Dimitri Volkov creció rodeado por la violencia de la mafia rusa — y por un odio que solo aumentaba con los años. Juró venganza cuando su hermana fue obligada a casarse con un mafioso brutal. Pero lo que Dimitri no esperaba era la mirada fría e hipnotizante de Piotr Sokolov, heredero de la Bratva... y su mayor enemigo.
Piotr no quiere alianzas. Quiere a Dimitri. Y está dispuesto a destruir el mundo entero para tenerlo.
Armas. Mentiras. Deseo prohibido.
¿Huir de un mafioso obsesionado y posesivo?
Demasiado tarde.
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Capítulo 21
El Monstruo Dentro de Mí
Tras una noche marcada por el placer, la posesividad y el control, la mansión estaba extrañamente silenciosa aquella mañana. El cielo de Rusia amanecía pesado, grisáceo, como si presintiera que algo oscuro se cernía sobre los tejados de la fortaleza de los Mikhailov.
Alexei bajó con Demitre a su lado.
El Dom de Rusia vestía su habitual traje oscuro impecable, el cabello alineado, la expresión fría. Pero sus ojos… sus ojos aún no habían recuperado el color — negros, como la muerte.
Demitre caminaba a su lado, silencioso, pero atento. Él sabía: aquella mañana aún cargaba los ecos de lo que había sucedido en la habitación. De la rabia. De la amenaza. De la posesión.
Y de las promesas silenciosas intercambiadas entre besos y miradas.
En el comedor, Nikolai ya los aguardaba. Se levantó en cuanto vio a Alexei.
— Dom Mikhailov... — dijo con respeto, pero un leve temblor en la voz.
Alexei no respondió.
— El soldado que entró en su habitación ayer… estaba a mis órdenes, señor.
— Su voz sonaba firme, pero sus ojos revelaban el miedo. —
Fue enviado para advertirle que… un enemigo en común sabe sobre Demitre.
Planean invadir Rusia. Quieren su punto débil.
Silencio.
Alexei se mantuvo de pie, el cuerpo inmóvil.
Pero sus ojos… se oscurecieron aún más.
Era como si el agujero negro que existía dentro de él se abriera, amenazando con engullir a todos en aquella sala.
— ¿Punto débil? — repitió, en un tono tan bajo que resonó en los huesos.
Demitre lo miró, sintiendo la tensión crecer, como el presagio de una explosión.
Alexei dio un paso adelante.
— Demitre no es mi punto débil. — Miró directo a los ojos de Nikolai. —
Él es lo que despierta mi deseo de matar.
Es él quien despierta el monstruo que habita en mí.
El aire se volvió denso. Los soldados en los laterales de la sala no osaban siquiera respirar.
— Entonces que vengan.
— Su voz se volvió cortante. —
Y van a conocer el infierno.
En ese exacto momento, dos figuras entraron en la sala.
Vladimir Petrov — el padre de Demitre.
Y Viktor Mikhailov — el padre de Alexei.
Vladimir, al ver a su hijo de cerca, se detuvo. Sus ojos se fijaron en las marcas en el cuello de Demitre.
Marcas de dedos. De dominio.
De Alexei.
— ¡¿Pero qué es esto?! — su voz explotó como un trueno.
Demitre alzó los ojos, sorprendido.
— Padre, no…
— ¡¿Te atreviste a marcar a mi hijo?! — Vladimir se volvió hacia Alexei, furioso, listo para atacar.
Pero antes de que pudiera avanzar, Viktor alzó una mano.
— Basta. — dijo, con autoridad.
— ¡¿Vas a defender esto, Viktor?! — rugió Vladimir.
— Sí.
— La voz de Viktor era firme, implacable. —
Porque tu hijo ya no es solo tu hijo. Él es el compañero del futuro Dom de Rusia.
Él es mi yerno.
Y nadie toca lo que es suyo.
Ni siquiera tú.
Demitre contuvo la respiración.
Vladimir miró de uno a otro, impactado. Y luego a su hijo, que permanecía al lado de Alexei, sin huir. Sin esconderse.
Alexei, por su parte, puso la mano en la espalda de Demitre y lo acercó más, de forma posesiva, pero protectora.
— Si alguien osa tocarlo de nuevo...
— Su voz era baja, mortal —
No tendré piedad. Ni de sangre. Ni de pasado. Ni de alianzas.
Vladimir apretó los puños, pero Viktor avanzó un paso adelante y susurró algo al oído de él — algo que nadie más oyó.
El viejo Petrov, entonces, solo asintió, mirando una última vez a Demitre… y alejándose.
La guerra estaba viniendo.
Pero antes de ella…
El propio infierno tendría que pasar por Alexei Mikhailov.
El desayuno en la mesa de mármol de la mansión Mikhailov estaba servido, pero nadie osaba tocar nada. La atmósfera era de plomo.
Alexei estaba sentado a la cabecera de la mesa con Demitre a su derecha. Las marcas en el cuello del más joven aún estaban visibles, aunque Demitre no parecía avergonzarse. Al contrario, mantenía el mentón erguido, como quien acepta y desafía todo aquello.
Alexei aún no había vuelto a la normalidad.
Sus ojos continuaban sin vida, negros, e incluso Viktor, su padre, observaba al hijo con la debida distancia que se debe tener ante un depredador.
— ¿Estás seguro de que quieres involucrarlo en todo esto, Alexei? — preguntó Viktor, sin alterar el tono.
— Él ya está involucrado. — respondió el Dom, sin dudar. — Y nadie me lo quita.
Demitre sintió un escalofrío. Aquel hombre era un monstruo, pero era su monstruo ahora. Él no podía negar lo que sentía — algo entre miedo, deseo y una extraña seguridad.
Fue entonces que Nikolai regresó, jadeante, sosteniendo un sobre negro.
— Mi Dom, esto fue dejado en el portón principal… sin que nadie lo notara.
Alexei tomó el sobre con calma. Sus dedos estaban fríos.
Lo abrió. Dentro, había solo una única hoja, escrita a mano:
> "Todo hombre tiene un precio.
El suyo es Demitre Petrov.
En breve, vamos a ver lo que usted está dispuesto a sacrificar por él."
— Sombra
Silencio mortal.
Demitre sintió el cuerpo helarse. Sombra. El nombre no era extraño. Uno de los criminales más crueles de Europa Oriental. Alguien que ya había intentado acercarse a los Mikhailov años atrás — y fue expulsado por Alexei sin piedad.
Alexei lentamente dobló el papel, la mirada aún fija en él. Entonces lo quemó con el encendedor dorado encima de la mesa.
— Que refuercen los portones.
— Su voz era baja y cargada de sangre. —
Que tripliquen la seguridad.
— Sus ojos se volvieron hacia Demitre. —
Y que preparen la sala roja.
Porque si él osa tocar un cabello de lo que es mío… va a implorar por la propia muerte.
Demitre contuvo la respiración.
Alexei se volvió hacia él y, con un gesto firme, sostuvo su mentón con una de las manos, haciéndolo encararlo.
— Tú eres mi guerra, Demitre.
— Su voz salió más baja, más densa. —
Mi obsesión.
Mi paz y mi infierno.
Y si alguien quiere arrancarte de mí, dejo el mundo en ruinas.
Demitre sintió el estómago hundirse. Por un segundo, tuvo miedo. Pero luego después, ese miedo se mezcló a algo más… profundo, prohibido y arrebatador.
Deseo.
— Y tú, Demitre…
— Alexei susurró, inclinándose más —
¿hasta dónde irías… por mí?
Demitre sintió el calor subir en su cuerpo.
Pero antes de que pudiera responder, un soldado entró a las prisas en la sala.
— ¡Dom Mikhailov! La Sombra… él atacó una de las fronteras. Estamos bajo invasión.
La guerra había comenzado.
Y ella era personal.