LA PRINCESA CAÍDA RECUPERARÁ SU REINO
El cielo nocturno estaba siendo opacado por las grandes llamas que sacudían la ciudad imperial, mientras el palacio del emperador estaba a punto de sucumbir, arrastrando a la propia muerte a sus concubinas y todos sus hijos. No obstante, la ausencia de las dos personas más importantes del imperio se hacía notar en cada rincón del lugar.
El emperador, quién podía ver desde el barco la enorme columna de fuego que azotaba el lugar donde se encontraba su palacio, se dio la vuelta decidido a llegar finalmente a la isla que una vez había conquistado. El hombre, ya casi un anciano, estaba temeroso; sin embargo, temía más a sus dos principales enemigos: los no muertos y el gobernante del reino enemigo.
Por lo que, estaba dispuesto a dejar desprotegida la capital, siempre y cuando pudiera hallar el poder necesario que el trono del antiguo rey caído había dejado en el antiguo palacio real.
—Quién diría que el asesino de mi abuelo volvería—expresó una mujer de cabellera platinada—tanto tiempo he esperado este momento...que aún sigo sin creer que sea posible.
—Recuerda—le dijo una segunda mujer encapuchada—aunque tengas el terreno de la isla a tu favor, no debes confiarte hasta que le arrebates la corona.
—Lo sé—respondió mientras acunaba a un pequeño recién nacido en sus brazos—solo deseo volver a verlo.
Dándoles un beso tierno en su pequeña frente, el bebé que no tenía ni un mes de nacidos fue entregados a dos guardianes con ropas de la guardia real, los cuales, sabiendo lo que procedería, desaparecieron en un fuerte destello que si a lo mucho fue oculto por la vegetación de la selva.
Luego de eso, la mujer de cabello platinado bajó de la cima, acompañada de la segunda mujer, hasta llegar a un pequeño escuadrón en el cual se ubicaba su primera ministra.
—¿Todo está listo, Anisha?—le preguntó a la ministra.
—Si, su majestad—respondió la mujer—solo es cuestión de que de la orden.
—Bien—dijo la mujer—hoy será la noche en que recupere la corona de mi abuelo y el trono sea mío...
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Mientras todo aquello estaba sucediendo, en el reino vecino, las noticias del ataque de los no muertos a la ciudad imperial había llegado ya a los oídos del rey, el cual, nervioso, no dejaba de caminar de un lado a otro.
—¡Somnus, para!—le ordenó su tío.
—Tío...¿Y si ella de verdad está viva?—le preguntó desesperado—¿Y si ella está en la ciudad imperial, sola y desamparada?
Cuando se acercó para intentar hablar más con su tío, un fuerte destello encegueció a ambos hombres para, luego de varios segundos, poder ver al fin.
—¿Quiénes son?—preguntó molestó el archiduque—¡Guardias!
Tras gritar, tres soldados ingresaron al despacho del rey, colocándose delante del archiduque, quién ya de por sí estaba delante de Somnus con el fin de protegerlo.
—Somos miembros de los kingsglaive—dijo quién cargaba al recién nacido.
—¿La guardia real del antiguo rey tritón?—preguntó Somnus—¿Genevieve? ¿Genevieve está viva?
—Hemos llegado para dar bajo protección al príncipe Noctis—respondió el segundo guardia real—es ahora deber del rey Somnus el mantener custodiado a su hijo.
Sorprendido ante aquellas palabras, Somnus caminó por delante de los demás y sin importarle si era una mentira, observó a un metro de distancia un pequeño bebé parecido a la mujer quién lo había salvado antes.
—Genevieve...—respondió en un susurro—¡Por favor díganme si ella es...!
Cuando quiso hablar de nuevo los dos guardianes desaparecieron del lugar, no sin antes dejar al pequeño en sus brazos.
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Varias horas después, mientras la guardia real se enfrentaba a varios soldados imperiales y al propio príncipe heredero, el rey se encontraba luchando contra la princesa caída frente al trono, mientras este portaba en su cabeza la corona.
—¡Insolente!—gritó—¡Debí haberte matado cuando tuve la oportunidad! ¡Ríndete ya! ¡Estás sola!
Usando el poder la corona, logró condensar la humedad que había en el aire y formar varios látigos de agua para golpear a la mujer pero esta lograba esquivarlos.
—La diferencia entre usted, emperador—respondió ella—y mi abuelo, fue que elélontaba con el apoyo de los suyos aun después de muertos.
Fue así que, el mismo brillo que emanaba de la corona del último rey tritón, que ahora estaba en la cabeza del emperador, emanó de los ojos de la princesa caída provocando que miles de orbes se materializaran alrededor de ellos.
—Aun si muero...—dijo desenvainando la antigua espada de su abuelo—con arrebatarle la corona es más que suficiente.
Aquella noche, mientras una masacre estaba aconteciendo en la capital imperial, una segunda batalla a morir se desarrollaba en una destruida isla a varios kilómetros de distancia de allí.
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Comments
Roxana Concepcion Mendez Cruz
Autora siempre me han gustado tu estilo literario y disfruto enormemente las historias. Gracias por esta nueva aventura!!!
2024-05-10
2
Dulce Cira
ohhhhhh un hijo 😀 que emoción 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻🫶🏻❤️
2024-04-20
0
Gisela Vallín Tankian Spok
ahí deje mi voto excelente inicio
2024-04-16
1