Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 6
Leonardo
El ambiente en la mansión había cambiado en solo unas horas. Me sorprendió que Matteo aceptara tan rápido a Althea; quizás era porque ella era muy tranquila y relajada con los niños.
Había visto cómo le explicó a mi hijo mayor cómo bañar al más pequeño y lo había puesto un poco a hacerlo. También llamó a su abuela para preguntarle si era algo normal en el bebé, luego le explicó a Matteo todo con detalles.
—Señor, debemos contratar más empleados por los que ha despedido —asiento ante lo que dice mi secretario, me da una carpeta llena de gente con experiencia que se había postulado.
A la hora del almuerzo, comienzo a buscar a mi hijo. Lo encuentro en la habitación de la niñera, estaba hablando con gente que tenía acento colombiano.
—Mijita, ¿ese niño es el que cuidas?
—Sí, mamá —la voz de Althea.
—Es todo bonito, todo blanquito, con ojos grandes y pestañas lo más de bonitas.
—Lo sé, parece un muñequito —ella le agarra las mejillas y le da un beso en la frente.
—¿Y el bebé?
—Está en la otra habitación, después te lo muestro. Es muy lindo, pero sus ojos son diferentes.
—Tal vez no sacó la misma genética que el papá.
—¿Lo buscaste por internet? —Althea le pregunta de manera burlona a su mamá.
—Sí, es muy guapo.
—Lo sé, pero ya le prometí al más pequeño que no me iba a enamorar de su papá.
—Donde manda capitán, no manda soldado; si tu corazón lo quiere, no podrás hacer nada —mi hijo pega un grito.
—No, Al no se enamora de papá y podrá vivir conmigo para siempre —la mamá se ríe.
—Matteo, tienes razón. Si ella no se enamora de tu guapo papá, podrá tener un futuro brillante.
—Tal vez —responde distraída mi empleada mientras acaricia el cabello de mi hijo—. Mamá, ¿ya mis hermanos volvieron?
—¡Hermana! —unos gritos de dos hombres—. ¿Dónde estás? ¿Quién es ese niño? ¿Por qué te ves tan delgada? ¿Estás comiendo bien? ¿Por qué te ves en una casa tan grande? ¿Te estás vendiendo, hermana? Si quieres, trabajamos y te mandamos dinero —quedo sorprendido por la actitud de ellos, juraba que eran menores. ¿Por qué la trataban así?
—Los dos, calma —les dice ella mientras sienta a mi hijo en su regazo. Ella estaba asustada por la voz de ellos—. Estoy trabajando de niñera, este pequeño de aquí es uno de los que cuido. Se llama Matteo y tiene tres años. No me veo delgada, simplemente que han pasado cosas que después les contaré. Desde ahora comeré mejor. Estoy viviendo donde mi jefe, que es alguien importante aquí en Europa, Salvatore.
—¡¿Salvatore?! —sus hermanos la interrumpen—. Es de las mejores empresas de carros en competencia, además de que no se limita solo a eso. Vende repuestos, vende carros normales, pero va a la vanguardia con la tecnología en esos carros.
—Bueno, eso —dice ella mientras se ríe.
—¡Sí! Algunos diseños de carros mi papá los hace. Es muy genial cuando dibuja todo eso —mi hijo de inmediato me pone en lo mejor.
—Tu papá es increíble —se quedan en silencio unos segundos—. ¡Estamos conociendo al heredero Salvatore! —los muchachos empiezan a gritar—. Hermana, mándame una camisa de tu jefe. Podríamos venderla aquí.
—Sean serios —ella los regaña—. Estudien y prepárense. Hasta podría conseguirles un trabajo aquí.
—¿Y qué debemos estudiar?
—No sé, solo estudien.
—Hermana, ¿segura que no puedes darnos una camisa para venderla aquí?
—Les dije que no —el llanto del bebé interrumpe la conversación—. Los llamo después —creo que cuelga porque no se escucha más. La habitación de ella estaba conectada con la del bebé. Debía irme antes de que descubriera que la estaba volviendo a escuchar, ya eran dos veces.
—Matt, vamos, que debemos almorzar —ella sale de la habitación del menor mientras va con el bebé en brazos y tiene la silla de carro. Mi hijo se pega su pantalón. Ella salta sorprendida cuando me ve y suspira—. Qué susto, señor Salvatore.
—Lo siento, los estaba buscando para que vayan a almorzar —ella asiente y me da una pequeña sonrisa. Me acerco para ayudarle con el carro y agarro a Matt para bajarlo cargado las escaleras. Las personas de la casa no nos dejan de observar, pero no dicen nada.
Al llegar a la mesa, no solo vemos nuestro almuerzo, sino también el biberón de Pablo. Althea agradece y se sienta. Lo primero que hace es darle de comer al bebé. Cuando termina, corre un poco la silla y ubica al bebé boca abajo, dándole pequeñas palmadas en su espalda.
—Así puedo comer —indica ella mientras se manda un bocado a su boca. Nadie más le dice nada.
El almuerzo pasa con tranquilidad. Cuando Matteo termina, Althea se levanta junto a él para subir a la habitación.
—Al, ¿ya conoces el jardín?
—No, ¿me lo quieres mostrar? —le dice ella con una sonrisa. Mi hijo asiente feliz—. Sacaré el coche del bebé para ir con él.
Una hora después, los veo a lo lejos, caminando por el inmenso jardín que hay en mi hogar. Ella estaba jugando con Matteo; ambos disfrutaban del tiempo que hacía. Dentro de poco llegaría el invierno, y volveríamos a Italia para estar con mi familia.
Siempre había nostalgia en esta época del año, porque hace diez años había conocido a su madre, la mujer más fuerte y débil al mismo tiempo que había conocido. Siempre trataba de tener una sonrisa, una sonrisa que Matteo había heredado.
—Señor Salvatore, la reunión ya va a empezar —suspiro para entrar nuevamente a la oficina y tener la conferencia para lo próximo que vendrá.
No pasó mucho para que publicara que los Salvatore habían contratado una niñera para los herederos de la familia. Esto también atrajo a mi familia, que era como buitres tratando de encontrar dónde morder y hacerlo correctamente.
—Leonardo, deberías aprender de tus errores —mi tía me estaba regañando, mientras toda mi familia se quejaba junto con ella.
—Ustedes deberían comprender que no todas son iguales —les respondo indiferente. No me gusta sentirme como un niño pequeño. Estaba a punto de cumplir 35 años, deberían entender que ya estoy lo bastante grande para saber qué hacer con mi vida.
—Debes hacer que esa muchacha renuncie. No queremos otro Pablo —alzo una ceja. Creo que me he comportado muy bien estos días.
—Quién manda en la empresa soy yo. Eso quiere decir que mi vida personal también —digo fríamente—. Ninguno tiene derecho a hablar, porque si hablamos de manchar el apellido, ¿cómo está tu hijo? ¿No tiene unos tres hijos que no responde por ellos? —Me levanto de la silla totalmente enojado por ese comportamiento que había permitido—. Cada uno que opine sobre mi vida privada se le venderá a la prensa una situación de su familia, porque están más podridos que yo.
LE PIDEN LOS PAPELES A ELLA
SON DE NO CREER. PRIMERO LOS LADRONES. NO PUEDE SER. Y HASTA LEONARDO. PARECE DISGUSTADO
NO LO HACEN)
FIEBRE, Y PRESTA ATENCION A LO QUE
QUIEREN SUS JEFES. UNA GENIO
FAMILIA, CON AMOR. LA GENTE Habla
PORQUE TIENE BOCA. NADA MAS
YA TIENES UNA NUEVA FANS
FELICITACIONES ESCRITORA
gracias y la que sigue
gracias por el viaje emocional /Heart//Kiss/
gracias escritora por ponerme a viajar y enamorarme mentalmente
💕