Charlotte que fue engañada por el hombre que juraba amarla, vuelve en el pasado para cambiar su pasado y proteger a su esposo, a quien ella mato con sus propias manos tras haber sido manipulada.
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capitulo 3- Boda
El carruaje había llegado al templo, en el lugar donde sería la unión de ambos. En todo el camino, Charlotte estuvo tratando de recordar sucesos pasados, asegurándose de no olvidarse de algo y no volver a cometer los mismos errores dos veces.
Baja del carruaje con la ayuda de su padre, entrando en el templo donde había una multitud afuera esperando que su futura emperatriz entrase. Entra en los brazos de su padre, mirando alrededor.
Finalmente, levanta la mirada hacia el frente, viendo a su futuro esposo, y tal como recordaba. Era un hombre bastante apuesto, de cabello rojo y unos profundos ojos de color miel claros. Es bastante alto sin contar su físico excepcional, es un hombre deseado por la mayoría de las mujeres de ese país y no solo por puesto de emperatriz.
—Le entregó la mano de mi hija personalmente, espero que la cuide con todo su poder. —Reacciona por la voz de su padre, quien pasa su mano al hombre, quien lo toma asintiendo.
—No se preocupe, haré mi mejor esfuerzo para cuidarla. —Charlotte mira cómo su padre se retira yendo a su respectivo lugar.
Levanta la mirada, mirándome el hombre, quien voltea a mirar al sacerdote, esperando que comience con la ceremonia.
Y así dio inicio el protocolo, según el reino, respondiendo las preguntas del sacerdote, para luego poner el anillo de los dedos, para al final un hilo rojo aparecer.
—Ustedes están conectados por el hilo rojo del destino. —Ante las palabras del sacerdote, la multitud se sorprende. El hilo rojo del destino no es algo que sea fácil de aparecer. Solo aparece en los dedos de las personas que están destinadas a estar juntos, y cuando aparece es imposible que desaparezca o salga, para los presentes saber que ambos estaban destinados, por algunos era felicidad sabiendo que ambos emperadores estaban destinados, pero para algunos era todo lo contrario quienes deseaban aquel puesto.
Charlotte mira el hilo rojo en su dedo junto para mirar el del Killian, en el pasado recuerda que apareció lo mismo; Sin embargo, ella jamás creyó en el hilo rojo y simplemente busco personas que pudieran romperlo, pero fue imposible, porque el hijo rojo es algo que solo la diosa concede a algunas parejas.
— Les deseo una feliz boda a ambos, los novios se pueden besar. —Killian mira a la chica, dudando si seguir la palabra del padre, pero sabe que si no lo hace, dejará a la chica en ridículo. Así que decidió acercarse tomándola en la cintura, aun sabiendo que ella lo rechazaría, pero fue al contrario.
Pero Charlotte también toma la iniciativa abrazándolo por el cuello y sin dudarlo junta sus labios en un beso, mientras que todos aplauden que ese matrimonio haya sido un éxito.
Ella sabía muy bien, que él solo iba a fingir que la estaba besando, porque lo mismo había hecho en el pasado, había decidido hacerlo real esta vez.
El hombre se aleja tras que finalmente Charlotte se aleja. No esperaba esto, él, más que nadie sabía que ella no quería casarse con él.
—Felicidades. —La emperatriz madre se acerca con una sonrisa mirando a la chica. —Sabía que ese vestido te quedaría precioso.
—Gracias, emperatriz madre.
—Querida, solo llámame, madre, ahora eres de la familia real y estás por convertirte en la emperatriz de nuestro reino. —La mujer toma la corona que la doncella traía. Charlotte se inclina mientras que la mujer le pone la corona. —Sabía que serías la mujer perfecta para mí, Killian. Se ven muy bien juntos. — Mira a ambos con una sonrisa orgullosa de haber elegido a Charlotte.
Sonríe mirando a su hijo.
—Solo espero que pronto me den un nieto.
—Así será la madre. —responde con una sonrisa.
Al final, la ceremonia había acabado con éxito, mejor que la del pasado. Finalmente, era hora de que los esposos dieran un recorrido en carruaje por toda la ciudad hasta llegar al palacio.
Charlotte sube al carruaje con la ayuda de Killian quien le extiende la mano y la chica no duda en tomarlo, no rechazándolo, como había hecho en múltiples ocasiones en el pasado.
El hombre se sienta enfrente de ella. El carruaje va quedando en un absoluto silencio a pesar de los ciudadanos que arrojaban flores y saludaban. A pesar de que la chica saludaba y sonreía, su mente estaba en otra parte. Muchas cosas pasarán en el palacio con solo la llegada de Edwin, que será en unos meses después.
Como la muerte de la madre emperatriz, quien falleció de una extraña enfermedad, la desaparición de algunos ministros y muertes de algunas familias que eran leales a la familia real.
Debe evitar a toda costa que esto vuelva a repetir. Está segura de que muchas de esas cosas fueron obra de ese maldito hombre, pero esta vez sería diferente, ella no será tan tonta esta vez.
—Pensé que habías mandado a quemar el vestido. —Reacciona al escuchar la voz grave del hombre.
—¡Ah…! No. Espera. ¿Cómo sabes eso? —Reacciona de golpe al darse cuenta.
—No hay una sola cosa que no sepa de ti, Charlotte.
— ¿Cómo, por ejemplo?
—Como, por ejemplo, que no querías casarte conmigo y casi te suicidas solo por no hacerlo. —La chica desvió la mirada avergonzada, eso pasó hace tiempo. Para no casarse había intentado su última oportunidad, pero a pesar de eso no le fue bien porque ni la muerte la había aceptado.
—Eso era antes, ahora he cambiado. Sé que debo asumir el cargo que me han puesto y no me puedo escapar de ello sin importar lo que haga además. —Señala su mano. —Nosotros prácticamente estamos destinados a estar juntos. —Sonríe. —El hilo rojo nunca miente.
—Pensé que no creáis en eso. —Parpadea una tras otra, preguntando cómo él sabe todo eso.
—Antes ya te lo dije, no… He cambiado. —El hombre la mira con una mirada de desconfianza, algo que nota. —Estoy hablando en serio. —Insiste.
—Sí, como digas. —Dice sarcásticamente, ofendiendo a la chica.
—Como quieras. —Se cruza de brazos, en el pasado ellos nunca fueron cercanos, así que no sabe cómo establecer una conversación con ese hombre que parece un cubo de hielo, es imposible hablar con alguien que ni muestra sus emociones.
El carruaje rebota sorprendiendo a Charlotte, quien no tuvo tiempo de sostenerse, cayendo hacia adelante, pero por suerte fue atrapado por Killian deteniendo su caída justo a tiempo; sin embargo, reacciona al sentir su mano sobre algo ahí abajo. Confundida, lo aprieta para confirmar que podría ser.
«No me digas». Se da cuenta de inmediato tras bajar la mirada.
«Oh no»
Levanta la mirada nuevamente, viendo el rostro sonrojado de Killian.