No era necesario que ocultaran todo. Yo, Bianca Chevalier, primera princesa de este imperio y heredera del archiducado Chevalier, rompo mi compromiso contigo, duque Paul Mesellanas. — Bianca habló con tanta fuerza en su voz que todos escucharon con claridad.
Bianca se dio la vuelta, ignorando el torrente de lágrimas que caían por las mejillas de la novia. Los presentes la miraban con desaprobación, considerando que había arruinado un momento tan especial y que había ofendido a la novia.
Pero, ¿quién era la verdadera ofendida? ¿La mujer que lloraba desconsolada porque su matrimonio había sido opacado, o la mujer que había sido traicionada por su prometido y decidió enfrentarlo ante todos?
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Una vez escuché que es de humanos equivocarse.
La espada cortó con rapidez el cuello del hombre que estaba arrodillado en medio del caos, un corte tan limpio que un frío tenebroso recorrió el cuerpo de los presentes. No porque no hubieran presenciado eso muchas veces; incluso los más experimentados en el arte de la guerra cerraron los ojos al ver la frialdad de su señora. La cabeza fue apilada junto a otras que tenían el mismo corte.
—Cuelguen sus cabezas en la entrada del pueblo; que esto sirva de lección a quienes tengan la osadía de perturbar la tranquilidad del archiducado. No seré piadosa con los bárbaros saqueadores que buscan azotar a mi gente —dijo Bianca, mirando las cabezas apiladas.
La inmaculada piel de Bianca estaba manchada con la sangre de esos hombres. La pelea había sido intensa; a pesar de ser solo un pequeño grupo de ciento cincuenta bandidos, lo cual era extraño, ellos los superaban absurdamente en número. Sin embargo, cuando la espada del enemigo cortaba la piel de los soldados, estos se debilitaban de inmediato, cayendo al suelo, por lo cual varios soldados tenían que atacar a un solo bandido.
Lo bueno fue que pudieron llegar a tiempo para evitar pérdidas humanas, pero había algo que no estaba bien.
Estos hombres ocultaban algo que ella descubriría. La apariencia de ellos no era común en el imperio: piel bronceada, cabello negro y ojos verdes eran rasgos poco comunes en las tierras del vasto imperio de Terra Nova, así como el acento tan marcado que utilizaban al hablar, y ni hablar de cómo se debilitaban sus soldados con un pequeño corte.
—Verifica a todos los aldeanos, ve qué necesitan. Los heridos deben ser atendidos de inmediato; provéeles medicina y comida suficiente. Haz un informe de cuántas viviendas fueron afectadas y un presupuesto de cuánto necesitas para reparar todos los daños —todo esto fue dicho por Bianca a su secretario mientras se echaba agua en la cara para quitarse la sangre.
— Al amanecer tendré todo listo —dijo el secretario, limpiando la sangre de sus lentes. No era la primera vez que veía a su señora siendo implacable; incluso debía admitir que esta parte de su trabajo le emocionaba. Él era pésimo con la espada, pero admiraba a quienes la manejaban con maestría.
— Cien soldados se quedarán contigo para la protección del pueblo y cinco más para tu propia protección. — El asistente agradeció los cuidados de su señora; él solo no podría sobrevivir por su cuenta sin protección en un pueblo que acababa de ser atacado.
Bianca montó su caballo y comenzó a cabalgar, junto a la cuarta parte del escuadrón que le había obsequiado por dote Nikolai. Tenía que revisar todos los pueblos que estaban en el este, uno a uno.
Bianca demoró tres días en llegar al marquesado García. No se molestó en bajar de su caballo, pues no se quedaría mucho tiempo en la propiedad.
La marquesa Sonia la recibió por cortesía; la mujer odiaba a Bianca por ser la hija de Margaret. Esta mujer era la madre de la joven que perseguía al gran general, quien, al ver a Bianca, agachó la cabeza, sintiéndose tan avergonzada por su actuar.
— Marquesa García, cien de mis hombres se quedarán a resguardar la seguridad del pueblo del marquesado. Esto es para evitar incidentes con los grupos de ladrones que están azotando la región del este. — La marquesa no estaba muy conforme con tener extraños en sus tierras, pero antes de protestar, el marqués que acababa de llegar y escucho las palabras de la archiduquesa, fue quien intervino.
— Excelencia, me gustaría haberla conocido en otras circunstancias. Agradezco su ayuda; hemos podido neutralizar varios ataques, pero en el último atentado no pudimos llegar a tiempo y perdimos algunos aldeanos —respondió el marqués con sinceridad.
Él era de origen humilde, por lo cual velaba por la seguridad del pueblo con esmero, pero esos bandidos se habían vuelto muy astutos. Lo peculiar era que esos hombres parecían estar buscando algo; la marquesa estaba disgustada. ¿Cómo era posible que se preocuparan por eso, esos sucios plebeyos?
— Daré una pequeña inspección en el pueblo antes de partir. Tengo un grupo de soldados buscando pistas sobre estos bandidos; no duden en pedirme ayuda si la necesitan —expresó Bianca al ver la genuina preocupación del hombre.
— Excelencia, esos hombres no son bandidos comunes. Al parecer, están buscando algo. En el último atentado, capturamos a uno; por más fuerte que fue el interrogatorio, el hombre solo dijo que estaban cerca. Lo íbamos a llevar ante el emperador, pero este se suicidó mordiendo su lengua. No pudimos salvarlo —dijo el marqués con un ligero tono de preocupación.
Él prefirió contar todo con detalle. Había algo realmente extraño en la aparición de esos bandidos y él no disponía de mucho tiempo para averiguarlo, sin contar con las restricciones que tenía por parte de su esposa. Lo más que podía hacer era proteger el pueblo del marquesado y, a veces, fallaba en su misión.
— Agradezco la información; no descansaré hasta llevar a juicio a todos esos delincuentes —dijo Bianca, afirmando las riendas de su corcel para partir.
— Excelencia, ¿me concedería una conversación a solas? —preguntó la joven con timidez, pero con su acción se ganó una mirada afilada por parte de su madre.
Bianca, entendiendo un poco la tensión que había entre madre e hija, bajó de su corcel para acompañar a la joven en un pequeño paseo.
Los empleados del marquesado que veían a ambas jóvenes caminando juntas podían notar la gran brecha que había entre ellas, aun siendo ambas de la alta nobleza.
La archiduquesa se mostraba solemne, irradiando elegancia. Su aura era extremadamente fuerte y su mirada tan afilada que daba la impresión de que desnudaba tu alma.
A diferencia de su señorita, que era un poco más tímida, lucía elegante, pero tan frágil como una hermosa copa de cristal que en cualquier momento se rompería con el más mínimo descuido.
A Bianca le sorprendió verla tan serena. La última vez que la vio, la joven era una altanera de lo peor.
— Agradezco que haya aceptado acompañarme; pese a mi mala educación, imploro que pueda perdonar mis fallas cometidas. Si hubiera sabido que el gran general estaba comprometido, nunca habría puesto los ojos en él —dijo la joven con sinceridad, admitiendo sus errores.
— Lady García, debería poner más cuidado en su reputación. Usted será la que, en un futuro, tome las riendas del marquesado; de su reputación dependerá la prosperidad de la casa García —le dijo Bianca con moderación. Podía ver el genuino arrepentimiento de la joven; no era bueno echarle más leña a la hoguera.
— Sé que mi comportamiento no fue el más adecuado; debo admitir que la desesperación nos lleva a límites inimaginables —comentó la joven, suspirando.
— Una vez escuché que es de humanos equivocarse. Yo pienso todo lo contrario: nuestra naturaleza egoísta y vil nos hace sacar a relucir lo que realmente somos en momentos de desesperación, pero nuestro lado humano nos ayuda a mantenernos cuerdos en un mundo tan nefasto. Es esa misma humanidad la que nos hace recapacitar sobre nuestras acciones atroces. Es de humanos reconocer que no hacemos las cosas bien y corregir nuestro camino —dijo Bianca, observando con detenimiento el jardín que no tenía ni una sola flor. Era lindo, pero parecía no tener vida.
— Es usted muy sabia —la joven comenzó a admirar a Bianca; nunca había conocido a una persona como ella. Era fascinante escucharla hablar.
— Para nada, todavía hay muchas cosas que debo aprender. El jardín es peculiar; nunca había visto otro igual —admitió Bianca, cambiando el curso de la conversación.
— Lo sé, un jardín sin flores es un jardín sin vida. Lástima que a mi madre le guste así —dijo la joven con pesar. Ella amaba las rosas blancas, pero su madre detestaba todo lo que floreciera.
— La marquesa tiene gustos peculiares —dijo Bianca con una pequeña mueca de desagrado, casi imperceptible.
— Demasiados, a mi parecer. Excelencia, gracias por la charla; fue gratificante —confesó la joven, ruborizada. Esta charla fue lo más cercano a tener una amiga; su madre le permitía relacionarse con otras jóvenes de su misma posición, pero nunca le permitía crear vínculos con ellas, puesto que decía que eran su competencia en el mercado matrimonial.
— Desde que tomé el cargo hace un mes, he tenido demasiado trabajo. Mi secretaria personal va conmigo a todas partes; en este momento, tiene que estar vigilando que la ayuda llegue como se debe al pueblo del archiducado. Mi mayordomo está por retirarse y necesito a alguien que pueda ayudarlo hasta que llegue su reemplazo —comentó Bianca, sin apartar la mirada del jardín sin vida; era inquietante.
— ¿Excelencia, me está haciendo una propuesta de trabajo? —preguntó la joven con cautela, para no malinterpretar la situación.
— Si Lady García quiere zafarse de las exigencias de su madre por una temporada, hasta que resuelva su matrimonio, será bienvenida cuando guste en el archiducado —dijo Bianca, dirigiendo su mirada a la joven. Inesperadamente, esta saltó encima de Bianca, abrazándola con emoción.
— ¡Oh! Discúlpeme, me emocioné demasiado. En cuanto regrese al archiducado, envíeme la invitación; le juro que no la defraudaré. Daré lo mejor de mí para aprender correctamente. Que le vaya bien en sus inspecciones, regrese sana y salva. —Bianca asintió ante las palabras de la joven; la risa de Lady García era contagiosa.
Se despidió para partir al condado más próximo. Le tomaría un día entero en llegar, pero, a diferencia del marquesado García, Bianca se hospedó en el condado Smith, que pertenecía a la facción que la apoyaba. Con ayuda del próximo sucesor del condado, inspeccionó el territorio, encontrando pruebas significativas acerca de los bandidos y los paraderos de todos los grupos de delincuentes que azotaban la región, pero la realidad de lo que estaban buscando esos canallas estaba lejos de ser lo que ella esperaba.
Nota: Chicas, van a tener que colocar en su solicitud para unirse al grupo el motivo por el cual se unen y cuántas de mis obras conocen. He estado recibiendo notificaciones de personas que ni siquiera me siguen.
Nunca dejes que comentarios inoportunos te hagan retroceder, eres talentosa, tu narrativa envuelve, es tan agradable leer tus novelas💐