Al morir y regresar, después de saber su destino; decide dejar todo por lo que siempre se esforzó y tratar de sobrevivir, sin importar lo que el resto de la gente a su alrededor, diga.
En su camino encuentra a la persona que la ayudará y será su apoyo en un futuro, al menos eso cree.
Para ello tendrá que casarse con aquel desconocido.
¿Será verdad?
¿Un contrato puede ser cumplido o se tendrá que romper?
¿El amor puede surgir a pesar de no conocerse?
Historia de Johana y Donatello, el principio de su vida...
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Dolor.
La chica depósito un beso en el pelaje de su caballo y fue con el general. No se sentía mal consigo misma, siempre fue buena con toda la gente a su alrededor, incluso jamás se quejó cuando la golpearon o la dejaron sin comer varios días, eran los castigos normales desde que su madre estaba viva y después de su muerte, la que se encargó de ello, fue la primera esposa de su padre.
Ante los ojos de los soldados, Johana era una vil ladrona, así que no le prestaron más atención, ella comprendió lo que pasaría y solo se resignó.
Llegado el momento, las tropas del general se habían puesto en marcha rumbo a su destino, aunque harían una pequeña parada. Johana iba en un carruaje, que normalmente era utilizado para transportar alimentos o armas. No se veía afectada por su destino, Siempre fue conformista y demasiado confiada, pensaba que la maldad no corría por sus venas, aunque estaba totalmente equivocada, solo tal vez se había guardado todo el odio y dolor que había pasado durante los 17 años de vida que llevaba.
Cuando llegaron al condado, pidieron hablar con el gobernante, por lo que el conde se reunió con el general, ahí trataron el tema que correspondía al castigo de Johana. No obstante, lo que se dijo fue:
—Me presento, mi nombre es Donatello Roux, primer general del ejército imperial— apenas si hizo una leve reverencia.
—Mucho gusto general Roux, mi nombre es Ángelo Chian. ¿A qué debo el honor de su visita?— estaba confundido, que hasta se le olvidó hacer una reverencia.
—Tuve un pequeño problema con cierta persona que al parecer usted conoce. Las leyes son claras y debo castigarla, sin embargo necesito su permiso para hacerlo, siendo que es una noble— le explicó
—Lo entiendo, solo me gustaría saber de quién se trata— si le convenía, haría hasta lo imposible para que cayera todo el peso de la ley sobre aquella persona.
—Se trata de su tercera hija conde, ella se atrevió a dar falsa información y también le encontramos ciertas pertenencias que no eran de ella, así que debe recibir el castigo que yo le quiera dar— su seriedad impactaba a cualquiera y el conde no era la excepción.
—Lamento que todo eso haya sucedido. Usted puede hacer lo que mejor le parezca, me gustaría estar al tanto de su castigo, asumo que le cortarán las manos por robar y la lengua por hablar demás— no se le veía pizca de preocupación por Johana, lo que le dejó en claro al general, que el hombre era alguien que de verdad no la quería, incluso quería que la castigaran con las cosas más severas.
—Para darle el castigo que yo crea conveniente, necesito que usted firme este documento, así no me culpara si algo malo le sucede— continuó
El general acercó un par de hojas y al ver el nombre de Johana con la palabra delincuente a su lado, no se tomó el tiempo para leer el documento, solo firmó sin más.
—Espero que con esto aprenda que cualquier acción tiene consecuencias, aunque traté de educarla de la mejor manera, veo que fracasé como padre— justo ahora se mostraba lamentable.
—Entonces me retiro, me encargaré de hacerle saber que castigo recibió su hija— se había levantado y estaba a punto de retirarse.
—Disculpe general, con ella estaba un caballo negro azabache, ¿lo encontraron?— algo malo se avecinaba y nadie podría hacer algo al respecto.
—Estaba con ella si, siendo honesto me gustó mucho ese caballo, ¿podría venderlo?— quería de alguna forma, intentar dejarlo a lado de aquella chica por alguna razón.
—Se que es hermoso, pero no estoy interesado en venderlo, en realidad es muy significativo para mí, se quedará conmigo— parecía ser su última palabra, así que no quedó otra opción que dejar al animal con el conde.
Cuando salieron de la mansión, el general le hizo una seña a su primer capitán, lo que provocó que ese hombre, subiera al carruaje donde estaba Johana y le atara de manos y le cubriera la boca.
—De antemano me disculpo señorita, pero el general sabe porque hace las cosas—
Pronto supieron para que era esa acción. Johana veía por la ventana todo lo que pasaba y cuando el caballo le fue entregado al conde, se exaltó, estaba tan asustada que intentaba gritar, patalear y salir del carruaje para que no le dieran su amigo a su padre, ella sabía mejor que nadie lo que le podrían hacer. De sus ojos brotaban lágrimas sin parar, era inevitable, pues Stor lo era todo para ella en ese momento.
El general pudo ver la reacción de Johana aunque no le dio tanta importancia, simplemente agachó la cabeza y subió a su caballo, en sus manos no estaba el quedarse con el caballo, mucho menos iniciar una disputa solo por el pedido de alguien que apenas conocía.
Cuando todo estuvo listo, siguieron su camino, por supuesto, Johana no paraba de llorar, fue así hasta que se quedó dormida justo en los brazos del primer capitán. Así que decidió dejarla sola nuevamente, aún con las manos atadas.
—¿Todo está bien con ella?—
—General, al parecer le importa mucho el caballo, se quedó dormida y sigue suspirando. ¿Qué hará cuando despierte?—
—Es demasiado blanda, se deja llevar mucho por sus emociones, no debería de ser así después de todo lo que ha sufrido—
—No me diga que usted… es de muy mala educación leer la mente de las personas sin su consentimiento— se veía sorprendido.
—Guarda silencio que alguien podría escucharte. No lo hice a propósito, algo pasó con ella que cuando estoy cerca, puedo escuchar todo lo que piensa, sabes que para utilizar este don, debo tocar a las personas y a ella ni le he rozado un cabello— se defendió
—Llevo puntos a mi favor, yo incluso ya hasta la abracé— se sentía orgulloso de su hazaña.
Por alguna razón que ni él mismo entendía, el general se molestó por lo que le dijeron en ese instante. Su mente y corazón no estaban en sincronía, pues sabía que no tenía sentido sentirse enojado, pero algo más pasaba con su corazón.
—¿Quién te dio permiso de abrazarla?— le gritó
—Dijo que la detuviera, ¿cómo quería que lo hiciera?, es la forma que encontré— se veía temeroso.
—Pudiste haberla amarrado, incluso haberla dormido de un golpe en la nuca, algo más se te debió haber ocurrido, no tenías porque abrazarla— su boca se movía sin permiso, las palabras ya habían sido dichas y alguien muy atento las escuchaba.
—¿Por qué importa tanto si la abracé o no?, ¿cuál es el verdadero motivo de tu enojo primo?— la formalidad ya estaba demás en esa conversación.
—¡No lo sé!, no se porque reacciono de esta manera, se que no está bien, pero no lo puedo evitar— estaba enojado consigo mismo.
—Tengo la respuesta general— ya se burlaba de su primo. —Parece que te enamoraste a primera vista, no lo creí de alguien tan amargado como tu— seguía riendo.
gracias por escribir