Desde hace mil años, una guerra silenciosa consume los reinos: las Bestias, criaturas feroces que prosperan en la oscuridad, buscan venganza contra las Hadas, cuya diosa, Madre Naturaleza, se atrevió a castigar a su propio dios, Némesis.
Esta guerra oculta una verdad mucho más profunda que la simple rivalidad.
Arthur, un lobo alfa nómada, ha viajado por años, prefiriendo la soledad y los placeres sin compromiso a la idea de una pareja destinada.
En el Reino de las Hadas,Titania creció en una cuna de oro que se convirtió en una sofocante prisión.
Una guerra que se desató hace mil años ha sobrevivido porque la verdad sobre su origen fue silenciada.
Cuando la inocencia se encuentra con la oscuridad, la línea entre el deseo y la destrucción se desdibujo.
Arthur y Titania están en el centro de un torbellino de intriga, magia y una atracción tan intensa que podría ser su perdición.
Libro final del Mundo de Reina Luna 🌙
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Sus propias decisiones
Noah estaba agotado por la larga noche. Había cumplido con el protocolo de ser Rey de Reyes; por fortuna no hubo bajas de sus guerreros, solo que algunos estaban heridos. Miró a Varek entrar con una charola de comida. Él también debía estar cansado; estuvo a su lado, ayudándolo como siempre lo hacía.
—La reunión con la Reina Hada será por la tarde, así que puedes descansar un rato —dijo Varek, colocando la charola de comida sobre una mesa que había en aquella espaciosa habitación.
—Perfecto —dijo Noah mientras se quitaba el saco y después empezaba a desabotonarse su camisa—. Necesito un largo baño —susurró con pesadez.
Varek asintió. La tensión de la noche seguía pegada a la piel de Noah.
—Báñate conmigo —dijo Noah con un toque de orden seductora en su voz.
Varek arqueó las cejas. Su rostro serio no se quebró; no podía caer ante las provocaciones de Noah. Además, lo primordial era que el Rey debía descansar en esos momentos.
—No, necesitas descansar —dijo con firmeza.
—Lo haré después del baño —se justificó Noah, quitándose por completo la camisa, revelando el torso marcado.
—Adelante. El baño ya está listo para ti —dijo Varek, señalando hacia la puerta del baño, su resolución inquebrantable.
Noah suspiró con pesadez. No entendía por qué lo rechazaba. Después de todo, ellos eran pareja destinada. La Diosa Luna así lo había decidido hace muchos años, cuando se conocieron aquella vez que él no sabía nada sobre sus verdaderos orígenes, cuando vivía como un simple humano. Varek lo había encontrado y lo había traído a este mundo, enseñándole su destino, su poder, y el peso de su corona.
—Varek, simplemente, hazlo —ordenó Noah con pesadez, sabiendo que de esa manera él no se negaría la petición, no como su pareja destinada, sino como su Rey de Reyes.
—Como ordene, Majestad —dijo Varek con resignación.
Entraron juntos en el espacioso baño. El aire estaba saturado de vapor. Noah se deslizó en el agua caliente, soltando un gemido de alivio genuino. Varek se unió a él, sentándose detrás del Rey.
Noah se recostó contra el pecho de Varek, la tensión de la noche disolviéndose en el abrazo. Las cicatrices en la espalda de Noah rozaban la piel de Varek.
—No fue necesario que te arriesgaras de esa manera —dijo Varek, recordando cuando Noah decidió ir con el Alfa nómada. La preocupación volvía a tensar su voz.
—Tranquilo, estoy bien —susurró Noah, cerrando sus ojos, su cabeza hundida en el hombro de Varek.
Varek suspiró. Sus manos masajeaban los hombros de Noah, pero a pesar de su negación anterior a entrar al baño, su deseo por él crecía, quería tocarlo más.
—No te contengas, estamos solos —dijo Noah en un bajo susurro. El Rey, incluso al borde del sueño, sentía la lucha interna de él.
Esa simple frase fue suficiente para romper la última barrera de Varek. Sus manos abandonaron el masaje bajaron por el torso de Noah, recorriendo la línea firme de su abdomen. El contacto se hizo más posesivo, más íntimo.
Las manos de Varek no se detuvieron. Continuaron su recorrido por el abdomen hasta alcanzar la zona íntima de Noah. El contacto fue inmediato y firme, una caricia que confirmaba la tensión y el deseo entre ambos.
Noah soltó un suspiro, las caricias de Varek se hicieron más intensas, buscando la liberación de su Rey.
— Más —soltó un gruñido, arqueando su espalda al sentir que las oleadas de placer invadían su cuerpo.
Varek obedeció, su mano acelerando el pulso hasta el caos. Llevó a Noah al límite, sin pausas, sin piedad. El placer se volvió doloroso y punzante, hasta que Noah se convulsionó violentamente, liberando todo el estrés en un gemido ahogado y ronco.
Noah se desplomó en brazos de Varek. Él lo rodeó firmemente con sus brazos.
—Descansa —susurró Varek a su oído.
Noah estaba soñoliento; la liberación lo había dejado agotado y no quería eso. Quería terminar lo que habían empezado, pues eran pocas las veces que Varek cedía a esos encuentros íntimos.
—Idiota —susurró Noah.
Varek sonrió, pero fue una sonrisa que Noah ni siquiera logró ver. Noah quedó rendido en un profundo sueño en los brazos de su amante secreto.
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Áine estaba ya lista para el día que le esperaba. Aunque anoche apenas logró conciliar el sueño, no había dejado de pensar en el Rey de las Bestias. No pensó que él fuera así de apuesto, sexy. Sonrió genuinamente; salir del Reino de las Hadas había sido una buena idea después de todo. Ahora solo debía continuar con la siguiente fase de su plan.
—Áine —entró Xander, su presencia rígida después de haber pasado toda la noche cuidando de ella.
—Titania vendrá en cualquier momento para darme mi medicamento —dijo, mirándolo directamente—. No quiero que la cuestiones por nada —ordenó con suavidad, pero el mandato era absoluto.
—¿Qué pasa, Áine? Estás diferente —cuestionó Xander, la desconfianza tiñendo su voz. La Reina que conocía no sonreía así.
Áine caminó hacia él hasta estar a un paso de distancia. Levantó su mano y la llevó al rostro de Xander, acariciándolo con suavidad. Su tacto era cálido, pero la mirada era fría.
—Xander, lo siento, pero esta soy la verdadera yo —comentó—. Y no dejaré que vuelvas a intimidar a Titania —agregó con firmeza, retirando la mano.
Xander se quedó petrificado. La Reina siempre había mantenido una fachada frágil, la imagen que el Reino Hada necesitaba. Esta nueva Áine era peligrosa, calculada y libre.
—Áine, no puedo hacer eso —dijo Xander en un bajo susurro.
—Lo harás. Tú mismo arruinaste tu oportunidad con ella —respondió Áine con firmeza, sus palabras eran una estocada precisa—. No dejaré que vuelvas a hacerla sufrir. Ella merece su libertad y yo también.
—¿Dejarás que siga involucrándose con ese lobo? —siseó Xander, la pregunta era menos de deber y más de dolor personal.
—Dejaré que ella tome sus propias decisiones —respondió Áine, su voz firme.
Áine dio un paso más hacia él, obligándolo a enfrentar su verdad.
—Titania, ya no será una princesa encadenada —declaró Áine, el decreto era frío y final.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió. Titania entró con la botella de medicamento en sus manos. Áine se apartó de Xander y sonrió con calidez al ver a su hermana. Titania mantenía aquel rostro frío que la caracterizaba, pero incluso así, Áine podía ver un brillo en sus ojos totalmente nuevo, una chispa de fuego.
—Retírate, Xander —ordenó Áine.
Xander apretó sus puños de coraje. Podía notar el brillo peligroso en los ojos verdes cristalinos de Titania, pero ella ni siquiera le dirigió la mirada. Salió furioso, obedeciendo la orden de su Reina.
—¿Tuviste un buen descanso? —preguntó Áine.
—Sí, así fue —se limitó a responder Titania.
Áine tomó los medicamentos
—Me alegro, disfruta tu libertad, Titania —dijo ella, y después tomó sus medicamentos.
Titania asintió ante las palabras de su hermana.
—Me reuniré por la tarde con el Rey Noah, así que quiero que estés fuera del palacio para entonces —dijo Áine con suavidad, su mirada era firme y conspirativa—. No quiero que Xander se acerque a ti.
Titania la miró. El cambio de su hermana era de sorprender; no imaginó que se atrevería a alejar a Xander de ella, cuando normalmente él decidía siempre estar vigilándola y cuestionándola con todo lo que hacía, privándola de su libertad.
—Como digas, entonces retomaré mi misión de conocer la ciudad —dijo Titania con tranquilidad, aceptando la liberación.
—Claro, el Alfa nómada seguirá cómo tu guía, espero haga un buen trabajo —respondió Áine con cierta complicidad en sus palabras.
Titania apartó su mirada de su hermana, tratando de mantenerse tranquila al recordar la intensa noche que tuvo con Arthur. El solo pensamiento enviaba un calor traicionero a su rostro.
—Descuida, él hará lo que yo diga, sin darse cuenta —respondió Titania con cierta diversión fría en su voz.
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Noah abrió los ojos. Ya no estaba en el baño, sino en su cama. Se sentía más relajado, el peso de la noche mitigado por el breve y profundo descanso.
—Dormiste cinco horas —Varek salió del gran armario con una muda de ropa para su Rey.
Noah se sentó y se frotó la frente con la yema de sus dedos.
—¿Te comunicaste con el Gamma del País del Norte? —preguntó.
—Sí. El Gamma se encargará personalmente de buscar la información solicitada. En cuanto la tenga, se comunicará de inmediato —respondió Varek, colocando la ropa sobre un diván.
Noah asintió. Sabía que el Gamma de aquel país era eficaz en su labor, y pronto tendrían noticias de él. La paciencia, sin embargo, no era la mayor virtud de un Rey de Reyes.
— Perfecto, debo alistarme para la reunión — Dijo y se levantó de la cama.
Varek se acercó para ayudarlo, deslizando la camisa limpia sobre los hombros de Noah.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Varek, refiriéndose a la reunión de la Reina Hada.
—Escucharla. Necesito saber qué es lo que sucede realmente entre las bestias y las hadas, a raíz de eso sabré si involucrarme o simplemente despedirlas y que vuelvan a su reino —comentó Noah.
Varek asintió mientras continuaba vistiéndolo. Abotonar la camisa de Noah era algo normal desde hacía muchos años.
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Titania llegó hasta la entrada del palacio. Ahí estaba ya esperándo él, el Alfa al que tenía que cazar. El juego ya había comenzado, y uno de los dos caería tan profundo que no podría salir de ahí, o tal vez los dos.