Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
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Capítulo 15
Capítulo 15
La mirada de los tres concursantes era difícil de leer. Jarek frunció el ceño, como si estuviera buscando alguna pista de que todo esto fuera una broma.
—¿Esto es una broma? —preguntó con voz baja, casi en duda.
Isabella, por su parte, lo miró detenidamente, y luego soltó un suspiro resignado.
—¿De verdad me hiciste perder mi tiempo para esto? ¿Una niña de catorce años va a ser mi maestra? —su tono era cortante, aunque no sin algo de incredulidad.
Leopoldo, que había estado callado hasta ese momento, simplemente se dejó caer sobre la mesa, llevando ambas manos a la cabeza como si la situación fuera demasiado absurda para asimilar.
—Esto es... absurdo. —murmuró, sin levantar la vista.
No pude evitar reírme un poco ante sus reacciones tan sinceras. Me quedé quieta, mirándolos por un momento antes de hablar.
—Mírenme —dije, tomando un respiro. Los tres se quedaron en silencio, observándome, y su actitud pasó de la duda a la curiosidad.
Recogí unos utensilios de cocina y comencé a mezclar ingredientes con la rapidez que solo alguien acostumbrado a cocinar con pasión y precisión puede lograr. Era hora de hacer algo sencillo pero delicioso, algo que no dejara lugar a dudas.
—Voy a preparar algo rápido, algo sencillo pero lleno de sabor, para que vean de qué soy capaz.
En pocos minutos, preparé un bibimbap, uno de los platos más populares de Corea. En la base, coloqué arroz jazmín cocido, y sobre él fui añadiendo ingredientes frescos: zanahorias ralladas, espinacas salteadas, un poco de carne de res sazonada y cortada en tiras finas, además de un huevo frito por encima, con la yema intacta. Para darle el toque final, una cucharada de gochujang, la pasta de chile coreano, y un poco de aceite de sésamo. Cuando todo estuvo listo, lo serví en tazones, y los tres no pudieron evitar acercarse al plato, observando con atención.
Lo probé primero para asegurarme de que todo estuviera equilibrado. Luego, les ofrecí el plato a los demás.
—¡Pruébenlo! —les dije, sonriendo con calma.
Los tres tomaron un bocado, y sus expresiones cambiaron inmediatamente. Jarek, que parecía aún más incrédulo que antes, se quedó mirando su cucharón como si no pudiera creer lo que estaba comiendo.
—Esto... —murmuró, con los ojos abiertos como platos— ¡Esto está... increíble! —
Isabella, que se había mostrado un tanto escéptica, no pudo evitar sonreír, disfrutando de cada bocado.
—No esperaba... —comenzó, y luego se detuvo, como si estuviera buscando las palabras correctas. Finalmente, exhaló con una mezcla de sorpresa y asombro—Esto no es lo que imaginaba. —
Leopoldo, que había estado en silencio, levantó la vista y me miró fijamente. Después de unos segundos, se echó hacia atrás, con la boca abierta en un gesto de sorpresa.
—Esto es... fantástico. No puedo creer que algo tan sencillo pueda ser tan delicioso. —
Me sonrojé un poco por la reacción, pero me sentí aliviada. No era fácil ganarme su respeto de inmediato, pero al menos el primer paso estaba dado.
—Veo que ya no pensáis que esto es una broma, ¿verdad? —les dije, divertida. Todos asintieron rápidamente, y sus rostros ahora mostraban una mezcla de respeto y admiración.
Pasamos un rato más conversando, mientras ellos procesaban la idea de que en realidad iba a ser su maestra. Luego les expliqué algunos detalles del acuerdo.
—A partir de ahora, comenzarán a trabajar, pero al principio, debido a que el restaurante está aún en construcción, les enseñaré en mi casa. La paga será proporcionada desde el primer día, pero... —hice una pausa, mirando sus caras—. Lo que les enseño no será algo que puedan compartir de inmediato. —
Jarek, quien había estado escuchando atentamente, levantó una ceja.
—¿Por qué no? —preguntó, confundido.
—Es una cuestión de negocios —respondí, con seriedad—. Todo lo que les enseñe hasta ahora no podrá ser transmitido a nadie. No se trata de un secreto personal, sino de la supervivencia del restaurante. Si alguien se adelanta y abre un negocio similar antes que nosotros, perderemos nuestra oportunidad. Si nuestra cocina se filtra y otro restaurante la lanza primero, fracasaremos. Así que, por favor, no compartan nada hasta que sea el momento adecuado. —
Todos se miraron entre sí, asintiendo, aunque se notaba que comprendían la importancia de lo que estaba en juego.
—Lo entiendo —dijo Leopoldo, con una actitud decidida— No diré ni una palabra. —
—Sí, claro —agregó Isabella, con una expresión seria pero confiada— Lo tenemos claro. —
—Está bien —dijo Jarek, finalmente, también con firmeza— No hay problema. —
Sonreí al ver que todos estaban de acuerdo. El acuerdo estaba sellado, y ahora podía comenzar la verdadera parte de nuestro viaje.
Con un respiro profundo, les dije
—Entonces, a trabajar, chicos. Estamos en el camino correcto. —
Y así, con las primeras lecciones por delante, comenzamos nuestra colaboración en la cocina. Los tres ganadores del concurso ya no eran solo mis aprendices, sino que, poco a poco, se convertirían en los pilares fundamentales de mi restaurante.
Lo que había comenzado como una idea para demostrarles mi capacidad se estaba convirtiendo en algo mucho más grande. Y yo, una simple chef, no podía estar más emocionada por lo que el futuro nos deparaba.