Todos amamos de distintas maneras.
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Capítulo 3
Luego de que ambos chicos terminaran de realizar todos los ejercicios que Luna les había dado, esta consideró que ya no había más nada que pudiera hacer por ellos y que podía marcharse al fin.
—Bien creo que eso es todo por hoy, yo ya debo marcharme. — Luna se levantó de su asiento y ambos chicos la imitaron. — Les deseo suerte a los dos.
—Gracias Luni. — Su primo se apresuró a juntar todos los libros esparcidos sobre la mesa.
—Yo también debo regresar a casa ya. —Soltó Christopher, mirando el reloj en su muñeca. —Ya es tarde y mañana debo despertar temprano.
—Bien nos vemos mañana. —Soltó Alejandro, sin prestarles demasiada atención. A Luna le pareció una falta de respeto que ni siquiera la acompañara a la salida, pero, realmente no iba a darle importancia, solo quería irse a su casa de una vez por todas.
Christopher y Luna subieron las escaleras en silencio, él iba por delante, y ella, no pudo evitar notar su espalda. Era la primera vez que lo tenía tan cerca, y le encantaba cada vez más.
Cuando llegaron a la sala notaron que no había nadie en casa, ni siquiera estaba su tía para despedirse de ellos, pero, supuso que así era mejor, podía irse de una vez por todas.
—¿Vives muy lejos de aquí?— Preguntó Christopher, tomando su chaqueta y su mochila.
—Como a 30 minutos en autobús. —Respondió Luna, queriendo sonar lo más calmada posible. Le era difícil no ponerse nerviosa sabiendo que estaba sola con él.
—Ah bastante lejos en realidad.— Christopher miró a través de la ventana. —Está oscuro afuera, te acompañaré hasta la parada. — Abrió la puerta de entrada e hizo una mueca como para que Luna saliera por ella.
—No es necesario realmente. —Se apresuró a responder. —No te preocupes, conozco bien la zona, no va a pasarme nada, ni tampoco tengo miedo.
—Nunca se sabe qué clase de loco puedes cruzarte por ahí. — Respondió él, mirandola fijamente. —No me cuesta nada acompañarte y voy a hacerlo.
Luna sabía que lo correcto era decirle que no, que no se preocupara, que todo estaba bien, y agradecerle por la amabilidad, pero se moría de ganas, mierda que se moría de ganas. Era su oportunidad, era su oportunidad de que él supiera más de su existencia.
—Está bien. — Soltó al fin. —Solo espero que el colectivo llegue rápido, así no te demoro demasiado.
—No te preocupes por eso, yo vivo muy cerca de aquí. — Christopher salió por la puerta y Luna lo imitó.
Estaba nerviosa, sentía que sus manos temblaban, y por más que le daba vueltas en su cabeza, una y otra vez a la situación, no sabía qué hacer, no sabía qué decir, estaba en silencio, por primera vez Luna, se había quedado sin palabras.
—No sabía que eras tan buena en matemáticas. — Soltó Christopher, era obvio que estaba buscando un tema de conversación. —O al menos no fue la impresión que me diste ayer.
—Sí bueno, realmente la primera impresión no importa. — Soltó ella, no iba a decirle que él la ponía nerviosa. —Prefiero quedarme con las últimas, ahí es cuando realmente conoces a alguien.
—Si, tienes un punto. —Él sonrió. Ella le parecía interesante.
—¿De dónde conoces a mi primo?— Luna sabía que tenía que preguntar algo, si no, él iba a cansarse de tratar siempre de buscar un tema de conversación. —No sabía que eran amigos.
—Es raro realmente no sé bien cómo empezó nuestra amistad, no nos llevamos muy bien al principio. —Soltó una carcajada, y Luna sintió que les temblaron las piernas. — Tu primo es muy competitivo y yo también.
—¿Pero van a la misma preparatoria no?—Preguntó, no quería que la conversación con él terminara, era su oportunidad de conocerlo, era la oportunidad que había estado esperando hasta el momento.
—Claro. —lo miró por primera vez a los ojos, y no puedo evitar pensar en lo hermosos que eran. —¿Tú en qué preparatoria estudias? no te he visto.
—De todas maneras no creo que pudieras recordarme. —Soltó, todavía le dolía que él no pudiera recordarla, y que ni siquiera le haya prestado atención en los últimos dos años.
—Eres bastante cruel. —Soltó. — No suelo prestarle atención a la gente en la calle. —Se defendió.
—No pasa nada, tampoco es como que tuvieras que prestarme atención. — Dijo luna, aunque por dentro se moría porque él lo hiciera. — Estoy en la universidad.
—¿Qué?— Christopher frenó en seco y la observó confundido. — Tú no eres mayor que yo.
—No, pero de todas maneras estoy en la universidad. — Luna elevó ambos hombros. —me salté dos años en la primaria.
—Oh increíble. —él comenzó a caminar nuevamente y Luna lo siguió. —Eres una mini genio.
—No creo serlo. — Luna sonrío. —Creo que tenía demasiado tiempo libre cuando era chica.
—¿Esta es la parada del autobús?— Preguntó Christopher sentándose en el banco antes de que Luna pudiera responder.
—Si, si lo es. —Luna tomó asiento a su lado. Y lo observó. Incluso con la poca luz de la noche él se veía hermoso.
Lo vio rebuscar en su mochila y se sorprendió bastante cuando sacó de esta una caja de cigarros y un encendedor. No porque él no tuviera edad para hacerlo, sino porque creía que él era un atleta.
—No puedes llevarte bien con Dios y con el diablo. —Soltó Luna, sin pensar en sus palabras. —¿Lo sabes?
—Lo sé, no es necesario que me lo recuerdes. —Su respuesta tan tajante la incomodó, pero sabía que se lo merecía por meterse en cosas que no le correspondían.
—Bien. —Dijo secamente.
—Perdón Luni.—Odiaba que la llamaran así, pero que él lo dijera, la volvía loca. —Solo lo hago cuando estoy nervioso, y estoy teniendo unos días un poco complicados.
—Pues lee un libro, a mí me ayuda. — Ella sabía que él no era de los que leían un libro, pero no sabía qué más decirle.
—No me gusta leer. — Soltó, llevándose el cigarro a la boca.
—Pues canta, una vez leí que eso ayuda con los nervios. — De repente la conversación le parecía graciosa.
—Se me da fatal cantar. — respondió Christopher, mirándola a los ojos.
—Sal a correr, puede ayudarte a liberar energías. — Rodó los ojos.
—Te aseguro Luni que correr no me hace falta. — Le regaló una sonrisa. —lo hago todos los días.
—Besa a alguien, no sé. — Luna sintió como sus mejillas se encendían después de decir esto. —Pero creo que hay maneras más saludables de pasar los nervios.
—No tengo a nadie a quién pudiera besar en este momento, y justo ahora estoy nervioso. —Luna sintió que se hacía chiquitita en el banco, no sabía si de la vergüenza, o porque él no la consideraba una opción. —Me tiene nervioso el examen de mañana, tiene que irme bien, porque si no entro a la universidad, mi carrera de atleta se va a ver afectada.
—¿Tienes que ir a la universidad para poder ser un atleta?— Preguntó Luna, no tenía mucha idea sobre el tema.
—No, pero mi madre va a matarme. — Soltó una carcajada. —No es que me importe realmente la universidad, desde chico tengo en claro que quiero ser de grande, pero es un trato que hice con mis padres, primero los estudios, luego el básquet.
—Va a irte bien, tienes que tenerte un poco de fé. — Luna trató de consolarlo, aunque realmente no sabía si iba a irle bien. —Y si necesitas ayuda, puedes pedirmela.
—¿Qué estudias en la universidad?— Preguntó Christopher. —Me da curiosidad saber qué es lo que estudia una mini genio.
—Ingeniería química. — Soltó Luna sin más. Estaba tan nerviosa que no se sentía capaz de mantener una conversación, y temía que él pensara que era una aburrida.
—¿Cómo haces para estudiar algo así y trabajar al mismo tiempo? —Preguntó sorprendido.
—Realmente no lo sé. — Sonrió. — Aunque la verdad es que sí termino muy cansada.
—Creo que ese es tu autobús. — Ambos se levantaron del asiento y miraron en la dirección que venía. — Lo es ¿No?
—Creo que sí. —ella no quería irse, quería detener el tiempo y quedarse, seguir hablando con él de cosas que no tenían mucho sentido, y aunque sabía que no estaba teniendo la mejor conversación de su vida, quería que durara un poco más. —Gracias por acompañarme.
—No hay de qué, Gracias a ti por ayudarme hoy, la próxima vez que nos veamos, te cuento cómo me fue. — Le regaló una última sonrisa.
Luna cómo pudo subió al autobús, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para que las piernas le funcionaran. Por fin había podido hablar con él, por fin había podido conocer un poco de él, al fin Christopher la había notado, y eso la hacía muy feliz.