Elizabeth Handford vive en la casa del frente, es una mujer amable, elegante, pero sobre todo muy hermosa.
La señora Handford ha estado casada dos veces, pero sus dos esposos ahora están muertos.
Sé que oculta algo, y tengo que descubrir qué es, especialmente ahora que está a punto de casarse de nuevo.
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21: Luz en las sombras
Veo a Joe poner su mano sobre la puerta, y cuando está a punto de dejar caer un golpe en ella, ésta se desliza hacia el interior. Estaba abierta, posiblemente porque ella ya nos estaba esperando. Mis nervios aumentan cuando veo a Joe desaparecer entre la oscuridad de aquella casa que ha apagado todas sus luces. Me mantengo inmóvil en mi lugar, sintiendo las escandalosas gotas de lluvia caer sobre el auto.
No sé qué es lo que debería hacer. No sé si debería ir con la policía, o simplemente escapar y dejarlo todo atrás. No sé si debería apoyar a Joe, o si debería apoyar a la única familia que me queda, y que ha intentado protegerme durante tanto tiempo. La vida de muchas personas está en juego, y soy yo quien debe tomar la decisión final. No puedo luchar contra ellos, pero sí puedo evitar una masacre.
Lo correcto es que vaya a alguna de las casas vecinas, y pedirle a alguien que llame a la policía para detener esto.
Abro la puerta y saco una de mis piernas, sintiendo la fuerte corriente de viento y agua empujarme de regreso al interior. Los rayos se hacen más fuertes, pero a pesar de eso salgo del vehículo y cierro la puerta con fuerza, mirando alrededor cuál de las casas cercanas tiene sus luces encendidas. Noto que mis vecinos de al lado aún parecen estar despiertos, por lo que comienzo a caminar hacia allí. Cuando salgo de la acera de la señora Handford, siento una mano envolver mi cuello para después poner un objeto frío y afilado cerca de mi garganta.
–Te lo dije, hermanita –susurra aquella voz cerca de mi oreja, seguida de una carcajada–. Tienes nuestra sangre en tus venas. Jugaste muy bien mi papel, o eso dijo mamá.
–No fue difícil –susurro mientras permanezco paralizada ante aquel objeto que corta lentamente mi piel–. Tu básica personalidad no es precisamente un reto.
–Aceleraste las cosas, Grace. Ya es hora de que esta mierda acabe.
Su mano libera mi cuello pero siento la punta del cuchillo en mi nuca, mientras ella se pega aún más a mi cuerpo.
–Camina –ordena desde atrás.
Doy un lento giro y comienzo a caminar de regreso a la casa de la señora Handford, con Emily detrás de mí. Subo los escalones del pórtico y después me sumerjo en la aterradora oscuridad que se extiende ante mí, esperando ver alguna señal de Joe. Al entrar, no veo más que una pequeña luz al fondo del pasillo junto a la entrada. Una luz que sale del sótano, guiando mi camino.
Acelero mis pasos cuando siento la punta del cuchillo ejercer más presión en mi piel, hasta que finalmente llego a la puerta del sótano. Emily, aún detrás de mí, me empuja para que comience a bajar los escalones, y así lo hago. Poco a poco empiezo a descender hasta que por fin llego a aquel sitio húmedo y cubierto de polvo. Al levantar la mirada veo a Joe, en el suelo, sentado mientras me observa fijamente con una mirada de impotencia. Emily termina de bajar los escalones y se para a mi lado, provocando en Joe una expresión horrorizada.
–Tal como dijiste, mamá. Vinieron juntos.
La señora Handford sale de un rincón oscuro del sótano, sosteniendo en su mano derecha la pistola que Joe llevaba al entrar. Ahora los dos estábamos desarmados, y nos habíamos convertido en rehenes de las personas que él planeaba vencer. Liz se acerca con una sonrisa de triunfo.
–Lo sospeché en cuanto me dijiste que te ibas del pueblo –dice mientras se acerca a mí. No me atrevo a mirarla a los ojos, sino que mi mirada continúa enfocada en Joe–. Mi esposo se divorcia de mí y una semana después mi vecina decide irse de la ciudad. Una coincidencia un poco inusual.
–Tienes el descaro de llamarnos psicópatas, cuando te acostaste con el esposo de tu propia madre, incluso cuando sospechabas que ella era una asesina serial –susurra Emily con diversión. Veo la mirada confusa en el rostro de Joe, sin comprender qué es lo que sucede.
–¿No notaste el parecido? –le pregunta Liz a su exesposo en medio de una carcajada–. Planeabas escapar del pueblo con mi hija.
–¿Qué mierda es todo esto? –pregunta él, todavía sin lograr comprender lo que está sucediendo. No lo culpo, pues de cierta manera yo tampoco logro entenderlo todo–. ¿Gemelas? ¿Tus hijas?
–Mis hijas… –repite ella, con un tono de voz que logra confundirme un poco, pues pareciera que oculta algo más. Se aleja de mí para después caminar lentamente hacia Joe, que permanece sentado a un par de metros. Al llegar hasta él, Liz apunta el arma hacia su cabeza, y entonces siento cómo mi pulso se acelera–. Niñas, quiero que conozcan a su padre.
Sus palabras provocan que todo el interior del sótano quede sumido en un silencio aterrador. No logro moverme. No logro emitir ni un sólo sonido o movimiento. Emily, a mi lado, se encuentra en la misma situación. Joe es quien parece digerir la noticia de la peor manera, pues pasados unos segundos gira su rostro y comienza a vomitar, mientras su piel se pone pálida. Liz sonríe con cinismo, y después dirige su mirada hacia mí sin dejar de apuntar la pistola hacia el mayor.
–Lamento decirte esto, Grace, pero… Tuviste sexo con tu propio padre.
No logro contener más las lágrimas que caen por mi rostro. Retrocedo inmediatamente, con la esperanza de poder escapar, pero siento la punta del cuchillo de Emily presionar mis costillas, por lo que dejo de moverme. El único sonido dentro del sótano es de las arcadas de Joe y mis sollozos. Lo que hemos hecho es repugnante, y ya no hay forma de enmendarlo.
–¿Él es nuestro padre? –pregunta Emily, aún bastante sorprendida–. ¿Cómo?
–En esa época, cuando los hijos de puta que consideraba mis mejores amigos se cansaron de abusar de mí, decidieron venderme como si fuera una mascota –comienza a narrar, aún con el cañón del arma en dirección a la cabeza de Joe, que finalmente ha logrado calmarse un poco más–. Había una familia muy interesada. Una pareja que quería darle como obsequio a su hijo de veinte años un juguete sexual con el que pudiera cumplir sus más oscuros fetiches y perversiones.
Observé el rostro de Joe, intentando ver en él algo que me dijera que no era cierto, que él no era el monstruo que Liz estaba exponiendo ante mí, pero no vi en su mirada nada más que vergüenza y arrepentimiento.
–Me encadenaron a un sótano sucio y abandonado, donde ni siquiera había luz. Cada noche, ese enfermo chico bajaba al sótano y me obligaba a hacer cosas que… Ni siquiera quiero mencionar ahora. Siempre lo hacía con las luces apagadas, no sé por qué. Supongo que de cierta manera le avergonzaba la idea de ver a los ojos de la persona cuya vida estaba destruyendo. Cada noche, la situación se repetía, con nuevas ideas que… Me hacían desear la muerte. Intenté suicidarme varias veces, pero siempre fallé. Ellos siempre estaban ahí para impedir que su compra fuera desperdiciada. Me querían viva. Intenté defenderme varias veces, incluso estuve a punto de cortarle la garganta, pero sólo logré crearle una pequeña cicatriz en la mandíbula.
Joe comenzó a llorar, y Liz simplemente se limitó a mirarlo con asco.
–Un año después quedé embarazada, y las cosas cambiaron. Él comenzó a visitarme con menos frecuencia. Tal vez le daba asco estar con una mujer embarazada. Mi vientre comenzó a crecer, y mi miedo por lo que me esperaba iba en aumento. Nunca fue un doctor a verme, o a verificar que las cosas estuvieran bien. Estuve en ese sótano oscuro, sufriendo mi embarazo, hasta que llegó el momento de dar a luz. Entonces llegaron ustedes.
–Yo no lo sabía en ese momento –interrumpió Joe entre sollozos, mientras negaba con la cabeza–. Mis padres no me lo dijeron. Me prohibieron bajar. Si lo hubiera sabido las cosas serían diferentes.
–Cuando nacieron –continuó Liz, ignorando sus palabras. Vi cómo sus ojos se llenaron de lágrimas. Por primera vez, lágrimas verdaderas–... pensé que me dejarían ir. Pensé que por fin sería libre, pero estaba equivocada. Las alejaron de mí, y se las entregaron a personas que, supuestamente, cuidarían bien de ustedes. Después de eso, Joe continuó con sus visitas nocturnas, regresándome al infierno una vez más.
–¿Cómo escapaste? –preguntó Emily, cuyo llanto logró sorprenderme. No me di cuenta de lo mucho que la estaba afectando aquella historia.
–Una noche, Joe me preguntó qué había sucedido durante los meses en los que no pudo ir a verme. En medio de la oscuridad, le dije sobre nuestras hijas. Le dije que me las habían quitado. Él me ayudó a escapar, una noche en la que sus padres no estaban en casa. Me dio dinero suficiente para que me fuera, y para que no permitiera que nadie me encontrara. Él y yo nunca vimos nuestros rostros, pero no fue necesario, porque lo tuve en mis pensamientos cada día. Sólo podía imaginar la manera en la que lo haría sufrir algún día. A él y a los que me metieron en esa situación.
–No hay un solo día que no lamente lo que hice –susurra Joe, provocando que el dolor en mi pecho empeore. Esperaba que diera una explicación al respecto, o que negara todo lo que Liz acababa de decir sobre él, pero no fue así. Todas esas cosas eran ciertas. Todo lo que él y su familia hicieron, provocó que Emily y yo tuviéramos vidas desastrosas. Él nos arruinó la vida antes de que lo conociéramos.
Y lo peor de todo, era que yo había comenzado a amarlo.
–Tus lamentos no me interesan. Ya obtuve lo que necesitaba. Maté a tu hija y a tu ex esposa. Te lo digo por si te quedaba alguna duda –contesta Liz–. Lo único que quería era tu dinero, y alejarme de esta mierda con mis hijas, pero ya no importa. Puedo matarte y hacer lo mismo. Ahora que las tres estamos juntas, ya no me interesa nada más.
Liz le quita el seguro al arma, y entonces pone su dedo en el gatillo, lista para disparar a la cabeza de Joe. No sé por qué, pero mi cuerpo se movió por sí solo a una velocidad que incluso a mí me tomó por sorpresa. Corrí hacia mi madre y me lancé sobre ella, haciendo que nuestros cuerpos cayeran al suelo al mismo tiempo que ella disparaba. La bala pasó detrás de Joe y llegó a la pared de ladrillos en un rincón. Él se levantó rápidamente y corrió hacia Emily, embistiendo su cuerpo para hacer que chocara contra el muro detrás de ella. Al soltar el cuchillo, Joe lo tomó, y después comenzó a correr hacia la señora Handford, que estaba acostada junto a mí.
Rápidamente, me arrastré hasta la pistola que cayó a mi lado y apunté hacia las piernas de Joe, presionando el gatillo y haciendo que la bala atravesara su muslo derecho. Cayó de rodillas frente a nosotras, aún sosteniendo el cuchillo. Yo me puse de pie lo más rápido que pude, y Liz imitó mi acción. Joe también intentó incorporarse y Emily se acercó lentamente. Los tres se pararon frente a mí, mientras yo apuntaba frenéticamente la pistola hacia cada uno de ellos, con mis manos temblorosas.
–Grace –dijo Emily–. Deja de hacer estupideces, nosotras somos tu familia.
–Grace, sé que estuvo mal lo que hice –comenzó a hablar Joe, mientras yo continuaba retrocediendo. Poco a poco empecé a acercarme a los escalones–, pero mi amor por ti siempre fue sincero. He cambiado. No soy la persona que fui en esa época.
–Mátalo, Grace –dijo Elizabeth, con completa seguridad y dirigiéndome una sonrisa–. Sus padres estaban involucrados con el tráfico de personas. ¿Qué crees que hace él en la empresa que heredó de ellos? ¿Para qué crees que utiliza su compañía de transporte de mercancías? Hazle estallar el cráneo de la misma manera que lo hiciste con Cowan y su hijo. Acaba con esto y seamos la familia que siempre quisiste tener.
Mi pie sube el primer escalón, mientras la pistola continúa moviéndose de un lado a otro. No logro dejarla en un punto fijo, pues tomar una decisión es casi imposible para mí. No logro pensar con claridad, y aquel disparo seguramente ya ha alertado a los vecinos. Es cuestión de tiempo para que la policía llegue y resuelva esto. Subo un escalón más, bajo la atenta mirada de las tres personas frente a mí.
–Lo siento –murmuro a nadie en específico, para después dar media vuelta y comenzar a subir las escaleras a toda prisa, empuñando con fuerza la pistola. Escucho sus pasos apresurados detrás de mí, pero antes de que me alcancen logro salir del sótano y cerrar la puerta. Por suerte, la llave se encuentra dentro del cerrojo, por lo que la giro y logro asegurar la única escapatoria que ellos tienen. Me paro frente a la puerta, sintiendo los latidos acelerados de mi corazón. Sólo debo esperar a que llegue la policía, y entonces todo estará solucionado.
Intento tranquilizarme, pero se convierte en una misión imposible cuando escucho gritos y quejidos dentro del lugar, además de golpes en las paredes. Recuerdo que Joe tiene un cuchillo, y además su cuerpo robusto haría sencillo vencer a las dos mujeres que intentan enfrentarlo. Lograron desarmarlo antes porque lo atacaron desprevenido, pero no estoy segura de que ahora tengan la misma suerte. Es posible que ellas logren quitarle el arma y usarla contra él, como también es posible que él las asesine a las dos. La policía llegará pronto, pero comienzo a darme cuenta de que posiblemente habrá uno o dos cadáveres para cuando alguna patrulla haga su aparición.
Observo la pistola en mis manos, siendo el único objeto capaz de darle fin al duelo que se desata dentro del sótano. Debo elegir. Debo elegir ahora mismo qué camino tomaré, pero… ¿Cómo podría? ¿Cómo podría elegir a Joe, sabiendo que es mi propio padre y que abusó durante más de un año de la mujer que me dio la vida? ¿Cómo podría elegir a Elizabeth y Emily, sabiendo que han asesinado a una gran cantidad de personas y que después de esto las tres nos convertiremos en fugitivas? En este momento, la vida tranquila a la que yo estaba acostumbrada ha dejado de existir. Sea cual sea el final de todo esto, mi vida ya nunca volverá a ser la misma. Ya nunca tendría calma otra vez. La muerte de mis padres me brindó un tiempo de tranquilidad, pero ahora que conozco la historia detrás de eso, sé que ese tiempo pacífico no fue más que una fachada, pues mi verdadera familia estaba luchando por traer justicia a mi vida. Justicia es lo que merezco luego de sufrir una infancia dolorosa por parte de mis supuestos padres. Justicia es lo que merece mi hermana por haber sido abandonada a su suerte. La justicia es lo que merece Elizabeth después de las torturas a las que fue sometida, y el viaje que emprendió para llegar a mí.
Las tres merecemos esa justicia. Merecemos ver arder a aquellos que se encargaron de arruinarlo todo para nosotras. Mi amor por Joe fue real, pero también lo es el odio que siento ahora por lo que ha hecho. No puedo permitir que asesine a las únicas dos personas que aún me quieren en sus vidas. Él me quitó la oportunidad de tener una familia, y ahora voy a tomarla otra vez.
Empuño la pistola con fuerza, giro la llave del cerrojo, y después abro la puerta, apuntando la pistola hacia abajo. Escucho los gritos en el interior y comienzo a bajar las escaleras a toda prisa, encontrándome con la batalla a muerte que hay frente a mí. Emily se encuentra acostada en el suelo, levantándose poco a poco mientras su rostro ensangrentado comienza a hincharse debido a algunos golpes. Elizabeth está en un rincón del sótano, forcejeando con Joe, que intenta clavar el cuchillo en su cuello.
Apunto el arma y disparo sin pensarlo un segundo más, viendo cómo la bala se impacta en el brazo de Joe y lo arroja al suelo, soltando el cuchillo. Liz me mira con sorpresa, y después sujeta el afilado objeto para acercarse a su atacante. Cuando está a punto de apuñalarlo, Joe la patea con fuerza en el vientre y la hace caer hacia atrás, golpeándose en la cabeza. Veo cómo él se levanta, agarra el cuchillo con su brazo sano y corre hacia mí. Su rápido movimiento me toma por sorpresa, y cuando estoy a punto de apuntarle con el arma, clava el cuchillo en el mismo hombro donde tiempo atrás sufrí una fractura, haciéndome soltar un alarido a la vez que el arma cae de mi mano.
–Te amo, Grace –susurra cerca de mis labios cuando finalmente dejo de gritar–. Pero amo más vivir, y sobre todo, mi libertad.
Arranca el cuchillo de mi hombro y me empuja hacia el suelo. Cuando veo que se agacha para recoger la pistola, una silueta aparece y salta sobre su espalda para después envolverlo con sus piernas. Emily comienza a golpearlo una y otra vez con sus puños, mientras desliza sus afiladas uñas por el rostro de su adversario, arrancando pedazos de piel. Joe se mueve de un lado a otro, intentando quitársela de encima, pero sin soltar el cuchillo. Siento la sangre recorrer todo mi brazo, pero logro ponerme de pie y acercarme al arma. Para ese momento, la señora Handford ya ha logrado recuperarse del golpe en su cabeza, y finalmente comienza a levantarse.
Sujeto el arma y la apunto hacia Joe, pero es imposible dispararle mientras da vueltas con Emily sobre él. No quiero lastimarla, por lo que me quedo paralizada sin saber qué otra cosa hacer. Elizabeth me observa fijamente, comprendiendo qué es lo que planeo. Sabe que ahora estoy de su lado, y que mi objetivo en este momento es salvarla junto a mi hermana. Mientras aún me observa, asiente con la cabeza, dirigiéndome una sonrisa. Yo le regreso el gesto, y entonces veo cómo corre hacia Joe, y lo ataca por el frente.
Joe clava el cuchillo en una de las piernas de Emily que envolvían su abdomen. La chica suelta un grito y finalmente lo deja libre de su agarre, cayendo en el suelo y resbalando en un charco de agua. Elizabeth lo envuelve en sus brazos y acerca su rostro hacia él. Dejándome completamente impresionada, la señora Handford clava sus dientes en el cuello de Joe, y vuelve a retirarlos mientras su boca permanece cerrada, llevándose con ella una gran cantidad de piel y tejidos que desprenden abundantes cantidades de sangre. Joe, como defensa, comienza a apuñalarla, una y otra vez. El cuchillo se clava en el vientre de Elizabeth, luego en su pecho, luego en sus costillas, y cuando la apuñala en el corazón veo cómo su cuerpo se desploma, escupiendo el pedazo de carne que ha arrancado del cuello de Joe.
El mayor me mira fijamente, mientras dirige su propia mano a la herida creada por la señora Handford. Su cuerpo se tambalea, y entonces comienza a correr débilmente hacia mí. Apunto el arma y disparo hacia uno de sus brazos, haciendo que suelte el cuchillo y caiga de costado en el piso. Un disparo bastaría para asesinarlo sin sufrimiento alguno, pero no es suficiente. Yo quiero verlo sufrir.
Suelto la pistola y camino hacia él, agarrando el cuchillo en el camino. Me pongo de cuclillas a su lado, y entonces levanto el objeto hacia arriba, para después dejarlo caer repetidas veces en su torso. Veo el filo ensangrentado perforar su cuerpo mientras las abundantes cantidades de sangre me salpican por completo, especialmente mi rostro. Lo apuñalo una vez, dos veces, hasta que finalmente pierdo la cuenta. Veo cómo comienza a escupir sangre a borbotones, y su cuerpo poco a poco pierde movilidad.
Cuando mi brazo empieza a sentirse cansado, saco por últma vez el cuchillo, y lo dejo caer a mi lado mientras siento mis lágrimas mezclarse con la sangre de mi rostro. Me siento en el suelo, observando el cuerpo de Joe frente a mí, totalmente cubierto de aquel espeso líquido rojo. Veo cómo su pecho sube y baja, cada vez más lento, mientras continúa tosiendo débilmente la sangre que se ha acumulado en su garganta. Pasados un par de segundos, su respiración finalmente se detiene, para siempre.
Escucho los gritos de Emily a mi lado, mientras corre hacia Liz, que se encuentra en el suelo a poca distancia. Me dirijo a gatas hacia ella, observando cómo también comienza a expulsar sangre de su boca. Joe la dejó herida gravemente, y me cuesta creer que logre salvarse de esta situación.
–Escuchen –dice ella con voz ronca, intentando hablar con claridad. Me acerco con lentitud, sentándome junto a Emily–. Tenemos que irnos. La policía vendrá pronto. Em, ve a mi cuarto. Sabes la combinación de la caja fuerte. Saca todo. Ahí están las identidades que tendrán que asumir a partir de ahora, y con ese dinero tendrán suficiente para empezar de nuevo en otro lado. También está la lista, Em, no la olvides.
Emily asiente con la cabeza y se pone de pie para seguir sus órdenes, pero antes de irse, Liz la sujeta de la mano y la obliga a mirarla a la cara una vez más.
–Te amo, Emily. Nunca olvides eso –susurra mientras varias lágrimas se deslizan por su piel cubierta de moretones.
–Yo igual –responde ella, llorando de la misma forma–. No tardaré. Las tres nos iremos pronto.
Y sin decir más, veo cómo se levanta con dificultad y sube corriendo los escalones, dejándome a solas con la señora Handford. Mantengo mi mirada fija en ella, notando que ahora mi percepción ha cambiado completamente. Ya no la veo como aquella vecina escalofriante que identifiqué como un peligro para mí. Ahora se ve diferente. Se ve como la persona que realmente fue todo este tiempo; mi madre.
–Lo hiciste bien –murmura con una sonrisa, enseñando sus dientes ensangrentados.
–Pude haberlo matado… Antes de que hiciera esto.
–No voy a sobrevivir, Grace, lo sabes. Tu hermana no lo tomará bien, es un poco terca. Tú eres la más racional, y ella la más impulsiva.
–Me he dado cuenta de eso.
–A pesar de eso, ella es fiel y leal, Grace. Ustedes tendrán que continuar el camino juntas –nuevamente comienza a toser, escupiendo sangre a mi lado–. Tienes que cuidar de ella. Promete eso.
–Lo prometo.
–Todo esto fue para volver a verlas a ambas reunidas, Grace. Verlas convertirse en hermanas y… También para destruir a las seis personas que arruinaron mi vida. Ahora, todo eso se ha cumplido. Finalmente he logrado mi objetivo.
–Aún puedo llevarte al hospital.
–Moriré, Grace. El problema es que no moriré lo suficientemente rápido. Dame eso.
Con su mano temblorosa veo cómo señala la pistola que se encuentra junto al cadáver de Joe. Regreso mi mirada hacia ella, negando con la cabeza.
–No haré eso.
–Yo misma lo haré. Emily no se irá si yo sigo con vida, y no puedo ir con ustedes y ser un estorbo. Tengo que morir, y así ustedes continuarán con la lista pendiente.
Aunque no comprendo totalmente lo que dice, continúo negándome a la idea. Comienzo a escuchar los pasos de Emily, bajando desde el segundo piso al primero.
–Rápido –susurra con la voz rota.
Me arrastro hacia la pistola, y después la sujeto para ponerla en la mano de Liz. Ella me sonríe mientras las lágrimas continúan saliendo sin control alguno por parte de ambas. Lentamente, dirige su otra mano hacia mi rostro, acariciando mi mejilla.
–Bien jugado, Grace.
Escucho los pasos de Emily al entrar en el sótano y dirigirse hacia nosotras. Yo me pongo de pie y me alejo varios pasos, observando cómo Liz dirige el arma lentamente hacia su cabeza.
–Ya tengo todo –dice Emily mientras se aproxima con una enorme maleta y una billetera en su otra mano. Al verme de pie lejos de Liz, noto la confusión en su mirada–. ¿Qué sucede?
El grito de Emily al ver cómo su madre dispara el arma sobre su propia cabeza me hace correr hacia ella y envolverla en un fuerte abrazo, mientras siento también un fuerte dolor en mi corazón.