La Luna de Ares

Jonathan y Xavier estaban en un concurrido restaurante de la capital. Prefirieron dejar a sus parejas en el bosque bajo la protección de Max, aunque Jonathan se había negado al principio, pues solo quería estar cerca de Hazel ahora que sabía de su embarazo.

​—Tranquilo, ella estará bien —dijo Xavier, sirviendo dos cucharadas de azúcar a su café mientras miraba por la ventana.

​—¿Crees que tu amigo tardará mucho? —preguntó Jonathan.

​Xavier suspiró. —No lo sé, pero las oficinas de permisos cierran a las cinco, así que debe llegar en algún momento.

​Jonathan suspiró también y dirigió su mirada a la pantalla de televisión del restaurante. En ella apareció una mujer que le resultaba familiar. Se frotó los ojos para ver mejor.

​—¿Zoe? —susurró, sin poder creerlo. Era la chica que en el pasado había llegado a su cafetería pidiendo trabajo.

​—Ah, entonces es la Reina Luna de Greyson —dijo Xavier.

​—¿Reina Luna? —preguntó Jonathan, asombrado.

​—Sí. Cuando la vi, supe que era una loba con sangre alfa, pero nunca imaginé que también fuera una Reina Luna —comentó con una sonrisa—. ¿Recuerdas a los gemelos con los que se marchó? —preguntó.

​Jonathan asintió. Le había contado a Xavier lo que había sucedido ese día, pero como siempre, Xavier no le había dado mucha importancia, o al menos eso le hizo creer.

​—Los gemelos son sus parejas destinadas y los Reyes Alfas de Greyson —continuó Xavier.

​A Jonathan le costaba creer que Zoe fuera una reina. —¿Se puede tener dos parejas? —preguntó con asombro.

​—Dos, tres, cuatro, cinco... No importa el número si es la voluntad de la Diosa Luna —respondió Xavier.

​—Se ve que es feliz —dijo Jonathan, sonriendo mientras veía la entrevista de la Reina Luna de Greyson en la pantalla.

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Dani y Hazel estaban tranquilas junto al lago, con Max vigilándolas. Ambas se sentaron a la sombra de un árbol, comiendo fruta.

​—Con tu bebé creciendo, debes alimentarte bien —dijo Dani, pasándole una manzana.

​—Sí, debe ser fuerte como su papá —susurró Hazel, acariciando su vientre—. Dani, eres un hada. ¿Qué hacías viviendo con los humanos? —preguntó con curiosidad.

​Dani suspiró. No le gustaba mucho hablar de su pasado, pero Hazel era su amiga, tal vez contárselo no estaba mal. Solo esperaba que no la juzgara.

​—Me desterraron del reino de las hadas por matar a mi pareja destinada —susurró con la mirada baja—. Él era malo, me hizo mucho daño, así que no me arrepiento —agregó, mirándola a los ojos.

​—Pensé que las hadas eran de buen corazón... bueno, eso leí en los pocos libros que encontré en el clan —comentó Hazel—. Y no lo digo por ti, lo digo por tu pareja —aclaró, nerviosa.

​—Mi pareja no era un hada... y ya no hay muchas hadas de buen corazón, se han corrompido desde la desaparición de la Madre Naturaleza —respondió Dani.

​—¿Era un lobo? ¿Tu pareja? —preguntó de nuevo.

​Dani negó con la cabeza.

​—¿Has oído hablar de las bestias? —la miró.

​Hazel asintió, con sorpresa en la mirada. Por supuesto que había escuchado sobre las bestias, pero incluso para su mundo, esos seres eran un mito, pues hacía miles de años que no se veía a uno.

​—Cuando lo conocí, era completamente diferente, un ser lleno de amor, protector, hasta que me marcó. Fue entonces cuando todo cambió; se volvió un ser despreciable, o mejor dicho, se mostró como era en realidad. Odiaba haber sido emparejado conmigo y decía que solo me aceptó porque buscaban a la Madre Naturaleza. Según ellos, creen que se escondió entre las hadas y los elfos —explicó Dani.

​—¿Qué es lo que quieren de ella? —volvió a preguntar Hazel.

​—Se dice que la Madre Naturaleza castigó a Némesis, la deidad que veneran las bestias, encerrándolo en lo más profundo del averno por haber dañado a criaturas inocentes —continuó Dani. Ella solo sabía lo que contaban en su reino, pues eso había pasado hace miles de años. Algunos incluso decían que todo era falso.

​—Entonces, ¿crees que la Madre Naturaleza sea un hada? —preguntó Hazel, que creía en todo lo que Dani le estaba diciendo y encontraba la historia muy interesante.

​—Sería muy lógico, ¿no crees? Tal vez sea cualquier criatura existente —respondió Dani con una sonrisa.

​—Hiciste bien en matar a tu pareja, ahora tienes a Xavier —dijo Hazel con una sonrisa en los labios.

​—Lo sé. Ahora solo quiero que borre esta horrible marca que me dejó esa miserable bestia —murmuró, llevándose una mano al hombro izquierdo, donde se encontraba la marca con forma de beso.

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​Cerca del lago, los alfas enviados por Marcos estaban inspeccionando la zona. De repente, se toparon con algo extraño. Cada vez que intentaban acercarse al lago, sentían que caminaban en círculos, por lo que se detuvieron a analizar la situación.

​—Debe ser algún tipo de hechizo —dijo uno de los alfas.

​—Recuerden el informe: en la ciudad humana, el alfa solitario fue visto con un ser diferente, no era humano ni tampoco lobo —agregó otro.

​—Deben estar aquí. Regresemos a informarle al señor Marcos, esa es la orden —determinó el líder.

​Los alfas se dieron la vuelta y se alejaron. Su misión estaba cumplida: ya habían encontrado el posible lugar donde se encontraban Jonathan y Hazel Windsor.

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Jonathan y Xavier regresaron al bosque. No habían tenido éxito en encontrarse con el amigo de Xavier.

​—Jonathan —lo llamó Hazel. Al verlo, se acercó a él; lo había extrañado.

​—¿Cómo te sientes? ¿Descansaste? ¿Comiste? ¿Te duele algo? —preguntó sin darle tiempo a Hazel de responder.

​—Está embarazada, torpe, no enferma —le dio un zape Dani.

​Jonathan frunció el ceño y la miró.

​—Dani… Te voy a gol… —se calló y suspiró pesadamente. Dani era una mujer, jamás se atrevería a golpearla.

​—Respeta a tu tía, pequeño —se burló Xavier.

​Jonathan puso los ojos en blanco y Hazel solo rio.

​—Como sea, esta será nuestra última noche en el bosque. Xavier logró conseguir un permiso temporal y podremos quedarnos en la capital unas semanas —comentó Jonathan mirando a Hazel. Su mirada bajó hasta su vientre.

​Xavier empezó a observar el lugar y a olfatear. Vio que Max llegaba de hacer su protección de la noche.

​—Oye, amigo, ¿notaste algo extraño? —preguntó acariciando al can.

​Max solo ladró dos veces.

​—¿Pasa algo? —Dani se acercó a él.

​Xavier suspiró y negó. No quería preocupar a nadie. Además, era la última noche que estarían ahí. Estando en la capital, difícilmente serían atacados por los alfas Windsor, y de hacerlo, sería tomado como una declaración de guerra para el Par de Reyes por invadir sus territorios.

​—Max, aumenta la protección esta noche —le susurró al guía espiritual, quien no dudó en marcharse a obedecer esas indicaciones.

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Durante la noche, Xavier prefirió mantener la vigilancia. No quería confiarse, y Max estaba a su lado haciéndole compañía.

​Dirigió su mirada hacia Hazel, quien dormía en brazos de Jonathan. Este la tenía casi sobre él, pues no quería que se sintiera incómoda o se lastimara, a ella o a su bebé.

​—Hilda, tu hija encontró una gran pareja —susurró mientras acariciaba a Max.

​—Te estás tardando… Solo dile la verdad a esa niña, antes de que Caspian se adelante —habló Hermes.

​—Hermes, sabes que si lo hago ahora, ella me temerá. Solo acepta a Jonathan por ser su destinado, pero ¿a mí? Simplemente me rechazará cuando se entere de que también soy un Windsor —susurró.

​—No cualquier Windsor —agregó Hermes.

​—Eso es lo peor, no ser cualquier Windsor, sino también ser el hermano mayor de Caspian Windsor y quien lo ayudó a convertirse en Alfa de Alfas —comentó con pesadez.

​Xavier se odiaba por eso. Nunca pensó que su hermano fuera a convertirse en alguien tan despreciable. En lugar de detenerlo, simplemente abandonó el Clan meses después de que Caspian se uniera a Hilda.

​—Debes decírselo de todos modos. Incluyendo que eras tú quien se iba a convertir en la pareja elegida de Hilda Windsor —gruñó Hermes antes de bloquear su enlace.

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Al amanecer, Jonathan y Xavier llevaron a Hazel y Dani a la capital. Se instalaron en una pequeña casa alquilada para pasar unas semanas, cerca de la ciudad. La vivienda era cómoda y espaciosa para los cinco, incluido Max, quien se mantuvo en su forma de perro a petición de Dani, ya que ella no quería que descubrieran lo que era y pudieran hacerle daño.

​—Eviten hacer amistades con los vecinos y hablar más de lo debido —comentó Xavier mientras caminaba hacia la puerta de la nueva casa.

​Jonathan miró a los lados; los vecinos los observaban desde sus jardines. Rodeó a Hazel por la cintura de forma posesiva al ver que algunos hombres la miraban.

​—Ya debieron sentir tu aroma, celoso —se burló Dani.

​Jonathan se encogió de hombros, pero no se apartó de Hazel.

​—Jonathan, ¿seguro que no quieres la recámara principal? —preguntó Xavier, ya que el día anterior le había ofrecido esa habitación.

​—Sí, seguro. Además, sería descortés no darle prioridad a un hombre mayor —comentó con una leve sonrisa.

​—Al rato te daré una paliza —soltó Xavier con malicia.

​Jonathan suspiró pesadamente.

​—Bueno, vayan a descansar un rato —sugirió Dani—. Xavier y yo prepararemos la comida —agregó, emocionada.

​Jonathan asintió y llevó a Hazel a la que sería su recámara. A ella le gustó más porque tenía un pequeño balcón con vista al jardín trasero. Él se colocó detrás de ella y sus manos acariciaron su vientre con ternura. Hazel se hizo a un lado, dándole espacio a Jonathan para que besara su marca en el cuello. Empezó con besos tiernos y luego deslizó su lengua por toda la zona, provocando un suspiro de ella.

​—Quiero follarte, Hazel —susurró con su voz ronca.

​Ella rio, pues también deseaba estar con él. En el bosque, muy pocas veces habían tenido tiempo para disfrutarse de esa manera. Se giró para quedar frente a él; esos hermosos ojos marrones la miraban con tanto deseo que le fue imposible negarse.

Jonathan la besó con ternura. Sabía que, con su cachorro en camino, no podía tomarla de la forma en que le gustaba, pero no le importaba. Incluso con Hazel, quería ser "gentil", como le habían pedido otras mujeres en el pasado. Se deshizo de su ropa y la llevó a la cama. La recostó y comenzó a acariciar su cuerpo, delineando cada curva sin dejar de mirarla a los ojos.

​—Andas muy tierno —susurró Hazel con las mejillas sonrojadas.

​—¿No te gusta? —preguntó Jonathan, sonriendo.

​—Todo de ti me gusta, me encanta —respondió ella, acariciando su mejilla.

​—Siempre mía, Hazel —tomó su mano y besó su palma.

​—¿Te gustaría que fuera niña o niño? —preguntó ella, mordiéndose el labio, ansiosa por su respuesta.

​—Niño, niña... no importa, porque será nuestro, fruto de nuestro amor —respondió él en un tierno susurro, colocándose sobre ella con cuidado para no lastimarla.

​Jonathan la besó de nuevo, con ternura y pasión. Su lengua se deslizó dentro de la boca de ella, mientras sus manos masajeaban sus senos. Una de sus manos bajó hasta su centro y sus dedos hicieron movimientos circulares.

​—Oh, Diosa —jadeó Hazel al terminar el beso.

​—Estás mojada, mi Venus —gruñó Ares. Hazel sonrió al ver sus hermosos ojos azules.

​—Fóllame ya, lobito pervertido —habló Venus, llevando sus manos a los pantalones de él.

​Ares rio ante su comentario. Ayudó a su bella Venus a desabotonar los pantalones, se levantó y se los quitó, al igual que su playera. Volvió a subirse sobre ella, pero Hazel hizo un movimiento para quedar arriba.

​—Quiero domar a mi lobito pervertido —se inclinó y lo besó.

​—Ya me tienes domado, mi bella Venus —respondió él.

​—Te amo —combinó su voz con la de Hazel y lo besó de nuevo, mientras se deslizaba en su longitud de manera lenta y suave.