–El auto continuará su camino –agregué, intentando sonar convencida de mi plan a pesar de que la idea era completamente absurda–. Vamos a saltar en cuanto entremos al bosque, y ellos perseguirán el auto vacío.
–No… No podemos…
–No sueltes esa mochila, Em –me sorprendió la firmeza en mi voz, pues en ese preciso instante comprendí que era yo quien estaba al mando. Emily siguió todo este tiempo las órdenes de su madre, y ahora yo había ocupado ese lugar. Su vida dependía de mí, y no iba a fallar–. Nos veremos en el puente del río.
Disminuí la velocidad, metiendo la segunda marcha cuando vi el pequeño sendero en el bosque. El mismo sendero que tomamos Henry y yo para asistir a la fiesta de bodas de Liz semanas atrás. Giré sintiendo las llantas derrapar sobre el suelo, para luego ingresar al oscuro bosque donde la oscuridad se apoderó de todo. Escuché el ruido de la patrulla disminuir un momento, para después volver a tomar fuerza. Presioné el acelerador a fondo, y después solté el volante, poniendo mi mano en la puerta a mi lado.
–¿Lista? –pregunté, intentando ignorar el nudo en mi garganta. Lo único que escuché como respuesta por parte de Emily fue un grito desesperado–. ¡Ahora!
Abrí la portezuela a mi lado, y sin pensarlo mucho di un salto hacia afuera, sintiendo mi cuerpo estremecerse ante la lluvia torrencial que chocó conmigo. Sentí el impacto contra el suelo sobre mi hombro izquierdo, y después el resto de mi cuerpo continuó su camino debido al impulso. Me incliné sobre una pequeña colina sin poder evitarlo, y entonces comencé a rodar entre tierra húmeda y hojas secas. Escuché el sonido de la patrulla alejarse, y mientras yo continuaba mi descenso entre la oscuridad del bosque, pude oír un fuerte choque a lo lejos.
Mi cuerpo dejó de rodar sobre el suelo cuando caí sobre un enorme arbusto, que me arrancó gritos de dolor al hacerme sentir una abundante cantidad de espinas rasgar mi piel. Intenté contener mis quejidos para así no emitir ningún sonido que pudiera delatarme. Me arrastré por debajo del arbusto, desorientada y cegada por el pantano que había entrado a mis ojos y por la tenebrosa oscuridad del bosque. Los rayos de la tormenta hicieron que mis gemidos de dolor fueran silenciados, y pasados unos segundos finalmente logré salir del arbusto de espinas, poniéndome de pie mientras sentía un dolor agudo disiparse por todo mi cuerpo.
Observé con pánico todo mi alrededor, encontrándome un laberinto de enormes árboles iluminados durante un par de segundos por los rayos. Miré hacia atrás, observando la colina por la que había caído al saltar del auto. No vi ninguna señal de Emily, por lo que decidí seguir el plan. Comencé a correr hacia el frente, en medio de la fuerte tormenta, buscando con la mirada el río que no debía estar lejos, o esperando oír al menos la corriente de agua. Mi miedo aumentó al ver varias linternas a lo lejos, entre un grupo de árboles. Parecían ser únicamente dos policías. Eso me tranquilizó un poco, pero no lo suficiente como para dejar de correr.
Luego de un par de minutos, finalmente pude ver a lo lejos el pequeño puente que conduce de una orilla del río a la otra. Corrí hacia ese lugar lo más rápido que pude, siendo el único punto de encuentro que había pactado con Emily. Comencé a pensar que, tal vez, ella no sabría encontrarlo con la misma facilidad. Había vivido en el pueblo un poco más que yo, pero todo ese tiempo había permanecido dentro de su propia casa, oculta, por lo que difícilmente podría saber en dónde hallar el puente.
Llegué hasta uno de los extremos, sintiendo cómo poco a poco la lluvia comenzaba a disminuir. Me apoyé en el barandal, tomando un pequeño descanso mientras intentaba regular mi respiración. Mis piernas temblaban, y no pudieron soportar el peso de mi cuerpo por mucho tiempo más. Me senté en la tierra, observando repetidas veces todo lo que me rodeaba. Los policías parecían estar buscando en otra parte, por lo que parecía estar fuera de peligro. La herida en mi hombro ya no expulsaba tanta sangre, pero el dolor aún estaba presente.
–Levanta las manos –dice una voz femenina detrás de mí, logrando que mi cuerpo se paralice completamente. Giro mi cabeza con lentitud, observando la silueta de una mujer alta con el cabello recogido en una coleta. Enciende una linterna e ilumina mi rostro, provocando que desvíe la mirada–. Levántate del suelo lentamente, y muéstrame tus manos.
–No tengo ningún arma.
–Una palabra más y será lo último que digas –dice sin apartar la luz de mi rostro. Noto que en su otra mano sostiene una pistola, también dirigida hacia mi cabeza. Con la mano con la que sostiene la linterna presiona un botón del pequeño radio colgado en su hombro–. La encontré. Estamos en el puente, vengan rápido.
Comienzo a levantarme lentamente, extendiendo las palmas de mis manos hacia arriba para no correr ningún riesgo. Siento dolor en diferentes partes de mi cuerpo, y mientras me pongo de pie noto que también tengo manchas de sangre en las piernas y brazos.
–Tienes mucho por explicarnos –murmura, bajando la linterna para comenzar a sacar unas esposas que cuelgan de su cinturón. Permanezco en mi lugar, incluso cuando veo que una silueta se acerca en la oscuridad. La persona que se aproxima sostiene una enorme y gruesa rama de árbol, y al llegar a la policía frente a mí provoca un sonido que la hace girarse hacia ella.
Antes de que la policía pueda accionar su arma, Emily deja caer el enorme objeto sobre su cabeza, haciendo que la mayor caiga al suelo. Rápidamente me acerco a la mano de la mujer, y le arrebato la pistola. La linterna le ilumina el rostro, y noto que se trata de una chica de no más de treinta años. Apunto la pistola hacia su cabeza, para después dirigir mi mirada hacia Emily.
–Nadie va a separarnos –susurro, sintiendo cómo mis ojos se llenan de lágrimas. Ella asiente con una pequeña sonrisa, comenzando a llorar también–. Nunca más.
Presiono el gatillo, notando que esta vez el disparo suena mucho más fuerte, seguramente porque la tormenta ya ha llegado a su fin. Emily toma la linterna de la policía, y después me extiende su mano como apoyo para continuar el camino, que acepto inmediatamente.
Las dos continuamos andando entre la oscuridad del bosque. Escuchamos pasos detrás de nosotras, pero al ver la carretera a lo lejos notamos que todo aquel sufrimiento está a punto de terminar. Miro hacia atrás repetidas veces, observando las luces de las linternas de aquellos policías que continúan su búsqueda. Mi brazo derecho rodea los hombros de Emily, usándola como soporte para no perder el equilibrio. Ella tiene algunas heridas provocadas por la pelea ocurrida en la casa de nuestra madre, pero al saltar del vehículo no sufrió ningún daño severo. Yo no tuve tanta suerte.
Al llegar a la carretera, no pasan ni dos minutos antes de que el conductor de un enorme camión se estacione a nuestro lado para ofrecernos su ayuda. Estando dentro de su vehículo, doy una última mirada hacia el interior del bosque, observando aquellas luces que ahora apuntan hacia nosotras, pero que nos han encontrado demasiado tarde. Sonrío con triunfo, viendo cómo los otros dos policías aceleran el paso en un intento inútil por detenernos.
El camión se pone en marcha, y cuando cruzamos el letrero de “¡Gracias por visitar Lakeside! Vuelva pronto”, siento cómo mi corazón comienza a latir a su ritmo normal, mientras lágrimas de tristeza y felicidad surcan mi rostro. Giro mi cabeza hacia Emily, que me sonríe con la misma mezcla de sentimientos.
En completo silencio, ambas nos abrazamos con fuerza, observando el largo camino que nos queda por delante.