Esta es la historia de Sébastien Lafertè Dumont, un alfa que se mantiene alejado de los romances pues su prioridad son los tres grandes imperios que maneja junto a sus primos.
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Conociéndose.
... por favor mamá, yo no tengo tiempo para esas nimiedades, hay tres compañías de las que debo estar pendientes.
- Eres un insensato, tu prioridad debe ser el bienestar de tu manada, es lo que debe realmente importante.
- Hijo, tu mamá tiene razón, ya es tiempo que te des a la tarea de buscar a tu destinada, mira a tus primos, salvo Ernest, ese es otro grano en el culo igual a ti, no saben de lo que se pierden. - dice Beneditte apretando la nalga de su amada y guiñéndole el ojo de manera coqueta.
- ¡Ay por la diosa! ¿Pueden dejar sus demostraciones de afecto delante de mí?, es traumático.
- Cuando tengas a tu mate, comprenderás por qué no puedo dejar mis manos quietas cuando estoy cerca a tu madre.
Sébastien rodó los ojos con fastidio, sus padres ya eran un caso perdido con eso de las demostraciones de amor.
- La próxima semana debes viajar a Suiza, a la manada de tus tíos, es fundamental que todos vean que cuentan con el apoyo del alfa real. - le dice Antonietta.
- Sí mama, ya lo sé, tengo todo listo para el viaje. Solo espero que mi nueva asistente llegue mañana para poder dejar todo organizado... - larga un suspiro - solo espero que no sea igual de inepta que la anterior, ni tampoco pretenda seducirme.
- Al paso que das, me temo que tendré que esperar muchos siglos para ver a un solo nieto mío. Beneditte, mejor vamos a casa y encargamos a un par de cachorros que si nos hagan abuelos.
La pareja salen tomados de la mano, dejando a un Sébastien perplejo, ya incluso cree que se ha vuelto alérgico al amor por culpa de sus padres, sus tíos y sus abuelos.
El resto del día se la pasó entre reuniones y llamadas, por fortuna Sashi la secretaria de su primo Ernest le colaboró.
Al regresar a la manada se fue directo a su habitación, no quiso cenar, solo tomó un jugo y se fue a dormir, ya mañana sería un nuevo día.
Sandra abrió los ojos, un día más que abría los ojos, no había nada en el mundo que le hiciera pensar que valía la pena despertar cada día, resignada se levantó de la cama, se fue al baño y se dio una ducha, luego tomó un conjunto de saco oscuro y blusa blanca, pantalones altos hasta la cintura, no tenía una figura muy curvilínea, más bien parecía una niña en la pre-adolescencia, sus pechos era pequeños y era bastante delgada, con su estatura de 170 cms, podría pasar por alguna de esas modelos de pasarela de alta costura.
Ingresó al edificio y se presentó, la recepcionista como pudo le indicó donde queda la oficina del CEO. La pobre se hallaba pegada al teléfono dando pequeños brincos por los regaños recibidos al otro lado de la línea.
- Sube pronto por favor, ese hombre está insoportable porque aún no has llegado. - le gritó desde la recepción.
Al entrar en el ascensor miró su reloj de mano y vio que aún faltaban 15 minutos para su entrada al trabajo. Dio un suspiro y se mentalizó, no podía perder ese empleo también, ya no le quedaba mucho dinero y pronto tampoco nada de comida.
- ¿DÓNDE CARAJOS ESTÁ LA NUEVA ASISTENTE? ES UNA FALTA DE RESPETO LLEGAR TARDE. - rugía el alfa.
- Buenos días señor Lafertè. - saludó con su seriedad habitual desde que perdió a su familia.
Un delicioso olor a canela y miel invadió las fosas del lobo, que al voltear se topó con la criatura más hermosa ante su vista.
- ¿Quién carajos eres? - trató de parecer y sonar neutro, cuando la verdad era que su lobo quería saltarle encima a esa humana flaca - ¿Quién te dejó pasar?
- Mi nombre es Sandra Jaramillo y soy su nueva asistente. - contestó parca.
- Parece que aún vas a la secundaria, además que llegas tarde.
- No asisto a la secundaria, tengo 24 años y no llego tarde, aún faltan 10 minutos para que comience mi turno. - su rostro se veía inexpresivo, al igual que su esencia, que no mostraba ningún signo de sensación alguna.
- ¿Me estás queriendo decir que soy un mentiroso? - preguntó frunciendo su entrecejo.
- No señor, pero son asuntos que se deben aclarar.
- Muy bien, vaya a su escritorio, allí hay una carpeta de color verde, le pido que me la traiga, también trae la tablet, allí es donde reposa mi agenda.
Sin decir más nada, la trigueña giró sobre sus pies y salió a buscar lo pedido por el hombre más hermoso que había visto en su vida.