Enzo Y Lori

Los días se convirtieron en una carrera de obstáculos emocionales. La herida que Enzo había dejado seguía latente, pero gracias a la compañía incondicional de Ron y a una necesidad de supervivencia, Lori se obligó a levantarse. Dejó de evitar los pasillos y la cafetería. Había tomado una decisión: no permitiría que la maldad de Irina o la ceguera de Enzo la consumieran.

En este nuevo mundo de fracaso y dolor, Lori vagaba sin un rumbo claro. Fue en ese limbo que Sahir, su compañero de clases, se acercó, siempre cautivado por su belleza serena y sus ojos melancólicos.

Él la había mirado con una mezcla de curiosidad y profundo respeto. Era un estudiante de ingeniería, de cabello oscuro y ojos increíblemente expresivos que parecían analizar el mundo con una profundidad tranquila.

Empezaron con conversaciones casuales sobre proyectos y lecturas. Pronto, esas charlas se extendieron a la hora del almuerzo y las tardes en la biblioteca. Sahir no intentó ser Ron; no la consoló ni la aconsejó sobre Enzo. En cambio, le hablaba de sus pasiones: la astronomía, la música clásica y la compleja belleza de las matemáticas. Con él, Lori podía hablar de arte sin sentir que tenía que justificar su pasión. Se reían con facilidad, compartían un sentido del humor irónico y, sin buscarlo, construyeron un puente de entendimiento.

Lo que comenzó como una amistad respetuosa y cerebral pronto floreció en algo más. La conexión entre ellos era innegable, una sincronía perfecta que se manifestaba en el silencio cómodo y en la forma en que sus miradas se encontraban a través del bullicio de la universidad. Un día, después de un café que se prolongó hasta el anochecer, Sahir tomó su mano con naturalidad. Lori no la retiró. No era la conexión explosiva que sintió con Enzo, sino una calidez suave, una sensación de refugio.

—Me gusta estar contigo, Lori —le confesó Sahir, con la honestidad sencilla que la caracterizaba.

—Y a mí contigo, Sahir —respondió ella, sonriendo por primera vez de forma genuina en mucho tiempo.

Así, su relación amorosa se consolidó con la discreción y el respeto que siempre los había unido.

El círculo de apoyo de Lori se expandió. Dafne y Alba recibieron a Sahir con entusiasmo.

—¡Al fin! Alguien que te mira con los dos ojos y no solo con uno quejumbroso —dijo Dafne, abrazando a Lori efusivamente.

—Es tan lindo. Y me encanta que sea tan detallista —agregó Alba, siempre más reservada, pero claramente complacida.

Mientras las risas en la cafetería y los paseos se convertían en la nueva normalidad de Lori, Ron los observaba a distancia. Lo veía sonreír por ella, y se obligaba a estar contento; Lori estaba feliz y eso era lo que importaba. Ron se mantenía como una sombra protectora, feliz de verla recuperarse y, sobre todo, fuera de la vista y las garras de Irina.

Pero Enzo no estaba conforme. Él, en su arrogancia, había estado esperando que Lori se disculpara, que se arrastrara tratando de recuperar la amistad que había roto al "hablar mal" de su prometida. Esperaba ansioso que Lori tratara desesperadamente de recuperar su afecto, pero nada de eso sucedió. Por el contrario, ella se había distanciado sin importarle los años de amistad.

Enzo, sintiéndose herido en su orgullo, tomó la decisión de imponer su presencia como un recordatorio de lo que tuvieron. El chico procuraba encontrarse con Lori en los pasillos, cerca de las aulas de arte, simplemente para hacerla pasar un mal rato con miradas despectivas que la obligaban a bajar la cabeza, sintiéndose pequeña e incómoda.

Todo eso lo notaba Ron desde la distancia y, como un acto de justicia silenciosa, solicitó a las autoridades universitarias que el salón de arte, el lugar favorito de Lori y el punto de encuentro predilecto de Enzo, tuviera una restauración urgente. Esto obligó a Lori a trasladarse a otro edificio, manteniendo una distancia segura. Los planes de Enzo de atormentarla se vinieron abajo.

Irina, que no era tonta, había notado el comportamiento de Enzo. Se llenó de rabia fría al ver la persistencia de él. No era posible que le importara tanto esa "tonta artista" como para buscar encuentros ocasionales que ponían en riesgo su plan. Tenía que cortarlo de raíz.

Una noche, mientras planeaban la luna de miel, Irina se puso seria, manipulando la conversación con astucia.

—Mi amor, ya falta muy poco para nuestra boda —comenzó Irina, deslizando sus dedos por el brazo de Enzo—. Quiero que todo sea perfecto. Que se vea la unión de dos almas que están destinadas a la grandeza.

—Lo sé, se hará como tú decidas, cariño —dijo Enzo, besándole la mano.

—Exacto. Y no quiero distracciones por ahora. Lo principal es que te concentres en el último juego. Estarán ahí los ojeadores de Blackwood University, del Veridian Institute... muchas personas importantes. Tienes que dar tu mayor esfuerzo, porque de eso depende nuestro futuro, ¿entiendes?

—Daré lo mejor de mí, por ti —afirmó Enzo, sintiéndose el héroe de la historia.

Irina sonrió, su plan estaba en marcha.

—Por cierto, estuve pensando en lo que hablamos —continuó Enzo, con un tono de voz cariñoso, buscando agradarle—. Eres una gimnasta maravillosa y estoy seguro de que te aceptarán en cualquier universidad. Lo mereces.

—Lo sé, cariño —dijo Irina con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Luego, inclinó la cabeza, su voz se tornó más vulnerable, su estrategia malvada lista para ser ejecutada.

—Pero... —hizo una pausa dramática— Sabes que mi sueño es ir a Atherton College para estudiar Comunicación y Medios. Su programa es el mejor para mí. Y no soy tan afortunada como tú en el baloncesto, mi historial de gimnasia es bueno, pero mis bajas oportunidades me dejaron fuera de las competencias de élite. Es un riesgo que no me acepten.

Irina apretó la mano de Enzo con una intensidad que parecía angustia, pero que era pura coacción.

—Si tú vas a Blackwood, y yo tengo que quedarme aquí un año más preparándome para volver a aplicar, no sé si podríamos manejar la distancia. —suspiró, mirando hacia un punto distante—. Podría arruinar lo que estamos construyendo. Por eso... Creo que Atherton ... sería la mejor opción. Yo entraría fácilmente por méritos deportivos, y tú tendrías un programa excelente. Así nos aseguramos de estar juntos, en la misma ciudad, con nuestros sueños intactos.

La mirada de Enzo se suavizó con una necesidad protectora. Irina había tocado su fibra sensible: la necesidad de proteger a "su mujer" y la urgencia de mantener su relación.

—No te preocupes. Si Atherton me ofrece algo, será nuestra prioridad. No voy a permitir que te quedes sola. Yo me encargaré de que estemos juntos, te lo prometo —declaró Enzo, sin saber que acababa de caer por completo en la trampa de su prometida.

El rostro de Irina se iluminó con una sonrisa triunfal. Había logrado dos cosas de un solo golpe: asegurarse de que Enzo se centrara en su juego, sin distraerse con Lori, y manipular la elección de su universidad. Ella no solo quería que la aceptaran; quería forzar a Enzo a elegir la universidad que más le convenía a ella, asegurando así la continuidad de su "paquete de estabilidad" y su futuro financiero. La artista tonta ya no era su preocupación; su futuro con Enzo, ahora controlado, lo era todo.