Tercera parte! En emisión asique no se desesperen que vamos a paso lento pero seguro. Escribo con mucho amor asi que espero lo mismo de ustedes 🖤
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Cap 19
Los hombres que nos rodean nos empujan hacia las camionetas blindadas mientras las balas vuelan en todas direcciones. Me aferro al bebé, quien llora al sentir el pánico a su alrededor, y yo misma estoy al borde del colapso, no por miedo, sino por no saber que caraos hacer en esta situación. Mi madre y mis hermanos me ayudan a subir al primer vehículo, y León se lanza al volante. Los disparos impactan contra la camioneta, que vibra con cada bala que intenta atravesar el blindaje.
—¿León, recuerdas el camino a la pista? —grita mi madre mientras intenta contactar a alguien en su teléfono, ordenando que preparen el avión.
León asiente, pero su mirada refleja la misma duda que yo tengo. No podemos dejar atrás a nuestra familia.
—No me iré sin ellos. Sin mi madre y sin los demás. —Advierto dejando claras mis intenciones de no abandonar a nadie.
Mientras los gritos de mi madre y disparos nos rodean, trato de concentrarme. Ellos se quedaron, Vlad, mi padre y mis tíos, mi primo Dima, todos se quedaron a enfrentarse al ataque para que mi madre y yo podamos escapar.
No puedo dejarlos, la madre de Vlad, quien ahora es mi suegra no dejo a su esposo solo, mi tío Iván es muy afortunada de tener la esposa que tiene.
—Hay un protocolo —dice mi madre—. No vas a desobedecer, aunque seas la esposa de Vlad y ahora pertenezcas a la Bratva.
La ira sube a mi rostro al escuchar sus palabras, pero la mantengo a raya. No voy a abandonar a nadie.
—Es claro que nosotros somos el objetivo —comenta León, quien junto a Chris prepara y carga armas con rapidez, mientras Pack saca su portátil y comienza a teclear a toda velocidad.
—Madre —dice Pack, su voz temblando con una mezcla de preocupación y ansiedad—, los signos vitales de todos están en orden, casi todos, pero...
—¡¿Qué?! —grito, mis ojos se clavan en él, exigiendo respuestas. — ¡¿Quién está herido?!
Siento que la sangre me baja de golpe a los pies.
—No puedo asegurarlo, Dess, pero Vlad no parece estar bien. Aunque vienen detrás de nosotros… están a salvo, por ahora.
No puedo controlar mi rabia, mi instinto me grita que regresar al avión es una trampa. Miro a mi madre, que sigue dando órdenes al teléfono sin detenerse, y sé que no puedo quedarme callada. Que el pequeño Derek llore desconsoladamente tampoco me ayuda, no puedo pensar con claridad.
Cierro los ojos y tomo una inhalación profunda y aguanto la respiración, eso generalmente me centra, dejo de escuchar, me encierro en mis muros y solo soy yo y mis pensamientos, nada existe…
Suelto el aire y ya no siento los impactos de bala en la camioneta.
—No podemos ir a la pista, madre. ¡Estarán esperándonos ahí! ¡Es una trampa! Si intentaron exterminarnos en el edificio, sabrán que vamos a la pista. Lo lógico es huir por tierra, cambiar de vehículo y esperar a nuestra familia. No podemos correr y movernos sin pensar. ¡Esto es cobarde, es una emboscada sin honor! ¡¿Qué clase de autoridad tienes para permitir esta mierda?!
Mis palabras resuenan en el interior de la camioneta, un grito de rabia y de desespero que no puedo contener.
León toma la curva a toda velocidad, y la camioneta se sacude violentamente. Me aferro con fuerza al bebé, sintiendo cómo mi corazón late a mil por hora. Por fin escucho a mi madre contestar la llamada de mi padre, pero en su tono puedo notar la terquedad de siempre: no cede, aún piensa que la pista es la mejor opción.
—¡Madre, no podemos ir a la pista! —le digo, mi voz mezcla de desesperación y frustración—. Nos estarán esperando. ¡Este fue un ataque planeado!
Mi madre se gira y me mira con esa molestia que conozco bien, pero sé que no ha terminado de digerir el peligro real en el que estamos. Aún cree que el protocolo es la respuesta. Tenemos apoyo ahora, pero eso n me tranquiliza, nos escoltan otros vehículos tapando posibles flancos.
—Es la mejor manera de asegurarnos una salida, Dess —me dice, su voz firme, aunque noto una pequeña grieta de duda—. Tenemos a la familia dispersa. Los chicos necesitan irse al avión y tú también.
—¡Es un suicidio! —exclamo, exasperada—. No necesitamos una trampa más. Esto no es un simple ataque, madre, están aquí para matarnos.
Mis hermanos intercambian miradas tensas mientras León sigue zigzagueando por las calles, tratando de evitar cualquier posible emboscada. A nuestro alrededor, las luces de la ciudad fallan, como si también estuvieran al tanto del peligro. La camioneta está en completo silencio, salvo por el quejido suave del bebé que sostengo en mis brazos.
Pack sigue con la computadora abierta, trazando rutas alternativas y chequeando la ubicación de nuestro grupo. Finalmente, levanta la vista y mira a mi madre.
—Madre, Dess tiene razón —dice, su voz firme, pero respetuosa—. Según los movimientos detectados en las calles cercanas, tenemos varias rutas bloqueadas hacia la pista. Lo más seguro es dirigirnos a uno de los puntos de emergencia y reagruparnos.
Mi madre cierra los ojos, como si el peso de la decisión se sintiera aún más fuerte en sus hombros.
—Está bien, Pack. Revisa las coordenadas del punto más cercano y contacta a tu padre. Que nos sigan y se reúnan con nosotros ahí.
Mientras el nuevo plan toma forma, siento que una leve calma regresa. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en Vlad y en los demás, están atrás enfrentando el caos que intentamos dejar atrás. Miro por la ventanilla, y aunque sé que estamos haciendo lo correcto al huir y reagruparnos, cada segundo me pesa como si estuviera dejando algo más en juego.
La indignación me hierve por dentro. ¿En serio? Se lo dije. Le advertí que ir a la pista era como entregarnos a ellos con una bala en la cabeza. Pero bastaron tres palabras de Pack para que, de repente, accediera sin cuestionarlo. ¡Como si lo que yo dije no tuviera peso! Me cruzo de brazos, aún furiosa, pero antes de poder hacer otro comentario, miro por la ventana trasera y noto las mismas camionetas que nos esperaban en el edificio acercándose a toda velocidad.
¿Quién carajos tiene las bolas tan grandes de atacar a cuatro organizaciones juntas? Porque es claro que somos una familia, pero cada integrante, cada jefe de familia es el líder de una mafia; Cosa Nostra, la mafia de estados unidos, Irlanda y la temeraria Bratva. ¿Quién se atrevió a ir tan lejos como para atacar a la reina de las organizaciones mafiosas más peligrosas del mundo?
Respiro aliviada al ver que, finalmente, los demás lograron alcanzarnos. Sin embargo, eso no me quita la tensión en los hombros ni el martilleo en las sienes. Saber que estamos juntos es un consuelo, pero aún estamos lejos de estar fuera de peligro.
—¡León, ajusta el rumbo! —grita Pack desde el asiento del copiloto, con los ojos fijos en la pantalla de su laptop mientras las rutas se actualizan en tiempo real—. Vamos a tomar la próxima salida, y ellos nos cubrirán desde atrás.
Mi madre, finalmente, guarda silencio mientras asimila la gravedad de la situación. Podría decirle algo, pero ahora no es el momento. En vez de eso, me concentro en el rostro de mi hermanito, quien ha dejado de llorar y se ha quedado dormido en mis brazos. Aunque el instinto de huir sigue presionándome, sé que no puedo abandonar a nadie.
No soy una cobarde y no voy a parar hasta saber quién demonios puso en riesgo la vida de mi familia
Apenas alcanzamos el territorio de la Bratva, el ambiente cambia de inmediato. Las calles están llenas de hombres armados, algunos dispersos y otros en formación, observándonos con mirada fría y calculadora mientras los primeros rayos de sol atraviesan el cielo, iluminando el aire pesado que precede la tormenta que parece inevitable.
Mi hermano frena de golpe, y los vehículos del resto de la familia se alinean delante de nosotros, creando una barrera protectora. Me preparo para bajar y asegurarme de que todos estén bien, pero entonces veo a Vlad descender de una de las camionetas. Está bien, aunque herido, pero se mantiene firme mientras avanza hacia nosotros. Con un gesto lento, abre la puerta de mi lado y se agacha, observándome con una mirada preocupada e intensa.
Sus manos se acercan, recorriendo mi rostro con suavidad mientras inspecciona cada centímetro, como si necesitara asegurarse de que sigo entera. Apenas respiro, atrapada en el momento hasta que me percato de la mancha de sangre que se extiende en su hombro derecho. La camisa empapada de rojo revela que su herida sigue abierta, y la gravedad de su situación me golpea de lleno.
—Vlad, estás herido —murmuro, y mi voz suena más vulnerable de lo que desearía.
—No es nada —me asegura, con calma que en y no veo dolor sus ojos. Su mano sigue en mi mejilla, y, a pesar de la tensión del momento, hay un consuelo en su toque. Recorre mi cabello con los dedos y besa mis labios, como si eso pudiera borrar el caos y el peligro que hemos enfrentado.
—¿No es nada? Tu camisa está empapada —replico, mirándolo con una mezcla de reproche y preocupación.
Él niega con la cabeza, y su expresión se endurece.
—Lo que importa es que tú estás bien. —Sus ojos se encuentran con los míos, y en ese momento, toda la dureza que suele mostrar desaparece por completo.
No puedo evitarlo; el alivio de verlo aquí, de que seguimos juntos, me da fuerzas. Siento que las lágrimas amenazan con salir, pero las retengo. Este no es el momento para debilidades. Y no son lágrimas de tristeza o miedo, es la ira que me tiene sumida en este estado.
Detrás de Vlad, veo a mi padre y a los demás miembros de la familia bajando de los vehículos, atentos y listos para cualquier amenaza. El sonido de sus voces y de las armas cargadas y listas para ser disparadas rompe el silencio del amanecer. Pack se acerca, evaluando el área con sus dispositivos y moviendo las manos con rapidez para dar instrucciones.
—Aquí nadie nos puede atacar, podemos movernos con total tranquilidad—indica tío Iván, -Mi suegro en realidad.- mirando de reojo a Vlad y a los hombres de la Bratva que se han colocado alrededor, protegiéndonos.
Bajo de la camioneta, mi madre corre a los brazos de mi padre y se funden en un abrazo.
Estoy molesta con ella, hace casi veinte años que es la reina de la mafia y todavía no entiende que además de dirigir políticamente a la mafia ella también tiene el poder de atacar y hacer arder el mundo si le da la gana.
—Dess, sube a la camioneta de adelante y mantente a salvo con el bebé. Yo me encargaré de esto —me dice Vlad, y aunque sé que su intención es protegerme, su tono firme despierta en mí una mezcla de indignación y gratitud.
Sin soltarme, Vlad hace un gesto a uno de sus hombres, quien le entrega un arma de repuesto. Me rodea con un brazo y me ayuda a subir a la camioneta en los asientos traseros, su mano en mi mejilla es una promesa de protección. Mientras él se aleja para organizar la defensa, la tensión en el aire se intensifica.
Las puertas a mis lados se abren y Dean y Jack se sientan, suspiro aliviada, ambos están a salvo y no fueron heridos.
—¿Hay bajas en mi personal? —Mi voz es áspera, ya que dos hombres más que no conozco, se sientan adelante al volante y el otro va de copiloto. — ¿Heridos?
—No señora Volkova, todos están bien y listos para seguirla en la camioneta de atrás. —¿Desde cuándo Dean me llama así? Luego me doy cuenta de que se dirige a mí con esa propiedad respetuosa por los dos intrusos adelante.
Asiento y veo por el espejo retrovisor que todos suben a distintos vehículos.
—¿Alguna idea de a dónde vamos?
—A San Petersburgo, su seguro y esposo ordenaron que todos se trasladarían a la mansión Volkov. —Hace una breve pausa y siento la mirada de los dos hombres desconocidos sobre mí y mis hombres. — ¿Usted está bien, señora?
Detesto que se dirija así a mí, pero sé que no le queda otra.
—Perfecta, gracias Dean. —Ahora Observo a Jack. — ¿Y tu Jack?
—Estoy bien señora, no se preocupe.
Vuelvo a asentir con la cabeza y mis ojos se fijan en el pequeño que tengo en brazos.
—Oh, pequeño Derek, todavía no hacen veinticuatro horas que estamos juntos y ya has pasado por tanto. —Le digo en voz baja y de pronto, mi piel se eriza cuando siento una suave y discreta caricia en mi espalada por parte de Dean.
—Bonus mater puero illo eris; quiescere debes, parva. —Dice Dean mirando al frente, hemos hablado en latín miles de veces, es buena idea usar una lengua muerta para nuestra privacidad.
("Serás una buena madre para ese niño, deberías calmarte pequeña.")
No le respondo, la camioneta se pone en marcha y nos movemos otra vez, esta vez a un viaje por tierra, escoltados por la mafia rusa.
—Seré una buena hermana, madre y amiga. Seré todo lo que tú necesites, Cariño.
Beso las manitas de mi hermanito y no puedo creer que siga durmiendo como si nada, es un ángel.