Enséñame A Amar Una Vez Más.

La respiración de Noah se detuvo, sus orejas se pusieron rojas y su corazón incluso olvidó como latir.

-Me regañas más que mi padre, deberías comportarte como un buen novio y consentirme.- Amelia hizo un lindo puchero y extendió suavemente su dedo envuelto y tocó el entrecejo de Noah con delicadeza.

Nany, quién estaba de pie en la esquina, soltó un suspiro silencioso y salió sigilosamente de la habitación para darle espacio a los jóvenes.

-Serías un buen esposo y padre.- Comentó honestamente la joven, sonriendo dulcemente al chico.

Al ver esa sonrisa, Noah trago gordo y se puso de pie apresuradamente, con las orejas y el cuello rojo. Por alguna razón, no pudo evitar sentirse apenado y tímido.

Al ver que no dijo nada, Amelia sonrió más ampliamente, sobre todo al ver las orejas rojas del chico, sin embargo, no pensaba burlarse de él -Por cierto ¿Qué harán con la niña que encontraron?- Preguntó, tratando de cambiar el tema.

Noah tosió ligeramente para aligerar su pena y respondió con un tono perezoso -El cuerpo de la chica será quemado, las cenizas serán enviadas fuera de la capital y entregadas a sus padres.- Ante este tema, sus cejas se fruncieron con algo de molestia.

Amelia no pudo evitar sorprenderse, resulta que en esta época queman los cuerpos. Siempre había pensado que los cuerpos eras envueltos y luego enterrados como las momias.

-¿Castigaron a los asesinos?- Preguntó Amelia con un brillo frío en sus ojos ¡Ese tipo de personas resultaban desagradables!

-Aunque los hayamos visto, no hay pruebas suficientes para condenarlos según el reglamento impuesto por el actual Emperador, a menos de que la persona acepte su crimen o haya pruebas concretas, no será condenado.- Explicó Noah con indiferencia, su expresión se oscureció ligeramente.

El actual Emperador era una buena persona, incluso podría considerarse benevolente, sin embargo, hizo muchos cambios luego de la muerte del viejo Emperador.

Muchas personas inocentes habían sido culpadas por crímenes que no cometieron, con tan solo palabras de los oficiales y guardias para condenarlos, esas personas terminaban siendo llevadas a la horca.

Solo hasta que el actual Emperador tomó el trono, se realizaron cambios importantes en las leyes. Las palabras y presenciar los hechos no bastaban, pues muchos solo tenían que distorsionar los hechos a su gusto y antojos, el Emperador decidió que las pruebas deben ser sólidas para decidir el destino de las personas en base a sus crímenes.

Claro, estas reglas tenían sus ventajas así como sus desventajas.

-Entonces ¿Vas a obligarlos a hablar?- Preguntó Amelia con los ojos brillantes. Inteligente como era Noah, no le extrañaba que el joven ya tuviese un plan para hacer que esos tipos aceptarán sus crímenes.

Por supuesto, como hijo de un Comandante reconocido como Axel Hua, Noah no haría nada que fuese en contra de la ley.

-Solo espera y mira.- Noah miró a la chica con una expresión de misterio y soltó una carcajada malvada que hizo que los vellos de Amelia se pusieran de punta.

La chica miró dubitativa al joven, pero ya no continúo preguntando, sentía que con Noah, la curiosidad podía matar al gato. Era mejor no ofender a este malvado y majestuoso ser. Ya de por sí, con solo ese rostro podía conseguir mil seguidoras y que entre todas la mataran a golpes por celos.

Al pensar en eso, Amelia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Ella bajó la mirada a su bordado y entrecerró los ojos, pensativa, sin embargo, cuando levantó la mirada, la figura del joven ya había desaparecido.

-¡Este niño algún día me matará del susto!- Exclamó la chica con un tono de queja y desgana, mirando el lugar en el que hace unos segundos había estado Noah.

Pronto oscureció, los sirvientes caminaban apresuradamente en medio de la noche, sobre todo las chicas.

Luego de que se encontrara el cuerpo de la sirvienta fallecida, los guardias en la Mansión del Primer Ministro aumentaron, así como sus rondas nocturnas.

Las sirvientas caminaban de dos en dos para no pasar solas por los jardines de invitados, además, hacían todo lo posible por mantenerse alejadas del patio de la Señora Su, pues la sirvienta que encontraron pertenecía a ese patio.

Aunque no se dio a conocer ningún diagnóstico sobre la muerte de la sirvienta, muchos simplemente supusieron que fue castigada y al ser tan joven, no logró soportar el castigo impuesto por la Señora Su.

Sin embargo, la pregunta de quién la había asesinado aún vagaba en las mentes de muchas sirvientas femeninas, pues según mencionó una sirvienta que vio como sacaban el cuerpo, dijo que la niña estaba cubierta de moretones y sus ropas estaban desgarradas, además, la zona entre sus muslos había sido lastimada hasta el punto de lucir como si hubiese dado a luz.

Las sirvientas no divulgaron mucho, pero las más adultas ya estaban seguras de lo que había sufrido esa niña tan pequeña, sobre todo por el hecho de que su cuerpo aún no se había desarrollado.

Bajo la luna fría, dos chicas caminaron apresuradamente con sábanas entre sus brazos. Sus expresiones eran ansiosas y cada cuantos minutos volvían sus miradas hacia atrás, como si temieran que alguien las siguiese.

-Esperen ¿A dónde van con tanto apuro?- Una voz lasciva provino desde detrás de ellas, haciendo que las chicas apresuraran cada vez más el paso.

Al ver que no se detenían, el hombre con barba de chivo se enojó -¡Con un demonio, he dicho que esperen!- Gritó furioso, dando grandes zancadas hacia las dos sirvientas.

-Me...duele...duele...duele tanto...- De repente, un susurro llego a sus oídos.

Ambas chicas se detuvieron de golpe, un escalofrío les recorrió el cuerpo y sus rostros se pusieron pálidos. Las dos volvieron lenta y mecánicamente la cabeza hacia la entrada del jardín de invitados, justo el patio donde había sido encontrado el cuerpo de la niña.

Ante esa voz y llanto, el cuerpo del hombre con barba de chivo se paralizó.