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El CEO VIUDO ENAMORADO EN BORA BORA

El CEO VIUDO ENAMORADO EN BORA BORA

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Yaoi / Amor a primera vista / Romance
Popularitas:7.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

Arim Dan Kim Gwon, un poderoso CEO viudo, vive encerrado en una rutina fría desde la muerte de su esposa. Solo su pequeña hija logra arrancarle sonrisas. Todo cambia cuando, durante una visita al Acuario Nacional, ocurre un accidente que casi le arrebata lo único que ama. En el agua, un desconocido salva primero a su hija… y luego a él mismo, incapaz de nadar. Ese hombre es Dixon Ho Woo Bin, un joven biólogo marino que oculta más de lo que muestra.

Un rescate bajo el agua, una mirada cargada de algo que ninguno quiere admitir, y una atracción que ambos intentan negar. Pero el destino insiste: los cruza una y otra vez, hasta que una noche de Halloween, tras máscaras y frente al mar, sus corazones vuelven a reconocerse sin saberlo.

Arim ignora que la mujer misteriosa que lo cautiva es la misma persona que lo rescató. Dixon, por su parte, no imagina que el hombre que lo estremece es aquel al que arrancó del agua.

Ahora deberán decidir si siguen ocultándose… o si se atreven a dejar que el amor, como los latidos bajo el agua, hable por ellos.

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Recordando el pasado

Se recordó a sí mismo que no debía. Que el amor era una trampa. Que él no estaba hecho para segundas oportunidades.

Pero la imagen de Dixon en la pista, sonrojado al verlo con Sakura, riendo nervioso, apretándole la mano como si no quisiera soltarlo, volvió a quemarle el pecho.

Arim volvió a sentarse al lado de su hija, mirándola dormir.

—Tu mamá se fue porque asi lo quiso el cielo y seguro ya no la ves porque entendió que estaremos bien—susurró, acariciando la mejilla de Sakura—. Y yo… yo no sé si puedo con esto, pequeña. Quiero abrirle la puerta a alguien como Dixon, pero tengo miedo de que mi familia se lo ponga dificil.

El avión siguió avanzando, y él se quedó despierto todo el trayecto, dividido entre el dolor de lo que había perdido y la esperanza peligrosa de lo que tal vez estaba naciendo.

Tahití los recibió con un cielo despejado. Sakura despertó sonriendo, como si la confesión de antes le hubiera quitado un peso de encima.

—Tengo hambre, papá —dijo con voz soñolienta.

Arim rió, besándole la frente.

—Eso significa que todo está bien. Vamos a un restaurante antes de ir a la mansión. Debes prometerme ponerte al día. Estuvimos como dos semanas fuera.

—Si papá me pondré al día.

Al llegar al restaurante, Arim pidió un desayuno para los dos, y mientras la niña devoraba panqueques, él no pudo evitar mirar el celular sobre la mesa.

Un mensaje no leído brillaba en la pantalla.

Era de Dixon.

"¿Ya llegaron? Escríbeme cuando estés en Tahití. Y… cuida mucho a Sakura. La próxima vez quiero verlos a los dos."

Arim respiró hondo, cerrando los ojos un instante.

Lo sabía. Por mucho que se negara, Dixon ya estaba ahí, enredándose en cada parte de su vida. Y aunque el miedo lo consumía, había algo dentro de él que le susurraba que quizá… solo quizá… valía la pena arriesgarse esta vez.

El mar siempre había sido su refugio. Ese día no fue diferente. Arim recordaba con precisión mientras disfrutaba su café y miraba a Sakura, cómo la arena caliente se le metía entre los dedos y cómo el sol hacía brillar el cabello oscuro de su esposa. Ella reía, sujetando a Sakura, que apenas caminaba, mientras las olas pequeñas jugaban a empujarle los tobillos.

—¡Arim, ven, que la niña quiere saltar! —gritó ella, levantando a la bebé con los brazos extendidos.

Arim se acercó, aún con esa sonrisa fácil que solo le pertenecía a ella. La rodeó por la cintura, la besó en la sien, y juntos hicieron que Sakura chapoteara entre las olas.

—Mírala —susurró su esposa—. Tiene tu fuerza.

—Y tu sonrisa —contestó él, con la voz cargada de orgullo.

Había paz en ese instante. Una paz tan real que él jamás pensó que terminaría. La risa de su esposa, clara como campanas, se le quedó tatuada en la memoria.

Más tarde, cuando el sol caía, los tres se sentaron sobre una manta con comida sencilla: frutas, pan y jugo. Sakura balbuceaba, manchándose las mejillas de pulpa de mango, mientras ellos se miraban como si el mundo entero fuera solo suyo.

—Prométeme algo —le dijo ella de pronto, con una seriedad inesperada.

Arim la miró, con la frente fruncida.

—Lo que quieras.

—Si alguna vez yo falto… —ella bajó la vista, acariciando la manita pegajosa de Sakura—, no dejes que nuestra hija crezca sola. No te encierres en ti mismo.

Él rió nervioso, tomándola del mentón para obligarla a mirarlo.

—No digas tonterías. No te va a pasar nada.

—Prométemelo, Arim.

Su voz fue tan firme que no le quedó otra opción.

—Te lo prometo. Ya deja eso. Descansa un poco.

No sabía que esa sería la última vez que ella le pediría algo.

Dias después, el accidente. El caos. La llamada que partió su mundo en dos.

Arim no recordaba mucho del hospital. Solo la frialdad del pasillo, las voces lejanas, la sensación de que el tiempo se había roto. Y luego, el silencio final.

La promesa quedó grabada como hierro en su pecho, un recordatorio constante de que debía seguir, aunque no quisiera.

Por años, cumplió con lo básico: cuidar a Sakura, trabajar, respirar. Pero nunca había abierto la puerta a nadie más. Nunca hasta Dixon.

De regreso a la mansión Arim se removió en el asiento del vehículo, mirando a su hija. Dormía tranquila, sin rastro de esas visiones que la atormentaban.

Las palabras de su esposa regresaron con un peso renovado. “No te encierres en ti mismo.”

Arim cerró los ojos. Tal vez había llegado el momento de cumplir con esa promesa de verdad.

Una semana después.

El agua del acuario brillaba bajo las luces artificiales, como si quisiera imitar el mar abierto. Dixon caminaba de un tanque a otro, con la libreta en mano, anotando resultados.

—Ya, chicos, tranquilos —decía mientras lanzaba peces a los delfines que saltaban felices—. A ustedes no les importa si alguien me llama o no, ¿verdad? Con que les den sardinas son los más leales del mundo.

Uno de los delfines chilló fuerte, salpicándole la bata de trabajo. Dixon soltó una risa amarga.

—Eso fue un “sí”, ¿cierto? Ya lo entendí…

Había pasado una semana desde que Arim se fue de Bora Bora. Una semana en la que cada noche recordaba sus besos, la presión cálida de sus manos, la forma en que lo había mirado como si realmente fuera alguien importante. La forma en que hicieron el amor. Y, para su desgracia, también recordaba cada duda, cada miedo.

Mientras terminaba de alimentar a los animales, regresó a su escritorio. El lugar estaba desordenado: papeles con números de salinidad, envases vacíos de café y un teléfono al que no se atrevía a darle “marcar contacto”.

El nombre estaba escrito en pantalla: Arim. Número completo. Había pensado ponerle algo neutral, como “Cliente Bora Bora” o “Sakura’s dad”, pero no pudo. Cada vez que veía ese nombre brillando ahí, se le revolvía el estómago.

Se dejó caer en la silla, estirando las piernas hasta apoyar los pies sobre el escritorio.

—Qué estupidez —murmuró—. Si quiere llamarme, lo hará. Y si no… pues ya está, regresaré a Bora Bora. Hay más días que longaniza adelante.

Comenzó a balancear la silla, dándole impulso con los pies, como si eso pudiera sacudir las dudas de su pecho. Tan distraído estaba que no notó cómo el celular resbaló lentamente hasta caer con un golpe seco al suelo.

—¡Mierda! —exclamó, inclinándose de golpe.

El teléfono vibró en su mano cuando lo recogió. Parpadeó una, dos veces, incrédulo.

Llamando a… Arim.

—¡No, no, no, no! —jadeó, apretando botones al azar—. ¡Esto no puede estar pasando!

Pero ya era tarde. La línea se había abierto.

—¿Dixon? —la voz grave, profunda, le atravesó como un rayo.

Dixon se congeló, sintió que la sangre se le iba a los pies. Tragó saliva con tanta fuerza que hasta los delfines lo escucharon.

—Ehh… hola… —murmuró con voz insegura, maldiciendo cada célula de su cuerpo—. Esto… fue un accidente, se me cayó el teléfono.

Hubo un silencio al otro lado. Un silencio tan largo que Dixon pensó en colgar y fingir que la llamada nunca había existido. Pero entonces escuchó la risa suave de Arim.

—Me alegra que tu teléfono tenga tan buen instinto —dijo él, con una calma que lo desarmó—. Justo estaba pensando en ti. ¿Dónde estás?

Dixon se tapó la cara con la mano libre, hundiéndose en la silla.

—No digas esas cosas, ¿quieres? Me haces sentir como un idiota. Llegué en la mañana al acuario.

—Eres el idiota más guapo que he visto ¿Podemos vernos más tarde?—replicó Arim sin dudar.

Los delfines chillaron otra vez, como si aplaudieran el comentario. Dixon apretó los ojos, deseando que el suelo lo tragara, aunque en el fondo una parte de él sonrió.

—Estás insoportable...tengo mucho trabajo atrasado pero estaré libre en la noche—dijo, con la voz más baja.

—Bien ¿Y tú? —preguntó Arim, serio de pronto—. ¿Estás bien? ¿Me extrañas un poco, al menos?

Dixon no contestó enseguida. Miró el agua azulada del tanque, donde los delfines nadaban en círculos. La respuesta estaba en su pecho, retumbando fuerte.

—Más de lo que debería —confesó finalmente, con un hilo de voz.

Del otro lado, se escuchó la respiración honda de Arim.

—Entonces no dudes en llamarme cuando sea a la hora que sea—pidió él—. Realmente quiero verte. Tuve una semana muy ocupada.

Dixon cerró los ojos. El corazón le golpeaba como si hubiera corrido kilómetros.

—Te espero entonces, tengo una habitación libre en el área de empleados. Mañana es lunes el acuario está cerrado, así que no habrá problemas—susurró, sonriendo apenas.

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Maru19 Sevilla
Muy aventado el amigo 😂
Maru19 Sevilla
Todo está muy bien y va estar mejor cuando Arim se sacuda a su perniciosa familia 😂😂😂
Maru19 Sevilla
Arim está muy manipulado
Maru19 Sevilla
Cuánta pasión 🥰🥰
Maru19 Sevilla
Que descanses autora🥰
💖
La nana quiere al jefe
💖
Ya entendí es homosexual
💖
Una protagonista vestido de hombre /CoolGuy/
Erika Estrada
me encanta ojalá puedan estar juntos los tres 🤭
Maru19 Sevilla
Que bonito capítulo 👏
Maru19 Sevilla
Que posesivo! 🤭🤭🤭
Erika Estrada
entiendo a Sergey pero en el corazón no se manda y espero que ahora sí el domador de Delfines saque la casta que debe🤭
Erika Estrada
OMG por qué no hay hombres así en mi pueblo ☺️☺️
Yandi Perea Maturana: esos hombres solo existen y están en noveltoon🤣😂🤣😂🤣😂
total 1 replies
Maru19 Sevilla
Jajajaja que buen capitulo
Mckasse Escritora
🥰🥰🥰🥰🥰gracias por leer
Maru19 Sevilla
Me encantan tus novelas autora /Heart/
Maru19 Sevilla
A poco no le tentación, saber quién es /Slight/
Maru19 Sevilla
Ni modo a recetearse Alfa
Mckasse Escritora: jajaja está buena esa
total 1 replies
Maru19 Sevilla
Ah, pillines/Drool/
Maru19 Sevilla
Picarones/Chuckle/
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