Elica Klare

Elica miró a Rafael con una expresión casi compasiva, como si lo estuviera viendo a través de los ojos de un ser superior. Su sonrisa no desapareció mientras le respondía con voz suave y melosa.

—No estoy enferma, hermanito. Estoy siendo elegida. La bruja me ha elegido para salvarla de la muerte. Para que pueda caminar entre los vivos nuevamente y vengarse de todos los que la lastimaron.

Sus ojos brillaban con una devoción enfermiza mientras hablaba de la bruja, como si realmente creyera que era su salvadora y no su verdugo.

Rafael sintió una oleada de impotencia y frustración. No sabía cómo hacer que Elica entendiera la verdad. Su mente estaba tan lavada por las alucinaciones que ya no distinguía entre lo real y lo imaginario.

—Escúchame, Elica. La bruja no es tu salvadora. Es un monstruo. Un monstruo que quiere usarte para sus propios fines egoístas. No te salvará, te destruirá. Y si dejas que siga hablando en tu cabeza, terminarás como ella, maldita y atrapada para siempre.

Su voz se quebró ligeramente al final de la frase, revelando el dolor que sentía al ver a su hermana tan perdida.

Elica se rio suavemente ante las palabras de Rafael, como si él fuera el que no entendiera nada. Su risa era casi musical, pero cargada de un significado oscuro.

—No tienes idea de lo que dices, hermanito. La bruja me ha mostrado su verdadero yo. Me ha mostrado el poder del conocimiento antiguo y la magia oscura. Y yo, como su elegida, tendré el honor de ser parte de eso.

Se incorporó ligeramente en la cama, con una expresión de orgullo enfermizo en su rostro.

—Ella me ha prometido vida eterna a su lado. Una vida llena de poder y venganza. ¿No te parece un destino mucho mejor que este hospital y estas medicinas inútiles?

Rafael sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras Elica hablaba de vida eterna y poder. Sabía que estaba perdiendo la batalla, pero no podía rendirse. Tenía que intentar hacerle entender a su hermana que estaba siendo engañada.

—Eso no es vida, Elica. Es una maldición. Una maldición que te hará sufrir y convertirte en un monstruo como ella. No hay nada de honor en servir a una bruja malvada. No vale la pena sacrificar tu alma por algo así.

intentó sonar convincente, pero sus palabras sonaban vacías incluso para él mismo. La determinación de Elica era inquebrantable, y la voz de la bruja parecía tener un poder hipnótico sobre ella.

Carlo escuchó la conversación entre Rafael y Elica con creciente horror. Cada palabra que salía de la boca de su hija confirmaba sus peores temores. Sentía un nudo en el estómago mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para detenerla.

—Elica, por favor, escúchame a mí también. Sé que estás confundida y asustada. Pero la bruja no te quiere ayudar, te quiere utilizar. Te quiere sacrificar para recuperar su poder. No puedes confiar en ella.

Su voz temblaba ligeramente mientras intentaba transmitirle a su hija la verdad de su situación. Él sabía que estaba luchando contra un enemigo invisible y poderoso, pero no podía rendirse sin intentarlo todo.

Maria no pudo soportar más la conversación. Se acercó a la cama de Elica y tomó su mano libre, sosteniéndola con fuerza mientras hablaba con desesperación.

—Hija, tienes que luchar contra esta voz. Tienes que luchar contra la bruja. No dejes que te controle. Eres más fuerte que ella, más fuerte que cualquier demonio o fantasma. Eres nuestra hija, y te amamos. No podemos perderte de esta manera.

Las lágrimas corrían por su rostro mientras le suplicaba a Elica que regresara a la realidad, que luchara contra las alucinaciones y la locura que la estaban consumiendo.

La habitación quedó en silencio cuando Elica dejó de reír. Sus ojos, aún abiertos, se fijaron en el techo mientras su expresión se volvía pensativa. La tensión en el aire era palpable mientras todos esperaban su próxima reacción. Su respiración se hizo más lenta y profunda, como si estuviera teniendo una conversación interna consigo misma.

El médico, que había estado observando la escena con preocupación, aprovechó el momento de calma para acercarse a la familia. Su expresión era seria y profesional, aunque se notaba la tensión en sus hombros.

—Creo que necesitamos aumentar las dosis de los medicamentos. Está teniendo un episodio particularmente grave hoy. Tal vez deberíamos considerar la contención si continúa así.

Se dirigió a los padres con voz firme pero tranquilizadora, sabiendo que estaban en un momento crítico.

—¿Tienen alguna pregunta o inquietud sobre el tratamiento actual?

Carlo asintió lentamente al médico, con el rostro sombrío. Sabía que las cosas estaban empeorando, pero no sabía cómo sentirse al respecto. Miró a su hija dormida y sintió una mezcla de tristeza y frustración. A pesar de su apariencia pacífica en ese momento, sabía que el verdadero peligro era la tormenta que se desataba en su mente.

Rafael, por su parte, sostenía la mano de Elica con delicadeza, besando su cabeza con ternura. La escena era dolorosamente tierna, pero también reveladora de la desesperación de los familiares por mantener a su hermana con ellos.

Maria no pudo resistirse a capturar ese momento. Tomó su teléfono y rápidamente tomó una foto de Rafael sosteniendo la mano de Elica mientras le besaba la cabeza. La imagen era un recordatorio de la belleza y la crueldad de la situación. A pesar de todo el dolor y la locura que rodeaban a su familia, había momentos de ternura y amor que no podían ser ignorados.

Rafael estaba de pie frente a la puerta del manicomio, con la maleta de Elica en la mano. La había estado esperando allí, sabiendo que ella intentaría escapar nuevamente. Cuando la vio salir, suspiró profundamente y habló con un tono serio pero cariñoso.

—Elica, no puedes seguir así. Sabes que no puedes salir de aquí.

Se acercó a ella lentamente, manteniendo la maleta fuera de su alcance.

Rafael colocó la maleta en el baúl y lo cerró con un clic. Luego, se volvió hacia Elica, sus ojos llenos de preocupación y determinación.

—Esta es tu nueva realidad ahora. No es seguro para ti estar fuera. La bruja sigue hablando contigo, ¿verdad?

Extendió su mano hacia ella, ofreciéndosela para que la tomara, pero manteniendo una distancia prudente.

Elica miró la mano de Rafael con una mezcla de resentimiento y resignación. Su voz sonó baja y tensa cuando respondió.

—Sí, la bruja sigue hablando. Me dice que te aleje de mí, que eres un obstáculo en su camino. Que me quiere a mí, que soy su elegida.

Se cruzó de brazos, negándose a tomar su mano, pero sus ojos no dejaban de mirar hacia la puerta del manicomio, como si estuviera considerando hacer una fuga desesperada.