Kael Walton no fue criado, fue forjado, desde niño conoció más el frío del abandono que el calor de una familia. A los quince años quedó huérfano, y su refugio fueron las calles, los trabajos mal pagados, y los silencios largos que solo entienden los que han sobrevivido más de lo que han vivido.
El ejército le dio estructura, disciplina, y una nueva identidad: soldado, protector, fantasma. A los 25 años, pensó que había encontrado la única guerra que valía la pena luchar: el amor. Pero la felicidad duró poco. Su esposa fue asesinada por un mafioso al que todos temían, excepto Kael. Desde entonces, el amor quedó enterrado junto a ella.
Años después, en medio de una misión de venganza donde logran su cometido, cuando al fin reina la paz para el solo era el inicio de un caos y encanto, llamado Nadia Drake.
Podrá Nidia Alojarse en el corazón de Kael?
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Capítulo 2
... ME ALOJARE EN TU CORAZÓN...
Kael no creía en coincidencias, tampoco en sonrisas fáciles ni en mujeres que aparecían de la nada para preguntarle si quería fingir que bailaban.
Pero ahí estaba Nadia, masticando un macarrón con expresión crítica, como si el postre le debiera dinero.
—Sabía raro, ¿no? —preguntó con naturalidad.
—Nunca lo he probado — respondió Kael.
—¿Y cómo sabes que no te gusta?
—No lo sé.
—Entonces pruébalo — insistió, acercándole otro.
—Paso.
— Cuéntame algo ¿Siempre dices “paso”? ¿O solo cuando la vida te ofrece cosas dulces?
Kael la miró de reojo, la sonrisa de ella no se borraba. Y él… no sabía qué hacer con eso.
La fiesta seguía a su alrededor, pero Kael apenas la sentía, su atención estaba dividida entre evitar que Nadia lo bombardeara con preguntas y evitar que su mente regresara, como cada noche, al lugar que no podía borrar.
Un campo, sangre, un grito, un anillo en su mano.
Su esposa, Elena, tenía una risa que aún lo despertaba en sueños, estaba embarazada, iban a mudarse, a empezar de nuevo y luego, una llamada, una emboscada, un nombre: El Español.
Era un recuerdo que no lo dejaba dormir, desde ese día sus noches se volvieron agonía, no había refugio, no había pastillas que clamaran o quitaran ese dolor.
Kael no lloró, nunca. Ese sentimiento no había sido liberado, aún seguía ahogándose por dentro y ese día se rompió por dentro, renunció al ejército.
Se volvió un fantasma, durante años, rastreó al hombre que lo destruyó y cuando finalmente lo encontró — cuando lo vio caer por una bala que no dudó en disparar — no sintió alivio.
Solo vacío, un vacío que lo carcomía, a pesar de haber vengado a su esposa a su hija no nacida, nada podía devolverla, no había paz, no había absolutamente nada solo una persona rota en miles de fragmentos.
—¿Y bien? ¿Eres guardaespaldas? ¿Asesino a sueldo? ¿Contador público con problemas de confianza? O tal vez eres solo un apuesto hombre en búsqueda de una hermosa dama — Nadia lo interrumpió, de vuelta en el presente.
—¿Qué?
—Tu cara dice: “he visto cosas que arruinarían la infancia de cualquiera”. Y tu postura dice: “soy el tipo que va a sobrevivir si todo explota”. Así que dime, ¿quién eres, Kael?
—Alguien que solo vino por el pastel.
Nadia se echó a reír.
— No has probado ni uno de los postres, que mentiroso saliste — cuéntame —¿Tienes alguna afición? ¿Coleccionas cuchillos? ¿Dibujas? ¿Hablas con gatos callejeros?
Kael desvió la mirada, pero la comisura de sus labios se curvó medio milímetro, ella lo notó.
—¡Ajá! ¡Eso fue una sonrisa! ¡Minúscula, pero real!
—No fue nada. — dijo Kael volviendo su postura más rígida de lo común.
—¡Fue algo! — insistió ella, apuntándolo con el dedo como si acabara de encontrar una criatura mitológica.
Él sacudió la cabeza, resignado, Nadia no iba a rendirse a ella no le importaba que fuera un muro, al contrario, parecía querer escalarlo con tacones en la mano.
Una hora más tarde, Kael caminaba hacia el coche cuando una voz lo alcanzó por la espalda:
—¡Kael!
Se dio vuelta, Nadia trotaba hacia él, con los zapatos en una mano, el vestido arrugado y la cara sonrojada por el vino y el entusiasmo.
—Te vas sin despedirte, qué grosero.
—No soy de despedidas.
—Tampoco de hola, ni de gracias, ni de probar postres. ¿Qué sí eres?
Kael la observó con atención, había algo en ella que le resultaba… inquietante, no por peligro, sino por insistencia, carisma, presentía que esa niña no lo dejaría tan fácil. Se preguntaba mentalmente — Hasta donde quiere llegar.
—No soy para ti, Nadia. — Alejar a esa niña era lo mejor, no quería problemas y mucho menos siendo hermana de Ethan.
Ella parpadeó, no se lo esperaba tan directo.
—¿Y tú decides eso?
—Te estoy haciendo un favor.
Ella sonrió, pero fue una sonrisa distinta, no coqueta, no burlona. Fue… dolida.
—No necesito que me digas que es y lo que no es para mí. Solo quería conocerte, pero si decides alejarte, que sea por ti, no pongas excusas como si yo no pudiera elegir.
Kael no respondió, abrió la puerta del auto, se sentó, cerró… y se quedó mirando el volante por un largo rato.
Nadia sin ningún tipo de vergüenza toco la ventana del auto y Kael tomando un gran respiro bajo el vidrio —qué quieres?.
Nadia solo soltó una tarjeta con su nombre y su número de teléfono, mientras esta caía en el asiento del copiloto.
— Por si en algún momento decides tomarte un café conmigo.
Esa noche, el sueño no vino fácil.
En su Penthouse, Kael preparó té — una costumbre de Emily que había mantenido sin entender por qué — y se sentó en la oscuridad.
Pensó en la boda, en Adrián con Emma, en Ethan y April, en cómo sobrevivieron y encontraron amor, pensó en Nadia, en su risa, en sus ojos que no pedían permiso para mirar dentro.
Y pensó, por primera vez en años, en lo cansado que estaba de estar solo.
Pero también sabía algo con certeza: lo que él tocaba, se rompía, lo que amaba, se iba y no podía permitirse otro fallo, no con alguien como ella.
No con alguien que brillaba tan fuerte.
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Mientras tanto, en su pequeño departamento lleno de plantas y una que otra taza sin lavar, Nadia se tumbó en el sofá con su teléfono en el pecho, miró la pantalla, vacía de mensajes, no esperaba nada de Kael, pero una parte de ella
— una tonta y testaruda— había querido un simple “gracias”.
—Idiota atractivo… —murmuró.
Pero no sonaba enojada.
Sonaba… curiosa.
—Me alojare en tu corazón ya lo veras mi querido Kael, ya lo veras.
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Gracias por leer, gracias por apoyar está novela con sus 👍, sus 🎁, sus votos y comentarios!!
que decepción
así me gusta que no tengan tantos capitulos 💯