Luna Vega es una cantante en la cima de su carrera... y al borde del colapso. Cuando la inspiración la abandona, descubre que necesita algo más que fama para sentirse completa.
NovelToon tiene autorización de Paula Vidal para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 3: Amanecer Extraño
Luna abre los ojos lentamente, la luz grisácea de la mañana filtrándose por las cortinas.
La habitación está llena muebles que no reconoce. Hay un extraño olor a perfume flotando en el aire.
Um recuerdo vago aparece en su mente: risas, luces, la zona VIP... y ella, hipnotizada, incapaz de apartar la mirada de aquella chica.
Se revuelca entre las sábanas, adormecida, intentando reconstruir cómo ha llegado hasta allí cuando el teléfono vibra sobre la mesita de noche.
Seis llamadas perdidas, todas de su manager.
Luna se estremece, sabe lo que se le viene encima, el corazón le golpea el pecho mientras la ansiedad la invade.
Se mueve lentamente, los recuerdos de la noche anterior se hacen sitio en su cabeza poco a poco.
Recuerda los besos, la forma en que aquella chica la había mirado sin apartar los ojos de ella, los toques que empezaron distantes y luego, cómo había intentado llevarla a su lado mientras seguía besándola.
Queria quedarse con cada fragmento de su cuerpo.
Y, al final, nada más que una noche más pudo proporcionarle, porque desde hace tiempo todo se siente tan... vacío.
Se incorpora un poco en la cama.
Ese movimiento, ese simple gesto, es lo que hace despertar a la presencia que hace unos segundos aún estaba durmiendo a su lado.
—¿Ya te vas? —pregunta la chica con un hilo de voz, medio adormilada.
Luna cierra los ojos un instante, consciente de que es el momento más duro.
Debe guardar silencio. No puede contar nada de esto a nadie. Debe permanecer entre ellas, bajo un acuerdo tácito de confidencialidad que siempre ha regido este tipo de encuentros.
Ser cantante implica estar siempre bajo un foco que no solo ilumina su música, sino también su vida. Su sexualidad, algo que debería ser suyo, se ha convertido en un secreto delicado, una cuerda floja que no puede romper.
Recuerda lo que le dijo su madre aquella vez:
"No puedes hacerle esto a la memoria de tu padre. No puedes ensuciar su nombre ni darle material a quienes solo buscan manchar lo que él construyó. Protege lo que amas, pero nunca al precio de tu legado."
Suspira, tragando la culpa y la ansiedad, y finalmente dice:
—Sí... me voy.
La chica la retiene de la mano, sus ojos todavía turbios de sueño.
—No voy a volver a verte, ¿verdad?
Luna siente un nudo en la garganta, pero mantiene la frialdad que ha aprendido a fingir.
—Es mejor así. Mi agente se encargará… tendrás lo suficiente para olvidarte de lo que pasó.
La otra duda, parece querer decir algo, pero al final la deja marchar. Nadie puede detener a Luna; nadie ha podido, al menos, por más de una noche.
La cantante recoge sus cosas y se dirige a la puerta.
Antes de salir, abre la mochila que había tirado en el suelo la noche anterior. De dentro saca unas gafas de sol enormes y una gorra negra sin logotipo.
Sabe que es un disfraz sencillo, pero es suficiente para confundir al mundo durante unos segundos, hasta que la gente mire dos veces y descubra quién se esconde detrás.
En cuanto baja del apartamento, la mañana la recibe con un golpe de luz y aire frío.
Apenas da dos pasos cuando un coche oscuro, de esos que solo la gente de su nivel puede permitirse, se detiene a su lado.
El cristal tintado desciende lentamente.
—Espero que hayas pasado buena noche —dice Jennifer, su manager, con una sonrisa que no llega a los ojos.
Luna se ríe, cansada.
—Siempre sabes cómo encontrarme, ¿no?
—Ya sabes que, después del último incidente, es mejor que sepamos dónde estás y con quién —responde Jennifer con sequedad—. Y bien, ¿cómo se llama la chica? Necesitamos toda la información para enviarle el dinero y que no hable.
Luna intenta hacer memoria. El rostro de la chica aún está fresco, su perfume todavía pegado a su piel... pero el nombre se le escapa.
—No me acuerdo —Luna se encoge de hombros, forzando una sonrisa nerviosa—. Pero no debes preocuparte, se la veía buena chica, no va a decir nada.
Jennifer frunce ligeramente el ceño, evaluando la situación con cautela. Tras un instante de duda, decide no insistir; tras muchos años a su lado, conoce bien a Luna, sabe cuándo vale la pena dejar que las cosas sigan su curso.
El motor arranca, y el mundo comienza a pasar por la ventanilla con una calma engañosa. Jennifer mantiene las manos firmes en el volante, pero sus ojos, reflejados de vez en cuando en el retrovisor, parecen contener palabras que no terminan de salir.
Luna lo nota. Siempre lo nota.
—Suéltalo —dice al fin, ladeando la cabeza hacia ella—. ¿Qué es lo que quieres decirme?
Jennifer suspira, larga y pesada, como si llevara horas ensayando esa frase. Su mano izquierda se aparta un segundo del volante y se posa suavemente sobre la de Luna, un gesto breve pero firme, casi maternal.
—Ya sabes qué día es hoy, ¿verdad?
El aire dentro del coche parece volverse más denso. Luna aprieta la mandíbula, siente cómo el estómago se le encoge. Por supuesto que lo sabe. No hay forma de olvidarlo. Diez años desde la muerte de Rick Vega. Diez años desde que dejó de ser solo "Luna" para convertirse en "la hija de...".
Cierra los ojos, queriendo escapar de esa certeza, pero la voz de Jennifer la arrastra de nuevo.
—El país entero va a estar hablando de tu padre —hace una pausa—. Y de ti.
Luna no responde. Mira por la ventanilla, los edificios que pasan como manchas difusas, los peatones que no la reconocen todavía bajo la gorra.
—Se ha organizado un conmemorativo en el cementerio. Habrá cámaras, prensa, colegas de la industria... esperan que estés allí.
Luna traga saliva, siente la garganta seca.
—¿Y... mi madre? —pregunta, aunque la respuesta ya la conoce.
Jennifer suspira.
—Tu madre... ya sabes que estas cosas ya no le importan.
Luna baja la cabeza, apretando las manos sobre sus rodillas.
—Lo sé.
El recuerdo la atraviesa: su madre intentando rehacer su vida tras la muerte de Rick. No con amor verdadero, sino con hombres que la buscaban más por el brillo heredado de su apellido que por ella misma. Políticos oportunistas, empresarios ansiosos de prestigio... todos se marcharon dejando más vacío del que encontraron.
Hasta que apareció James.
Él no la conoció como "la viuda de Rick Vega", ni como la mujer que cargaba el luto más mediático del país. Para James, ella era solo una mujer con los ojos cansados, alguien que sabía escuchar y reír en silencio. Fue la primera vez que alguien la miró sin el peso de un apellido, y eso bastó para que se dejara caer en sus brazos.
Su historia fue discreta, casi escondida del mundo. Citas lejos de los flashes, largas conversaciones en la cocina, viajes pequeños que parecían enormes porque, por primera vez, ella podía ser simplemente ella. Y de esa unión nació Nick.
Nick... El niño que, con apenas una sonrisa, parecía iluminar la oscuridad de la casa. Para Dafne, la madre de Luna, significó un nuevo comienzo. Pero para Luna, en secreto, fue distinto. Aquel bebé que todos celebraban como la prueba de que la familia seguía adelante, no hizo más que remarcar la ausencia de su padre.
Mientras todos lo recibían con esperanza, Luna sintió que cada carcajada infantil la alejaba más de los recuerdos que intentaba conservar. Como si la llegada de Nick sellara definitivamente el fin de la era de Rick Vega.
Ahora, tantos años después, Nick significa el mundo para ella. Su inocencia es lo único que aún le recuerda que la vida no es solo escenario, cámaras y mentiras. Pero en aquel entonces, el día en que lo sostuvo por primera vez en brazos, Luna no sintió alivio ni compañía: solo un vacío más grande, una soledad que se expandía en silencio.
Es por esa nueva vida que su madre encontró —con James, con Nick— que ahora respeta la memoria de su padre, pero al mismo tiempo se ha apartado de ella. No quiere cargar con homenajes ni símbolos, no quiere posar frente a estatuas ni discursos que lo pintan perfecto, porque en ese brillo no hay espacio para su dolor.
Y eso, aunque Luna lo entiende, también la golpea. La hace sentir como si fuese la única que sigue atrapada en aquel pasado, como si todos hubieran aprendido a seguir adelante menos ella.
—No deberíamos tardar —rompe el silencio Jennifer, mirándola de reojo.
Luna no responde.
Se limita a abrir el compartimento del coche, donde sabe que siempre hay botellines escondidos. Toma uno, lo destapa con un movimiento automático y lo bebe como si fuera agua, como si el ardor en la garganta fuera lo único capaz de mantenerla en pie.
Jennifer la observa en silencio. Ya no intenta detenerla. Sabe que cualquier palabra rebotará en ese muro de resistencia que Luna ha levantado con los años. Así que simplemente suspira, aprieta los labios y vuelve la vista al frente.
...┌──────── ∘°♫°∘ ────────┐...
...✨ Gracias por llegar hasta aquí ✨...
...Si te ha gustado este capítulo, no olvides dejar tu comentario y tu voto 💬⭐....
...¡Me ayuda muchísimo a seguir creando y me motiva a compartir más historias con vosotros! 💖...
...└──────── °∘♫∘° ────────┘...