Júlia es madre soltera y, tras muchas pérdidas, encuentra en su hija Lua la razón para seguir adelante. Al trabajar como empleada doméstica en la mansión de João Pedro Fontes, descubre que su destino ya había sido trazado años atrás por sus familias.
Entre jornadas extenuantes, la facultad de medicina y la crianza de su hija, Júlia construye con João Pedro una amistad inesperada. Pero cuando sus suegros intentan reclamar la custodia de Lua, ambos deben unirse en un matrimonio de conveniencia para protegerla.
Lo que comienza como un plan de supervivencia se transforma en un viaje de descubrimientos, valentía y sentimientos que desafían cualquier acuerdo.
Ella luchó para proteger a su hija. Él hará todo lo posible para mantenerlas seguras.
Entre secretos del pasado y juegos de poder, el amor surge donde menos se espera.
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Capítulo 5
Fueron tres días de viaje hasta que finalmente llegamos. Nunca había ido a Salvador, no sabía a dónde ir.
Al salir de la terminal de autobuses, una fuerte lluvia caía sobre la ciudad, Lua comenzó a llorar.
— Mamá va a arreglarlo, mi niña, está todo bien. No llores.
La lluvia caía sin parar, yo estaba allí, en medio de la calle con Lua en brazos.
— Señorita, ¿quiere ayuda con la maleta? — Una señora que aparentaba tener unos cincuenta años me preguntó cuando vio que intentaba calmar a Lua y arrastrar la maleta al mismo tiempo.
— ¿La señora sabe dónde encuentro un hotel barato por aquí cerca? Acabamos de llegar de viaje, necesito una ducha y ella también.
— ¿Vinieron de paseo? ¡A propósito, me llamo Márcia!
No sé por qué, pero sentí la necesidad de contarle a esa mujer lo que estaba sucediendo.
— Encantada, Márcia, me llamo Júlia y esta es Lua, mi hija. No estamos aquí de paseo, vinimos a vivir, pero no sé por dónde empezar, es que nuestra historia es un poco complicada… — Márcia probablemente se dio cuenta de que allí no era el lugar para que yo contara todo aquello.
— ¿Entonces todavía no tienen dónde quedarse?
— ¡No! Necesito encontrar un hotel barato.
— Ven conmigo, querida, yo alquilo una habitación en mi casa, para chicas, ya sabes. Y por coincidencia, mi última inquilina se fue de allí esta semana. Si quieres, es todo tuyo.
Parece una locura que haya aceptado aquello de inmediato, pero algo me decía que Márcia era una buena persona. Y necesitaba un lugar para quedarme, al menos en ese primer momento.
— ¡Me estás salvando, Márcia!
Ella arrastró mi maleta hasta la parada de autobús. Tomamos un autobús y en veinte minutos llegamos hasta su casa, que quedaba en un barrio cercano a la terminal de autobuses. Ya era de noche, llovía mucho.
Ella nos llevó hasta la habitación, que quedaba en el fondo de la casa. Allí había un pequeño baño, un lavabo, una cocina eléctrica, un refrigerador, una cama matrimonial y un televisor.
— Suelo alquilar a estudiantes, aquí cerca hay una universidad estatal. Solo acepto chicas, hace muchos años que hago esto. El alquiler cuesta R$350,00, agua y luz ya incluidos, pero no te preocupes por eso ahora, ¿ok? Solo siéntete a gusto, tomen una ducha, voy a preparar algo para que coman.
Ella salió de la habitación y yo me quedé allí con Lua, en ese cuarto pequeño, lejos de todo y de todos los que conocía, pero estábamos juntas.
— Nadie nunca te quitará de mí, mi amor.
Me duché, duché a Lua. Cenamos una sopa maravillosa que Márcia hizo. Puse a Lua a dormir, estaba cansada de los últimos acontecimientos.
Nos sentamos en la orilla de la cama, Márcia y yo.
— Entonces, querida, ¿quieres contarme lo que pasó?
Sí, quería mucho. Y lo hice. Le conté toda mi historia a Márcia, en detalles. Ella me escuchó atenta y lloró conmigo cuando conté sobre el accidente que le quitó la vida a Marcelo.
— No pude despedirme, tuve que huir para que sus padres no me quitaran también a Lua. No soportaría perder a los dos, moriría…
— Te entiendo, querida, yo habría hecho lo mismo. No te preocupes, estás segura aquí.
— No sé qué haré, Márcia. Necesito encontrar un empleo, pero no tengo cómo dejar a Lua…
— No pienses en eso ahora, solo descansa, mañana hablamos sobre eso, ¿ok? Ahora necesitas vivir ese dolor, tu luto.
Allí me derrumbé.
— Él me propuso matrimonio, Márcia, se estaba declarando cuando ocurrió el accidente. No sé vivir sin Marcelo, Lua, ¿cómo será para ella, crecer sin el padre?
Márcia me abrazó y allí viví ese dolor que contuve durante esos tres días. No sé a qué hora me quedé dormida, solo sé que me apagué con ella acariciando mi cabeza.
