Rehén

Más tarde, ese mismo día, Stefan entró nuevamente en la habitación de Vini, encontrándolo en silencio, mirando el horizonte por la ventana. El ambiente estaba calmado, pero Vini parecía distante, como si sus pensamientos estuvieran en algún lugar muy lejos de allí. No se percató de la aproximación de Stefan hasta que el hombre estuvo ya a su lado, su presencia invadiendo el espacio con una suavidad silenciosa.

—Es un día bonito, ¿no es así? —preguntó Stefan, la voz suave, pero con un tono que aún cargaba cierta autoridad.

Vini tragó saliva, sorprendido por la presencia repentina de Stefan a su lado, y titubeó por un momento antes de responder. La mirada de Stefan estaba fija en él, atento a sus movimientos, y Vini se sintió vulnerable, incluso en un momento tan simple.

—Se-señor, yo... —Vini comenzó, pero la inseguridad le robó las palabras. Sabía que algo en su pecho le impedía expresarse claramente, como si el miedo aún estuviera controlando sus reacciones.

Stefan, sin embargo, no demostró impaciencia. Su mirada permaneció calmada, casi tranquila.

—Está todo bien, Vini. No te preocupes —respondió Stefan con una sonrisa sutil, intentando aliviar la tensión que parecía flotar en el aire—. ¿Quieres salir?

Vini lo miró, una mezcla de deseo y recelo en la expresión. Era obvio que quería salir, sentir el aire fresco y cambiar de ambiente, pero un recelo persistente lo hacía cuestionar las intenciones de Stefan. No sabía qué esperar, y la idea de ser manipulado lo hacía titubear.

Stefan, percibiendo la vacilación de Vini, no perdió tiempo. Tomó una gorra del closet y se la extendió al joven, como si fuera un gesto natural y cuidadoso.

—No es bueno que te dé una insolación en la cara. Aún no está completamente recuperada —dijo Stefan, con una leve preocupación en su voz, pero manteniendo un tono suave y controlado—. Ven.

Sin esperar una respuesta verbal de Vini, Stefan le extendió la mano, una acción simple, pero cargada de un poder silencioso. Vini titubeó por un momento, pero la oferta de estar al aire libre, lejos de las paredes cerradas de la habitación, parecía atractiva demasiado. Finalmente aceptó la mano de Stefan, sintiendo un calor extraño subir por su espina dorsal a medida que sus dedos se encontraban.

Los dos salieron al jardín, donde el sol brillaba suavemente entre los árboles. El aire estaba fresco y el ambiente alrededor era pacífico, casi reconfortante. Stefan se mantuvo al lado de Vini, caminando con él lentamente, a un ritmo tranquilo. Se quedaron allí por un tiempo, sin hablar mucho, solo apreciando el paisaje y la calma del lugar. Para Vini, era como si estuviera experimentando una sensación rara de libertad, aunque fuera algo que no entendía completamente.

Después de un tiempo que Stefan juzgó suficiente, llamó a Vini para volver a la casa. En el camino de regreso pasaron por la cocina y luego regresaron a la habitación. Antes de salir de la habitación de Vini, Stefan miró al muchacho, pero no dijo nada.

Vini se quedó parado, escuchando cuando la puerta de la habitación fue cerrada con llave nuevamente. Aquel estaba siendo un día muy confuso y desconcertante para Vini. Mientras pensaba en todo lo que sucedió, se dio cuenta de que una parte de él había echado de menos el sexo y si fuera como había sido aquel día, no iba a reclamar, pensó.

¿Qué estaba sucediendo con él? ¿Aquel hombre había hecho cosas monstruosas con él y ahora estaban caminando de la mano? ¿Qué mierda era aquello que estaba sintiendo? ¿Por qué no estaba consiguiendo odiar a aquel hombre como debería?

Vini fue a bañarse y mientras sentía el agua caer sobre él no dejaba de sentirse débil por estar cediendo al juego de Stefan. Aún atormentado por esos pensamientos, salió del baño y, como de costumbre, su cena lo aguardaba en la mesa cerca de la cabecera de la cama. Después de comer, fue a hacer su higiene y entonces se acostó y se durmió.

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