Luana Martínez es una joven de 23 años que ha dedicado su vida a la repostería, siguiendo los pasos de su madre en la pastelería familiar. A pesar de ser sociable y tener un fuerte vínculo con su hermano Mike, Luana es reservada y prefiere la tranquilidad de su hogar a las fiestas. Su vida da un giro inesperado cuando recibe una invitación a la fiesta de Logan Harris, un atractivo empresario de 27 años conocido por su vida social agitada y su carisma.
A medida que Luana se adentra en el mundo glamuroso de Logan, comienza a cuestionar sus propias limitaciones. Él, con su espíritu aventurero y despreocupado, es todo lo contrario a ella. A través de encuentros inesperados y conversaciones profundas, Luana se encuentra cada vez más atraída por su manera de ver la vida. Luana debe enfrentar sus miedos y abrirse a nuevas experiencias, mientras descubre que el amor puede florecer en los lugares más inesperados.
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Capítulo 3: La noche de la fiesta
Luana
El aire de la habitación se llenaba de un nervioso entusiasmo. Vanessa, con su cabello rizado y castaño recogido en una coleta alta que dejaba ver sus delicados aretes de plata, revoloteaba alrededor de Daniela, ayudándola a ajustar el fino vestido negro que resaltaba su silueta. El vestido, de un tejido suave y brillante, tenía un ligero vuelo que se movía con gracia a cada paso que daba. Daniela, siempre más callada y observadora, lucía un collar de piedras negras que contrastaba con su piel clara, y unos labios pintados de un rojo intenso que le daban un toque de misterio.
Yo, con mi cabello castaño y liso suelto sobre los hombros, observaba el proceso con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Decidí que esta noche quería sentirme segura y deslumbrante, así que elegí un vestido que me encantaba: un ajustado vestido gris claro que abrazaba cada curva de mi cuerpo. La tela era de un material suave y elástico que se adaptaba perfectamente a mi figura, dándome una sensación de confianza.
El vestido tenía tirantes anchos que se entrelazaban en la parte superior, acentuando mis hombros y el escote. Me encantaba cómo el diseño realzaba mi cintura, creando una silueta elegante y femenina. Había detalles de costuras que le daban un toque estructurado y moderno, y los cortes laterales le añadian un aire atrevido.
Me miré detenidamente, admirando cómo el vestido resaltaba mis curvas de manera halagadora. Combiné el atuendo con unas botas de color negros que alargaban mis piernas y me hacían sentir más alta. Mi cabello lo llevaba recogido en un elegante moño, dejando algunos mechones sueltos que enmarcaban mi rostro. Un poco de labial y un toque de iluminador en mis mejillas completaron el look.
— ¿Estás segura de que no quieres usar tacones? — preguntó Vanessa, con un tono de voz preocupado. — Te verás mucho más elegante.
— No, prefiero mis botas. — respondí, con una sonrisa. — Me siento más cómoda así.
Daniela, con su habitual tono sarcástico, añadió: — Además, con tacones no podrías correr si te encuentras con un oso en la fiesta.
Las tres nos reímos, pero la verdad es que no estaba tan segura de sentirme cómoda en la fiesta. La idea de estar rodeada de gente rica y poderosa, con Logan Harris como anfitrión, me llenaba de una mezcla de miedo e intriga.
— No te preocupes, Luana. — dijo Vanessa, con una sonrisa. — Te lo vas a pasar genial.
— Sí, Luana. — dijo Daniela, con un tono de voz más suave. — Solo tienes que ir con nosotras, nos divertiremos las tres juntas.
— Ya veremos. — respondí, con un tono de voz inseguro.
En ese momento, Mike entró en la habitación, con su habitual sonrisa amable.
— ¿Están listas chicas? — preguntó mirándonos.
— Casi. — respondió Vanessa, con una sonrisa.
— ¿Qué tal te ves, Luana? — preguntó Mike, con un tono de voz cariñoso.
— Bien. — respondí, con una sonrisa. — Un poco nerviosa, pero bien.
— No te preocupes, Luana. — dijo Mike, con un tono de voz tranquilizador. — Te lo vas a pasar genial.
— ¿Por qué lo dices? — pregunté.
— Porque quiero que te diviertas. — respondió Mike, con una sonrisa. — Quiero que salgas, que te diviertas con tus amigas, que conozcas gente nueva.
— ¿Y tú? — pregunté, con un tono de voz preocupado. — ¿Vas a estar aquí?
— No, voy a estar en la fiesta. — respondió Mike, con una sonrisa. — Pero no te preocupes, te voy a cuidar.
— ¿Me vas a cuidar? — pregunté, con un tono de voz divertido.
— Sí, te voy a cuidar. — respondió Mike, con una sonrisa. — Y te voy a llevar a la fiesta.
— ¿Me vas a llevar a la fiesta? — pregunté, con un tono de voz sorprendido.
— Sí, te voy a llevar a la fiesta. — respondió Mike, con una sonrisa. — No te preocupes, por cierto, te ves hermosa pequeña.
— Está bien. — respondí, con una sonrisa. — Gracias.
— De nada. — respondió Mike, con una sonrisa. — Ahora vamos, que se hace tarde.
Mike nos llevó a la fiesta en su coche. El camino se hizo corto, lleno de risas y conversaciones animadas. Al llegar al hotel, la vista nos dejó sin palabras. Era un edificio imponente, con una fachada de cristal que reflejaba las luces de la ciudad, creando un efecto hipnótico.
— ¡Es increíble! — exclamó Vanessa, con la boca abierta.
— ¡Es como un palacio! — dijo Daniela, con un tono de voz asombrado.
— ¡Es precioso! — dije, con un tono de voz emocionado.
Entramos en el hotel, y la sensación de asombro se intensificó. El vestíbulo era enorme, con un techo altísimo que se perdía en la oscuridad, adornado con lámparas de cristal que brillaban con intensidad. La música sonaba suave, creando un ambiente elegante y sofisticado.
— ¡Me encanta la música! — exclamó Vanessa, con una sonrisa. — No está tan alta como en otras fiestas.
— Sí, se puede conversar tranquilamente. — dijo Daniela, con un tono de voz complacido.
— ¡Es un ambiente muy agradable! — dije, con un tono de voz emocionado.
Caminamos por el vestíbulo, admirando los detalles de la decoración. Las paredes estaban cubiertas de cuadros de artistas famosos, las alfombras eran gruesas y suaves, y las flores que adornaban el espacio eran frescas y perfumadas.
— ¿Y dónde está Logan? — preguntó Vanessa, con un tono de voz curioso.
— No lo sé. — respondí, restándole importancia a aquello,después de todo era su fiesta debía estar siendo el anfitrión — No lo he visto.
— ¡Yo tampoco! — dijo Daniela, con un tono de voz decepcionado.
En ese momento, Mike se acercó a nosotras, con una sonrisa en el rostro.
— ¿Están divirtiéndose? — preguntó, con un tono de voz entusiasta.
— Sí, el hotel es increíble. — respondí, con una sonrisa.
— ¡Es muy lindo,parece un palacio! — dijo Vanessa, con un tono de voz emocionado.
— Me alegro de que les guste. — dijo Mike, con una sonrisa. — ¿Quieren tomar algo?
— Sí, por favor. — respondí, con una sonrisa.
— Yo también. — dijo Vanessa, con una sonrisa.
— ¡Yo también! — dijo Daniela, con una sonrisa.
Mike nos llevó a la barra, donde nos pidió unas copas de champagne. Mientras esperábamos nuestras bebidas, una camarera pasó por nuestro lado, llevando una bandeja con bandejas de canapés.
— ¡Qué delicia! — exclamó Vanessa, con un tono de voz emocionado.
— ¡Voy a probar uno! — dijo Daniela, con un tono de voz divertido.
— Yo igual. — dije, con una sonrisa.
Mientras probábamos los canapés, una copa de champagne en la mano, la camarera se tropezó con una bandeja, haciendo que una copa de vino tinto cayera sobre mi vestido.
— ¡Oh, Dios mío! — exclamé, mirando la mancha notable que había en el vestido.
— ¡Lo siento mucho! — dijo la camarera, con un tono de voz apenado. — No fue mi intención.
— No te preocupes. — dije, con un tono de voz tranquilo. — Suele pasar,es mi culpa de mi mala suerte — bromeo intentado que la chica no se sienta tan culpable por lo sucedido.
En ese momento, una voz masculina se escuchó a mi lado.
— Déjame ayudarte. — dijo la voz.
Giré la cabeza y me encontré con un hombre alto y atractivo, con una sonrisa amable en el rostro. Llevaba un traje oscuro que le sentaba a la perfección, con una camisa blanca impecable y una corbata de seda azul que le daba un toque de distinción.
— No te preocupes, yo te ayudo. — dijo el hombre, con un tono de voz tranquilo. — Tengo un pañuelo en mi bolsillo.
El hombre sacó un pañuelo blanco de su bolsillo y comenzó a limpiar mi vestido, con movimientos suaves y cuidadosos.
— Gracias. — dije, con un tono de voz agradecido.
— De nada. — respondió el hombre, con una sonrisa. — ¿Te encuentras bien?
— Sí, estoy bien. — respondí, con una sonrisa. — Gracias por tu ayuda.
— ¿Puedo saber tu nombre? — preguntó el hombre, con un tono de voz curioso.
— Sí, soy Luana. — respondí, con una sonrisa.
— Mucho gusto, Luana. — dijo el hombre, con una sonrisa. — Yo soy Logan.
— Mucho gusto, Logan. — respondí, con una sonrisa.
En ese momento, un grupo de amigos se acercó a Logan, con un tono de voz apresurado.
— Logan, tenemos que hablar contigo. — dijo uno de los amigos, con un tono de voz preocupado.
— Sí, en un momento. — respondió Logan, con un tono de voz tranquilo. — ¿Te importa si te dejo un momento?
— No te preocupes. — respondí, con una sonrisa.
— Encantado de conocerte, Luana. — dijo Logan, con una sonrisa. — Espero verte por aquí.
— Igualmente. — respondí, con una sonrisa.
Logan se despidió de mí y se fue con sus amigos. Yo me quedé allí, con una sensación de confusión y curiosidad. No podía creer que me hubiera encontrado con Logan Harris, el dueño de la cadena de hoteles de lujo y un hombre conocido por su atractivo y su vida social agitada.
— ¿Quién era ese? — preguntó Vanessa, con un tono de voz curioso.
— Logan Harris. — respondí, con un tono de voz sorprendido.
— ¡No me digas! — exclamó Vanessa, con la boca abierta. — ¡Es el dueño del hotel!
— ¡Es increíble! — dijo Daniela, con un tono de voz asombrado.
— Sí, es increíble. — respondí, con una sonrisa. — No puedo creer que me haya encontrado con él.
— ¿Y qué te ha parecido? — preguntó Vanessa, con un tono de voz curioso.
— Es muy amable. — respondí, con una sonrisa. — Y muy atractivo — admití sin poder evitar sonrojarme.
— ¡Ya te lo dije! — dijo Vanessa, con una sonrisa. — Te vas a divertir mucho en esta fiesta.
— Ya veremos. — respondí, con una sonrisa.
— ¿Y qué tal el vestido? — preguntó Daniela, con un tono de voz divertido. — ¿Te ha manchado mucho el vino?
— No te preocupes, ya lo he limpiado. — respondí, con una sonrisa. — Casi ni se nota.
— ¡Qué bueno! — dijo Daniela, con una sonrisa. — Porque te ves preciosa.
— Gracias. — respondí, con una sonrisa.
— Bueno, vamos a disfrutar de la fiesta. — dijo Vanessa, con una sonrisa. — ¡Que se empiece la diversión!
Las tres nos reímos y nos dirigimos hacia la pista de baile, listas para disfrutar de la noche.