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El Regreso Del Duque Maldito

El Regreso Del Duque Maldito

Status: En proceso
Genre:Reencuentro / Matrimonio arreglado / Amor-odio / Amor en la guerra
Popularitas:22.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Gloria Escober

Romina Bruce, hija del conde de Bruce, siempre estuvo enamorada del marqués Hugo Miller. Pero a los 18 años sus padres la obligaron a casarse con Alexander Walker, el tímido y robusto heredero del ducado Walker. Aun así, Romina logró llevar una convivencia tranquila con su esposo… hasta que la guerra lo llamó a la frontera.

Un año después, Alexander fue dado por muerto, dejándola viuda y sin heredero. Los duques, destrozados, decidieron protegerla como a una hija.

Cuatro años más tarde, Romina se reencuentra con Hugo, ahora viudo y con un pequeño hijo. Los antiguos sentimientos resurgen, y él le pide matrimonio. Todos aceptan felizmente… hasta el día de la boda.

Cuando el sacerdote está a punto de darles la bendición, Alexander aparece. Vivo. Transformado. Frío. Misterioso. Ya no es el muchacho tímido que Romina conoció.

La boda se cancela y Romina vuelve al ducado. Pero su esposo no es el mismo: desaparece por las noches, regresa cubierto de sangre, posee reflejos inhumanos… y una nueva y peligrosa obsesión por ella.

NovelToon tiene autorización de Gloria Escober para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Nacimiento y muerte

El sol había salido en el condado. Romina tenía los ojos abiertos, mirando el techo; se sentía tan vacía, tan inútil. No había dormido en toda la noche. Ayer estaba feliz, esperando a su bebé; fue poco el tiempo que lo disfrutó y se había ido. No pudo sentir sus patadas, ni siquiera tuvo antojos. Le había fallado a Alexander, no protegió a su hijo. Las lágrimas de Romina comenzaron a caer.

—¿Por qué? —dijo, llevando la mano a su vientre.

En eso la puerta se abrió y entró su madre con una bandeja de comida.

—Romina, te traje algo para desayunar.

—No quiero nada, madre.

—Mi amor, tienes que comer para recuperarte.

—No quiero recuperarme, solo quiero morirme —dijo llorando.

Su madre dejó la bandeja en la mesa y se acercó a ella.

—No digas eso, hija. Sé que es difícil por lo que estás pasando, pero tienes que ser fuerte.

—No quiero ser fuerte, quiero a mi hijo. Soy una mujer inútil, no pude conservar a mi bebé en mi vientre.

—No digas eso, estas cosas pasan. No eres la primera mujer y no serás la última, mi cielo.

—No me importan las demás mujeres. ¿Qué le diré a Alexander, que perdí a su hijo? Lo mejor para él sería que cuando vuelva se case con otra mujer.

—Él te ama y entenderá que esto sucede. Sé que ahora todo lo ves gris, pero te juro que el tiempo curará ese dolor.

—No lo creo, madre. ¿Qué fue lo que salió mal? Quizás comí algo, he estado viajando mucho en coche…

—Basta, Romina, no te culpes, hija. No fue tu culpa, esto es más común de lo que crees.

—Eso no hace que no duela, madre.

—Mi amor, entiendo tu dolor, pero tienes que ser fuerte. Tu esposo está en la guerra peleando, él te pidió que fueras fuerte.

Romina recordó lo que Alexander le había dicho.

—Sí, lo hizo, madre, pero ¿cómo puedo hacerlo? No puedo, mi bebé no está.

—Es cierto, hija, él no está, pero tú sí estás, y Alexander está, tu padre está, tus suegros están, tu hermano sí está, yo estoy, y por todos nosotros tú tienes que vivir.

Romina no dijo nada, solo se quedó callada mirando el techo.

—Hija, envié una carta a la duquesa. El doctor dijo que debes quedarte aquí unas semanas guardando reposo.

Romina miró a su madre.

—Debe saberlo, era su nieto.

Al mediodía, la duquesa llegó al condado. Fue recibida por la madre de Romina; al llegar le contó todo lo que sucedió esa noche.

—¿Cómo está ella? —dijo la duquesa con lágrimas en los ojos.

—Físicamente se está recuperando, pero está destrozada, se culpa por la muerte del bebé.

—Es comprensible, y más para ella; es joven, solo tiene 19 años. Es muy joven. Quiero verla —dijo la duquesa.

—Claro, vamos —le respondió la condesa.

La duquesa llegó a la habitación de su nuera. Cuando entró, Romina miraba hacia la ventana. La duquesa se acercó con cuidado.

—Romina —la llamó.

Ella la miró y comenzó a llorar.

—Lo siento, fallé, mi bebé no está.

La duquesa se acercó a ella y tomó su mano.

—Querida, nada de esto es tu culpa. Es una tragedia, pero esto pasa. No tienes que disculparte.

—Quizás si yo no hubiera salido mucho, hubiera guardado más reposo.

—No, mi cielo, tú no hiciste nada. Entiendo tu dolor, Romina, pero vas a superarlo.

—No lo creo.

—Sí lo harás, ¿sabes por qué?

—No.

—Porque yo también estuve en tu lugar. Antes de que Alexander llegara a mi vida, perdí un bebé, y creí que moriría. Quería morir en ese momento y me culpé por ello. Y aunque aún me duele cuando lo recuerdo, seguí adelante y tuve a Alexander y he sido muy feliz.

—No sabía eso, Alexander nunca me contó —dijo Romina.

—No, no lo sabe. No es fácil hablar de esos temas, solo los guardas y los sacas en estos momentos. Mira, querida, estoy segura de que mi hijo regresará de la guerra y debes estar aquí para esperarlo.

—No quiero que él lo sepa, no quiero que le digan lo del bebé. Cuando regrese yo se lo contaré en su momento.

—Está bien, cariño. Sé que debes guardar reposo; puedes quedarte aquí el tiempo que quieras.

Romina solo asintió. La verdad, no tenía fuerzas para levantarse, ni física ni mentalmente.

Por otro lado, César se acercó a su madre, que estaba en la sala.

—¿Cómo está Romi, madre?

—La duquesa estuvo con ella y la dejó más tranquila, pero está muy triste.

—Lo siento, mamá. Ella me pidió que la ayudara, que salvara al bebé, pero no pude moverme al verla ahí… la sangre.

La duquesa se acercó y abrazó a su hijo, luego besó su frente.

—No podías hacer nada, hijo. No es tu culpa. Es natural para los hombres no saber qué hacer en ese campo, ya que ese campo solo lo combatimos las mujeres.

Tres días después, el duque llegó. Su esposa había mandado a un caballero a buscarlo. Cuando llegó, abrazó a su esposa.

—El bebé no está.

—Esto no lo podíamos evitar, no llegaríamos a tiempo, Alexander, esposo.

—¿Cómo está ella?

—Devastada, se culpa. Es tan joven.

—Iré a verla mañana, esto no es su culpa.

—Lo sé, pero no podemos decirle la verdad aún. Debemos cuidar de ella.

—Y así lo haremos, querida —dijo el duque.

A la mañana siguiente, el duque fue a ver a Romina. La consoló; a pesar de todo, Romina se sentía amada, aunque aún lloraba la pérdida de su bebé. Entonces tomaron una decisión: no querían que nadie supiera lo de su aborto, que quedara solo entre los duques, su madre y César. Además, solo ellos sabían la noticia, además de Melissa, a quien le escribió una carta pidiéndole que no dijera nada. No quería preguntas de la sociedad ni que gente que no conocía le dijera “lo siento”.

Cuando Melissa recibió la carta, se llenó de pesar.

—Pobre Romina —dijo, tocando su vientre.

Quiso ir a verla, pero en ese momento su vista se puso más borrosa; casi cayó, su dama tuvo que ayudarla.

—Mi señora, ¿qué sucede?

—No lo sé, veo todo borroso, la luz me está molestando.

—Creo que es mejor que se quede aquí.

—Quería ir a ver a Romina.

—No es conveniente, lo mejor es que se quede, por el bebé.

—Lo sé, pero por favor ve a verla por mí. Dile que lo siento, llévale las rosas que sembré hace meses en el jardín, las blancas, y algo dulce.

—Sí, así lo haré, mi señora —dijo la dama.

Un mes después…

Romina se había quedado en el condado Bruce con su madre y hermano. Los duques iban a verla seguido. Melissa se comunicaba con ella por cartas, ya que los síntomas de su embarazo habían empeorado. En ese mes había recibido una carta de Alexander, diciéndole que todo estaba bien, que el príncipe seguía en negociaciones. Romina le respondía diciéndole que todo estaba bien; no le dijo nada sobre el bebé, ni a él ni a su padre.

En el marquesado Miller el ambiente era otro. Melissa había entrado en labor de parto. El marqués se movía de un lado a otro; las doncellas salían y entraban en la habitación con agua y sábanas manchadas de sangre. Los gritos de Melissa se escuchaban.

—¡Ahhh! —gritaba Melissa, llena de sudor y casi sin fuerzas.

—Debe pujar más fuerte —dijo el médico.

—Ya no tengo fuerzas.

—Sí las tienes, tú puedes.

Las doncellas tomaban sus manos, pero la sangre no dejaba de brotar.

—Mi cabeza va a explotar —gritó Melissa. Sus piernas temblaban, como sus manos.

El médico salió un momento de la habitación, dejando a la matrona con ella. El marqués lo miró salir, manchado de sangre.

—¿Cómo está? —dijo el marqués.

—El niño está por coronar, pero…

—¿Pero qué sucede?

—Ha perdido mucha sangre, está muy débil, no puede detener el sangrado. No resistirá. Haré lo posible por salvar al bebé, pero ella no va a sobrevivir.

—No puede decirme eso.

—Esto es así, marqués. No todas las madres sobreviven al parto —dijo, volviendo a la habitación.

Una hora después de mucho esfuerzo se escuchó un llanto.

—Es un niño —dijo el médico.

—Mi señora tuvo un hermoso niño —le dijo su doncella.

El médico tomó al bebé.

—¿Cómo está mi hijo? —dijo ella débil.

—Está muy bien, marquesa, es un niño sano.

Melissa sonrió. Las damas comenzaron a limpiarlo. Treinta minutos después, el marqués entró. Melissa tenía al bebé en sus brazos.

—Es un niño, suegro, se parece a Hugo.

El marqués sonrió.

—Es precioso, estoy orgulloso de ti. Hugo lo estará cuando regrese. Ahora debes descansar para recuperar fuerzas.

—No… por favor, suegro, llame a Romina, necesito verla. Tengo que verla. Avísele. Sé que ella aún está triste, pero necesito que venga. Dígale que me estoy muriendo, que necesito verla —dijo mientras sus labios temblaban.

—No digas eso, te vas a recuperar —dijo el marqués llorando.

—Por favor, llámela —dijo ella en un hilo de voz.

—Está bien —dijo el marqués—, la llamaré.

Inmediatamente, del marquesado un caballero salió rumbo al condado Bruce. Romina se encontraba con su hermano, bebiendo té.

—¿Cómo te sientes, Romi?

—Físicamente estoy mejor —dijo triste.

—Perdón por no ayudarte.

—No podías hacer nada —dijo triste.

En ese momento llegó una doncella, diciéndole que un caballero del marquesado había llegado, diciendo que el marqués la llamaba: la señora Melissa acababa de dar a luz, estaba mal y quería verla.

Romina, por primera vez, olvidó su dolor y se puso de pie para ir. César, su hermano, decidió acompañarla porque su madre no estaba y además Romina aún se estaba recuperando del aborto.

Cuando llegaron al marquesado, ella y César pasaron a la habitación de Melissa. César se quedó en una esquina. El marqués estaba a la par de Melissa, el bebé al costado de la cama. Romina se acercó.

Melissa estaba pálida, sin color, los labios morados.

—Es un niño, Cedrick —dijo Melissa sonriendo.

—Es un bebé precioso —dijo Romina, tocando la mano del niño.

—Cárgalo, por favor, Romina —dijo Melissa.

—Yo…

—Por favor, Romina.

Romina, con un nudo en la garganta, tomó al bebé con cuidado y lo puso en sus brazos. Le dio un beso en la frente mientras sus lágrimas caían, recordando al bebé que perdió.

—Hablé con mi suegro. Él está de acuerdo en que seas su madrina. Me lo prometiste.

—Y lo haré —dijo Romina.

Melissa tomó una de las manos de Romina y dijo:

—Sé que perdiste a tu hijo, que nada compensa eso, pero creo que el destino no es tan cruel. Tú eres una madre que perdió a su bebé, y él es un bebé que perderá a su madre; ambos pueden encontrar lo que perdieron en el otro.

—No digas eso, Melissa, tú te vas a recuperar.

—No lo haré. Por favor, Romina —dijo temblando—, prométeme que vas a cuidar a Cedrick, que vas a hacer como su madre. Promételo, incluso si tienes más hijos.

—Lo voy a cuidar, lo prometo, pero él ya tiene una madre, te tiene a ti.

—No, por favor, Romina, prométeme que vas a cuidar de él como su madrina y como una madre. Prométemelo.

—Lo prometo —dijo llorando.

Melissa sonrió.

—Suegro, no olvide su promesa.

—No lo haré, Melissa.

Melissa sonrió y, en un hilo de voz, dijo:

—He dejado una carta con mi doncella para mi hijo cuando sea grande. Ella se la entregará, que sea su nana.

El cuerpo de Melissa comenzó a temblar más.

—Díganle que lo amo y lo haré siempre…

De pronto, Melissa comenzó a convulsionar. Romina le pasó el bebé a la doncella.

—¡Melissa! —gritó Romina.

El médico se acercó a ella y comenzó a atenderla. La sábana blanca que la cubría comenzó a mancharse de rojo en la parte inferior, mientras su cuerpo temblaba violentamente. César solo se quedó en una esquina mirando la escena; todo era un caos, el bebé lloraba, hasta que ella ya no se movió más.

El médico la revisó y bajó la cabeza.

—Ha muerto.

1
Ivon Caraballo
me encanta el personaje de la mamá de Romina toda una condesa, astuta y protectora de su familia
Karime
Feliz navidad
JZulay
😯🙊😣
Aracelis Durango
La madre de Romina tiene razón ella está sensible por la pérdida de su bebé y si no la guía la pueden malinterpretar, Romina tiene que pensar y reflexionar sobre eso
Laura Aguado
Pues yo estoy d acuerdo con su madre, es la hija de Hugo y, aunque se hiciera amiga de Melissa, por desgracia ella no está, y Romina debería evitar td contacto con Hugo. El bebé tiene un padre y abuelos q son los q deberían cuidarlo y mimarlo. Ella está muy destrozada y se involucrará de más. El bebé no tiene la culpa pero Alexander tampoco.
rosanyelis mendoza
aunque se vea brusco desde las vista de Romina, es la realidad. para una mujer que pierde un embarazo y luego tiene a su cargo un bb se vuelve desde su punto de vista en sentimientos, suyo, y generar el desapego es imposible.
aunque sea feo, la condesa tiene total razón, Romina creció en todo lo bello, pero lo cruel de la sociedad no lo vivió, no lo ha sentido en carne, así que es mejor así.
Alma Morales
Su madre aunque suene horrible tiene razón 👏👏
Karime
🤔Creo que tu mamá tiene razon
Adriana Trejo
cruel la condesa aunque la sociedad es cruel pero no quita que romina tiene que transitar su propio camino para que comprenda , pero bueno continuará ......
Elizabeth Delvicier
Muchos dirimos que es cruel la condesa pero la "sociedad" siempre busca motivos para hablar y generar intrigas sin importar a quienes pueden dañar.
Y es mejor que Romina se mantenga al margen xq así evitarás que se mal entienda su compadrajo
Ivon Caraballo
creo que C esconde bien sus secretos, astuta y manipuladora...un lobo envuelto en seda...
scarlet
que tristeza 😭😭😭
fénix
que capitulo más triste 😢😢
Blanca Ramirez
excelente historia
Faveamny Calderon
que dolor 😭😭😭
Alma Morales
Que capitulo más triste ella tenía precaución, losé porque yo la tuve y mi hijo y yo casi morimos yo tuve los mismos sintomas😭😭😭😭😭😭😭😭😭
Alma Morales: Apenas la libramos desgraciadamente mi hijo nació con discapacidad, lo mio fue de tercer grado yo estuve internada 3 meses y mi hijo casi 5 es una enfermedad de embarazo muy horrible 😭😭
total 2 replies
Adriana Trejo
que cap triste 😥 , y ahora que seguirá con las pérdidas que hubo , una guerra que también se llevara más personas 🤔
Laura Aguado
😭😭😭😭madre mía,no paro d llorar
Laura Aguado
😭😭😭
scarlet
tán feliz que estaba con su embarazo
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