En los barrios tranquilos y misteriosos de Seúl, una chica llamada Jiwoo ha pasado su vida observando desde las sombras. Jiwoo siempre ha sido reservada, pero esconde algo más que timidez. Un incidente oscuro y olvidado en su adolescencia que moldeó su obsesión por los secretos de los demás.
El regreso de Hyunwoo, su vecino de la infancia, despierta en ella una curiosidad peligrosa. Años atrás, Hyunwoo desapareció abruptamente tras un escándalo que sacudió al vecindario, y su reaparición está rodeada de rumores y silencio. Algo en su mirada parece llevar el peso de un pasado más oscuro del que Jiwoo imaginaba.
Guiada por su instinto obsesivo y un deseo inexplicable, Jiwoo comienza a seguirlo, adentrándose en un mundo de crimen, mentiras y un trastorno psicológico que ha permanecido latente en ambos. Mientras Jiwoo se acerca a la verdad, también empieza a descubrir más sobre sí misma, desenterrando recuerdos reprimidos y enfrentando su propia sombra.
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Recuerdos perdidos, decisiones oscuras
Hyunwoo caminaba lentamente por las calles del pueblo, el eco de sus pasos resonando en la quietud de la noche. El bosque parecía susurrar en la distancia, pero esta vez no era su llamado lo que llenaba su mente. Era Jiwoo.
Recordaba la primera vez que la conoció. Era verano, y el aire estaba cargado de la fragancia de las flores silvestres. Ella había llegado al pueblo un par de años después de su familia, tímida pero con una risa que iluminaba incluso los días más oscuros.
Habían pasado tardes enteras jugando cerca del río, apostando quién encontraba más piedras lisas para lanzarlas al agua. Jiwoo siempre ganaba, con esa sonrisa traviesa que hacía que Hyunwoo olvidara que estaba perdiendo.
Una vez, cuando ambos eran apenas adolescentes, ella lo llevó al borde del bosque. Se detuvo de repente y le tomó de la mano.
—Prométeme algo, Hyunwoo.
—¿Qué cosa? —preguntó él, confundido.
—Que nunca me dejarás sola, pase lo que pase.
Hyunwoo había asentido, sin entender del todo la gravedad de sus palabras. En ese momento, ella parecía simplemente una niña asustada, pero ahora sabía que siempre había algo más detrás de esa petición. Algo que incluso Jiwoo tal vez no comprendía del todo.
A medida que los recuerdos seguían llegando, Hyunwoo sintió una punzada de culpa. Había visto los cambios en Jiwoo con el tiempo, las pequeñas grietas en su alegría, los silencios más prolongados y esa mirada perdida que aparecía de vez en cuando. Pero nunca había preguntado, nunca había intentado profundizar en lo que le pasaba.
Ahora era demasiado tarde. Jiwoo no era la misma, y aunque él quería ayudarla, sentía que estaba perdiéndola por completo.
Esa noche, mientras se dirigía al bosque para seguirla una vez más, recordó la última vez que vio a la verdadera Jiwoo. Fue antes de que encontraran el colgante, antes de que la cueva y el espejo comenzarán a cambiarlo todo. Ella había reído de verdad, con esa chispa que ahora parecía extinguida.
“¿Dónde estás, Jiwoo?”, pensó, mientras sus pasos lo llevaban más cerca de lo que temía encontrar.
Jiwoo estaba en el claro, de pie en el centro, con el colgante brillando débilmente sobre su pecho. Sus ojos estaban cerrados, y su cuerpo se balanceaba ligeramente al ritmo de un cántico que parecía venir de ninguna parte.
Hyunwoo se acercó, llamándola con cautela.
—Jiwoo… soy yo. Por favor, detente.
Ella abrió los ojos, y lo que vio lo dejó helado. No era la Jiwoo que conocía. Su mirada estaba vacía, pero al mismo tiempo llena de algo que él no podía comprender: una mezcla de euforia y desesperación.
—Hyunwoo… —murmuró ella, su voz más baja, más lenta—. Sabía que vendrías. Siempre cumples tus promesas.
Él dio un paso hacia adelante, extendiendo la mano.
—Por favor, Jiwoo. Vuelve conmigo. Esto no eres tú.
Ella rio, una risa que resonó en el claro como el eco de algo que no debería existir.
—¿No soy yo? Hyunwoo, esto siempre ha sido parte de mí. Solo que ahora, finalmente lo entiendo.
Antes de que él pudiera responder, Jiwoo se acercó a él, más rápido de lo que esperaba. Sus manos frías lo tomaron por los hombros, y por un momento, Hyunwoo pensó que iba a abrazarlo. Pero entonces sintió algo más.
El filo de una navaja rozó su costado. Jiwoo lo sostenía con fuerza, y su expresión había cambiado a algo que Hyunwoo no podía reconocer.
—Lo siento, Hyunwoo —dijo ella, con una lágrima deslizándose por su mejilla—. Pero tengo que hacerlo.
Hyunwoo jadeó, su cuerpo paralizado por el dolor y la confusión.
—¿Jiwoo… por qué?
Ella lo miró, sus ojos llenos de algo parecido a la tristeza, pero también de determinación.
—Porque no puedo detenerme. No quiero detenerme. La oscuridad… es todo lo que tengo ahora.
Mientras Hyunwoo caía al suelo, su visión comenzó a desvanecerse. A pesar del dolor, sus recuerdos seguían regresando: Jiwoo riendo bajo el sol, Jiwoo prometiéndole que siempre estarían juntos, Jiwoo siendo… ella misma.
Pero ahora esa persona ya no existía. O al menos, no en la forma en que él la conocía.
Jiwoo lo miró desde arriba, sus manos temblando mientras sostenía la navaja. Había un destello de arrepentimiento en su expresión, pero desapareció rápidamente, reemplazado por la serenidad de quien ha aceptado su destino.
—Te prometo que esto no es en vano, Hyunwoo —susurró, inclinándose para cerrar los ojos de él con cuidado—. Esto es solo el comienzo.