En un matrimonio desgastado por el machismo y la intromisión de su suegra, Lara Herrera vive atrapada entre el amor que alguna vez sintió por Orlando Montes y la amargura de los años. Su hija Rashel, una niña de seis años, es su único rayo de luz en un hogar lleno de tensiones. Pero todo cambia trágicamente cuando un descuido termina en la pérdida de Rashel, una tragedia que lleva a Lara a enfrentarse a su dolor, su culpa y a la decisión de romper con una vida de sufrimiento para buscar su redención y sanar sus heridas.
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Decisiones y Desafíos
Orlando llevaba días sintiendo un vacío en el pecho que nada lograba llenar. Desde que Lara le había dejado claro que no quería volver a saber de él, su vida parecía carecer de sentido. La casa que antes compartían le resultaba fría, sin vida. Sus esfuerzos por cambiar y convertirse en un mejor hombre parecían inútiles si no podía recuperarla.
Finalmente, después de muchas noches en vela, tomó una decisión. Se mudaría a la ciudad donde Lara vivía. Si quería demostrarle que estaba cambiando, tenía que estar cerca de ella. Estaba seguro de que, en el fondo, Lara aún lo amaba; solo necesitaba tiempo para convencerla de darle otra oportunidad.
Cuando compartió su decisión con su madre, Doña Gloria, la reacción fue explosiva.
—¿¡Qué dijiste!? exclamó, dejando caer la cuchara con la que removía su café. ¿¡Te vas a mudar para perseguir a esa mujer que te dejó como si no valieras nada!?
Orlando suspiró, preparándose para lo que sabía sería una discusión intensa.
—Mamá, Lara es mi esposa. La amo, y estoy dispuesto a hacer lo que sea para recuperar nuestro matrimonio.
Doña Gloria lo fulminó con la mirada, cruzando los brazos con indignación.
—Lara ya no es tu esposa están divorciados y esa mujer de la que hablas no te merece, Orlando. Te dejó, no quiso saber nada de ti. ¿No te das cuenta de que estás perdiendo tu tiempo?
—No es así, mamá. Ella está herida, igual que yo. Pero sé que si le demuestro cuánto he cambiado, las cosas pueden mejorar.
Doña Gloria chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
—Estás ciego, hijo. Pero, ¿sabes qué? Hoy invité a alguien a cenar. Emmita, la hija de mi amiga, vendrá a conocerte. Es una mujer de bien, trabajadora, sin ese carácter rebelde que tiene Lara. Necesitas a alguien como ella en tu vida, no a una mujer que solo te llena de disgustos.
Orlando sintió una punzada de frustración, pero sabía que discutir con su madre sería inútil.
—Mamá, no estoy interesado en conocer a nadie más. Ya te dije que amo a Lara.
—¡No acepto un no por respuesta! respondió ella, tajante. Ya la invité, y en cualquier momento estará aquí. Al menos sé amable, Orlando. No quiero quedar mal con mi amiga.
Para evitar un enfrentamiento mayor, Orlando suspiró y aceptó.
—Está bien, hablaré con ella, pero solo porque tú lo pides.
Doña Gloria esbozó una sonrisa triunfante, convencida de que Emmita podría hacer que su hijo olvidara a Lara.
Poco después, el timbre sonó, y Doña Gloria fue a abrir la puerta con entusiasmo. Emmita era una joven de cabello castaño claro, con una sonrisa dulce y un aire reservado. Saludó a Orlando con timidez mientras Doña Gloria la invitaba a pasar.
Durante la cena, Doña Gloria no perdió oportunidad de elogiar a la joven.
—Emmita es una mujer maravillosa, Orlando. Trabaja en una empresa importante y siempre se preocupa por su familia. Es todo lo que una madre podría desear para su hijo.
Orlando escuchaba en silencio, intentando ser cortés, pero su mente estaba lejos de aquella mesa. Todo lo que podía pensar era en Lara, en su sonrisa, en su risa, en los momentos felices que compartieron antes de que las cosas se desmoronaran.
—¿Y tú qué opinas, Orlando? preguntó Emma, interrumpiendo sus pensamientos. Tu mamá me dijo que trabajas como arquitecto. Eso suena muy interesante.
—Sí, es un trabajo que disfruto mucho respondió él, esforzándose por parecer interesado. Me gusta diseñar espacios que hagan que las personas se sientan cómodas y felices.
La joven sonrió, pero Orlando no pudo evitar notar que su expresión era de decepción. Ella probablemente esperaba más entusiasmo de su parte, pero simplemente no podía dárselo.
Después de la cena, Doña Gloria se despidió de Emma, asegurándole que organizaría otra reunión pronto.
Cuando la puerta se cerró, Doña Gloria se volvió hacia Orlando con una expresión inquisitiva.
—¿Y? ¿Qué te pareció?
Orlando suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Es una mujer encantadora, mamá, pero no estoy interesado.
Doña Gloria frunció el ceño, visiblemente molesta.
—Sigues empeñado en esa mala mujer, ¿verdad?
—No es una mala mujer, mamá. Es mi esposa. Y ya tomé una decisión. Me voy a mudar a la ciudad donde está.
—¡Estás loco! exclamó Doña Gloria. ¿Te vas a ir de aquí para perseguir a alguien que no quiere nada contigo?
Orlando la miró con firmeza.
—Sé que no lo entiendes, mamá, pero tengo que intentarlo. No puedo rendirme sin luchar por lo que siento.
Doña Gloria negó con la cabeza, frustrada.
—Haz lo que quieras, Orlando. Pero cuando te des cuenta de que estás cometiendo un error, no vengas a decirme que no te lo advertí.
Orlando no respondió. Sabía que no lograría convencerla, pero tampoco necesitaba su aprobación. Esa noche, comenzó a empacar sus cosas, decidido a seguir adelante con su plan. Aunque sabía que el camino no sería fácil, estaba dispuesto a todo por recuperar a Lara, incluso si eso significaba enfrentarse a la desaprobación de su propia madre.
Mientras guardaba una foto de su boda en una de las cajas, sintió una mezcla de nostalgia y determinación. No sabía qué le esperaba en la ciudad donde estaba Lara, pero tenía claro que haría todo lo posible por demostrarle que estaba dispuesto a cambiar y a luchar por su amor.
felicitaciones autora!!!
Me conmovió hasta las lágrimas, la sentí, la viví y sin dudas la disfruté ... Gracias por compartirla...
FELICITACIONES 👏👏👏👏