En un mundo donde los humanos temen a los lobos y los lobos temen a su propia naturaleza, Rachel Montemayor despierta en un calabozo, atrapada entre dos identidades. A lo largo de su vida, ha luchado por controlar su lobo interior, pero ahora, en la víspera de ser vendida como esclava en la ceremonia de ascenso de Desmond, su destino parece sellado. Mientras las ofertas se lanzan como dagas en el aire, Rachel debe decidir: ¿se someterá a la vida de un objeto, o encontrará la fuerza para reclamar su libertad y desatar el poder que siempre ha llevado dentro?
¿Es Ethan un Villano o un Héroe Trágico?
¿Puede la cercanía sanar las heridas del pasado?
¿Es posible cambiar el corazón de un hombre frío como Ethan?
En un juego de traiciones, poder y autodescubrimiento, Rachel se embarcará en una lucha que podría redefinir no solo su vida, sino el equilibrio entre humanos y lobos.
Podrá Rachel descubrir: ¿Qué hay detrás de la fachada del 'hombre de corazón frío'?
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La Resistencia
Observé cómo los guardias se acercaban a Rachel, sus miradas reflejando una mezcla de temor y desafío. La atmósfera en la habitación estaba tensa, y el único ruido era el eco de sus pasos, resonando ominosamente. Rachel, valiente y decidida, se mantenía erguida, mostrando una fortaleza admirable. Su expresión revelaba confianza, y aunque todo era aterrador, su determinación brillaba en medio de la oscuridad.
Los guardias, con rostros fríos, se agruparon alrededor de ella como lobos acechando a su presa. A pesar de la amenaza, Rachel no mostraba debilidad; su mirada estaba fija en mí, como si esperara apoyo en esa situación. Sin compasión, los guardias comenzaron a desgarrar su ropa, pero Rachel no se dejó intimidar. Su dignidad permanecía intacta ante la humillación.
Sentí admiración por el valor que mostraba. Era asombroso ver cómo se mantenía digna a pesar de las circunstancias. Sus ojos reflejaban determinación, listos para enfrentar cualquier obstáculo. Su postura indicaba su fortaleza interna, inspirándome a reconocer su admirable resistencia.
—Vaya, Rachel, esto no lo vi venir —dije, acariciándome el mentón—. Esperaba muchas cosas de ti, pero esto no estaba en mis planes. Me sorprendes, pero es una pena que esa fuerza de voluntad no parezca durar mucho.
Ella me miró con frialdad, como si deseara arrancarme los ojos. Su mirada era penetrante y distante, y se sentía una amenaza a su alrededor. Los guardias, frustrados por su resistencia, decidieron intensificar sus tácticas.
A pesar de la brutalidad, Rachel permanecía en silencio, como si el miedo no pudiera alcanzarla. Su rostro reflejaba una calma inexplicable, como si estuviera en una burbuja que la protegía de la realidad. Cada grito y choque de cuerpos parecía caer sobre ella como sombras lejanas.
Sentí satisfacción al ver su notable resistencia. Mi lobo interior aullaba con aprobación, deleitándose con su lucha incansable, mientras otra parte de mí disfrutaba del control que tenía sobre ella. La mezcla de emociones era abrumadora; admiraba su tenacidad, pero también saboreaba el poder que poseía.
Cada esfuerzo por liberarse intensificaba mi instinto primario. Ese instinto me atrapaba en este juego de poder, convirtiendo cada momento en una danza hipnótica de control y rendición. La tensión entre nosotros se volvía palpable.
—Llévensela y asegúrense de que comprenda bien la lección —ordené con determinación—. Mañana, al amanecer, quiero que reciba 50 latigazos. Informen a toda la manada; deben saber que así se castiga la desobediencia hacia su alfa.
Rachel fue sacada de la habitación por los guardias, su cuerpo aún irradiando resistencia. Mientras la llevaban, nuestros ojos se cruzaron, y percibí un destello de desafío en su mirada. A pesar de las adversidades, parecía albergar la esperanza de liberarse.
La noche avanzaba lentamente, mientras mis pensamientos giraban en torno a Rachel. Su rostro, con determinación y valentía, se repetía en mi mente. La lucha interna se intensificaba; mi lobo interior aullaba ferozmente, desorientado entre la admiración y el deseo de imponer mi control.
Era consciente de que el amanecer traería un castigo severo, un peso que presionaba mi pecho. Pero también me inquietaba la idea de que, en un momento de desesperación, ella pudiera rendirse y arrodillarse ante mí. Esa posibilidad me perturbaba tanto como me fascinaba.
«Oh, esto es increíble», exclamó mi lobo interior. «Siento cómo la energía corre por mis venas. Déjame salir, anhelo experimentar la adrenalina de la caza, sentir la presa atrapada entre mis fauces».
Finalmente, el primer rayo de sol comenzó a asomarse. Los miembros de la manada se reunieron en el claro, donde una atmósfera de expectación envolvía el lugar. Los centinelas llevaron a Rachel, con las manos atadas y su rostro mostrando serenidad, al centro del claro.
—Hoy, todos tendrán la oportunidad de presenciar las consecuencias de desafiar la autoridad del alfa —proclamé—. Rachel, te ofrezco una segunda oportunidad: arrodíllate ante mí y ruega por mi clemencia. Si decides no hacerlo, verás cómo tus propios trozos de carne son esparcidos aquí.
Ella me sostuvo la mirada, y comprendí que no estaba dispuesta a ceder. —No lo haré, y esa es mi última palabra —declaró con determinación.
—¡Guardias! —grité, irritado por su negativa. —Golpéenla y asegúrense de que su cuerpo quede cubierto de sangre —ordené. Al instante, un grupo de cinco lobos comenzó a aullar, anunciando que era el momento de comenzar con los cincuenta latigazos.
