una chica cualquiera viaja en busca de sus sueños a otro país encontrando el amor y desamor al mismo tiempo...
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3. El encuentro con Don Pascual
Don Pascual: Buenos días, niña, ¿vienes a la entrevista de trabajo?
Azul: Buen día, mi nombre es Azul. Sí, estoy en busca de una oportunidad de trabajo y de lograr mis objetivos.
Don Pascual: Dígame, señorita, ¿de dónde es usted? ¿Cuáles son sus metas?
Azul: Soy de Argentina. Vine a este país huyendo, por así decirlo, de mi familia, buscando una oportunidad para mejorar, ya que no me sentía parte de ella por diferentes motivos que prefiero dejar en el pasado. Espero que comprenda. Lo importante es mi capacidad y mis ganas de trabajar.
La entrevista, que al principio se tornó tensa cuando me preguntó por mi familia, se desarrolló luego en un ambiente tranquilo, lleno de amabilidad, pero también de la incertidumbre de conseguir el puesto.
El ambiente de la oficina de don Pascual era un remanso de calma, muy diferente al bullicio y las tensiones que Azul conocía. La oficina, sencilla y elegante, reflejaba un gusto por lo práctico y lo pulcro. Las paredes, en tonos claros, daban una sensación de amplitud y serenidad, y la luz natural que entraba por unas ventanas discretas iluminaba el espacio sin deslumbrar.
El escritorio de don Pascual, de madera oscura y líneas limpias, estaba ordenado con una precisión casi minimalista, lo que reforzaba la impresión de un lugar donde las cosas se hacen con método y cuidado. No había adornos excesivos, solo lo necesario: una lámpara de mesa clásica, algunos documentos bien apilados y quizás una planta pequeña que añadía un toque de vida.
Más allá de lo visual, lo que realmente destacaba era la atmósfera de tranquilidad y amabilidad. A pesar de la inherente tensión de una entrevista de trabajo, la presencia de don Pascual y su mirada gentil creaban un espacio donde uno podía sentirse escuchado. Había una sensación de respeto mutuo, de que era un lugar donde la experiencia y el buen trato eran valorados. No era un ambiente ruidoso ni estresante; más bien, invitaba a la concentración y a la colaboración serena. Para Azul, después de todo lo vivido, ese ambiente representaba no solo una oportunidad laboral, sino también un respiro, un posible refugio.
Don Pascual se sumió en un silencio momentáneo, sus ojos fijos en mi currículum. Mis nervios estaban a flor de piel, cada gesto suyo una incógnita que podía significar el impulso hacia mis sueños y metas. De repente, levantó la vista.
_ Don Pascual: La verdad es que tienes excelentes capacidades — con un tono reflexivo—. Me parecería un desperdicio contratarte para el puesto de camarera.
La impaciencia y los nervios me invadieron, casi hasta las lágrimas. Me apresuré a responder, mi voz temblorosa:
_Azul: No se preocupe, lo que necesito es trabajar para poder estudiar y alcanzar mis sueños. ¡Acepto cualquier trabajo!
Don Pascual me miró con una gentileza que me tranquilizó al instante.
_Don Pascual: Niña, tranquila —me dijo con una sonrisa apacible—. No te he dicho que no te voy a contratar, solo que no será de camarera. Serás la encargada de recibir a los clientes, organizar las reservas y mantener el ambiente impecable de esta cafetería.
La alegría me desbordó.
_Azul: ¡Gracias, gracias por la oportunidad! —exclamé, con ganas de saltar de emoción—. Si no estuviera mal visto, le daría un abrazo de esos que, en mi país, damos cuando estamos así de contentos.