Tras sacrificarlo todo para preservar la vida de su hija, se ve obligada a ocultar su supervivencia para enfrentarse a una de las mayores batallas de su existencia: la lucha contra un ejército de no muertos que ansían la muerte de su propia hija.
Decidida a obtener la victoria, Genevieve se embarca en una peligrosa misión para recuperar la corona de su abuelo, el último rey de los tritones, arrebatada por el hombre que la mantuvo prisionera y la sometió durante años. En su odisea, se cruza nuevamente con el padre de su hijo por nacer, cuya muerte lo dejó desolado.
¿Logrará Genevieve reclamar la corona perdida y garantizar la seguridad de su familia frente a las fuerzas de la oscuridad?
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CAPÍTULO 20
A la par que todo aquello ocurría, Somnus, quién ni siquiera iba a mitad de camino, terminó cayendo de su caballo a gran velocidad. Gladiolus bajó y corrió para ayudar al rey, dándose cuenta de que algo malo estaba pasando con la raíz mágica de este.
—¡Su majestad!—gritó Gladiolus.
Impotente, el hombre observó como el cuerpo inconsciente de Somnus se desvanecía en miles de orbes dorados hacia el cielo. Lo mismo ocurría con el cuerpo de Genevieve.
Sintiéndose vencedora de aquella batalla, Erin sacó una vasija para sellar tanto a su antiguo esposa como a la madre de su hijo.
—¡Qué tontos!—exclamó en una sonrisa.
Mientras los orbes que antes conformaban los cuerpos de ambos entraban a la vasija, Erin no dejaba de sonreír; sin embargo, mientras los demás soldados seguían luchando contra los no muertos, no se dio cuenta que un extraño hombre de cabello negro y largo la observaba desde atrás.
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Gladiolus, sin saber lo que había ocurrido, tomó el mando de las fuerzas del rey hasta que, después de 1 día y medio, lograron llegar a la ciudad, donde la extraña barrera seguía en el centro.
Logrando entrar con facilidad, haciéndose frente contra decenas de no muertos, Gladiolus logró llegar hasta el punto exacto de la grieta donde salieron Máximo y Erin.
—¿Señorita?—preguntó Gladiolus.
Corriendo hacia una mujer la cual estaba llorando frente a tres cuerpos cubiertos con las casacas de sus uniformes, Gladiolus se dio cuenta de que se trataba de la antigua primera esposa de Somnus.
—¿Reina Angélica?—volvió a preguntar confundido.
—Anisha—respondió la mujer con la cabeza gacha—ahora soy Anisha.
—¿Qué ocurrió?—cuestionó.
—Intentamos luchar—respondió antes de desmayarse—pero ni siquiera mis esposos sobrevivieron...Yuna...no lo logramos.
Aún más inquieto al escuchar el nombre de su esposa fallecida, Gladiolus intentó interrogar más a la mujer herida, pero Anisha había caído producto de su hemorragia.
Mientras dejaba que el equipo médico atendieran a la ex reina, Gladiolus notó que a lo lejos, en la antigua isla de los tritones, un pilar de luz, igual como el que estaba en el centro de la ciudad, se alzaba con fuerza.
Presintiendo que allí encontraría respuestas que necesitaba, Gladiolus dejó que su equipo se encargara del lugar en lo que él tomaba un barco con varios hombres rumbo a la isla. No obstante, cuando estaba a punto de abordar, algo extraño sucedió.
—¿Una tormenta?—preguntó uno de los soldados—¡pero si no es temporada!
—¡A toda máquina, señores!—gritó Gladiolus.
Entendiendo que una fuerza maligna estaba intentando evitar que llegaran a la isla, Gladiolus ordenó ir rumbo al lugar. Aun si fuera peligroso y la lluvia se tornara peor, debían llegar como fuera al último hogar de los tritones.
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El alma de Somnus, encerrada en aquella vasija, sentía cercana la presencia de Genevieve; sin embargo, como si estuviera corriendo en un campo amplio con los ojos vendados, por más que intentara, no podía alcanzar a la madre de su hijo. Fue así que, entendiendo que debía calmarse, se detuvo e intentó calmar su respiración.
Poco a poco, pudo llevar suficiente energía mágica para que la venda en sus ojos desapareciera, encontrándose frente a un trono extraño, donde un hombre de larga cabellera estaba sentado. El hombre, al verlo, desvío su mirada de una mujer que estaba más adelante y sonrió con burla.
—¡Mira quién logró llegar a tu corazón, Genevieve!—expresó el extraño—¡El padre de tu hijo!
Genevieve se tensó al saber que Somnus estaba detrás de ella, no quería que él viera como estaba su rostro, por eso había pedido que se vendara los ojos al rey en aquella extraña dimensión; sin embargo, había subestimado el poder del padre de Noctis.
—¡Gen!—gritó Somnus para luego ser ignorado—¿Genevieve?
El hombre en el trono se rio aún más fuerte, era increíble presenciar en primera fila el sufrimiento de aquella mujer. Sabiendo el linaje que corría en el árbol genealógico de Genevieve, había escogido a su hijo como su futura encarnación; sin embargo, era entretenido ver como la mujer podía seguir sufriendo.
—¿Has decidido qué harás?—preguntó el dios de la muerte.
—Sí—respondió.
Limpiándose un poco el rostro, Genevieve se dio la vuelta para observar con asco a Somnus. Aquella mirada, en vez de alegrar su afligido corazón, hizo que algo en su alma se rompiera. Era como si a ella le diera asco como él había acabado.
—Eres un rey manipulable, poco hombre, que se dejó engañar de la manera más tonta—expresó acercándose—¿cómo es posible que haya podido estar contigo? ¡Eres indigno de ser el padre de mi hijo!
Con un golpe de su palma, Genevieve expulsó el alma de Somnus de aquella dimensión, mientras este analizaba lo que estaba ocurriendo. Una parte de sí estaba herida, pero otra le costaba creer en aquellas crueles palabras, mientras la reina lo decía con lágrimas en sus ojos.
Apenas quedaron solos, la reina del pueblo tritón dirigió decidida su mirada al dios de la muerte que la había traído de nuevo a la vida. No se arrepentía ni se llegaría a arrepentir por todas las decisiones que había tomado, siempre y cuando ella pudiera proteger a su familia y pueblo de las fuerzas del mal.
Recordando lo que había pasado minutos antes de su encuentro con Somnus, justo en el momento de haber ingresado a la vasija, había sido transportada directamente frente a la divinidad responsable de haberle revivido; sin embargo, las palabras de aquel ser, más que alegría, le trajeron tristeza infinita.
—¿Entonces, este es el fin?—fue lo que le preguntó hacía minutos—¿Somnus y yo, hemos muerto?
—Bueno, no del todo—respondió el dios—puedo hacer que él vuelva a la vida, siempre y cuando hagas algo por mí.
—¡¿Otro trato?!—preguntó colérica—¡¿Qué más quieres de mí?! ¡Me has quitado todo! ¡Ni siquiera puedo estar con mi hijo!
El dios de la muerte suspiró, había ciertos momentos en que se cansaba de la actitud de Genevieve; sin embargo, debido a ser la madre de su encarnación, la necesitaba aún. Por eso, extendiendo su mano, le pasó la esencia espiritual de la espada de su abuelo.
—No creía volverla a ver—respondió en un susurro.
—Después de tu batalla con el emperador, su cuerpo físico murió, pero no su esencia—habló el dios—escucha, solo un ser con sangre real puede hacer que los no muertos vuelvan y siendo que por distintos motivos no puedo llamarlos de regreso, solo cuento contigo para ello.
Genevieve levantó su mirada, justo en el momento en que Somnus la había encontrado. Si había entendido lo que el dios de la muerte le había pedido, había una oportunidad de salvarse; sin embargo, para ello necesitaba ir al mismo mundo del más allá. Sin nada más que hacer, aceptó el trato de la divinidad.