**Sinopsis**
En un mundo donde la biología define roles y los instintos son incontrolables, dos hombres de mundos opuestos se ven atrapados en una ardiente atracción. Leon, un alfa dominante y poderoso empresario, ha rechazado el amor… hasta que Oliver, un omega dulce y sensible, entra en su vida como asistente. Lo que comienza como un deseo prohibido pronto se convierte en una intensa relación marcada por celos y secretos. Cuando verdades devastadoras amenazan con separarlos, deberán enfrentarse a su pasado y decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para desafiar las estructuras que los mantienen apartados. ¿Están dispuestos a arriesgarlo todo por un futuro juntos?
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Capítulo 2: Destellos de Deseo
El día siguiente se desplegó ante Oliver como un lienzo en blanco, pero su mente no podía deshacerse de los recuerdos del encuentro con Leon. Caminar a través de los pasillos de Drazor Enterprises se había vuelto una experiencia diferente. Cada vez que giraba una esquina o pasaba junto a una de las oficinas, su mente giraba como si un vórtice invisible lo arrastrara de vuelta a la conversación que apenas había comenzado. La risa espontánea de un compañero a su lado apenas podía disimular el eco de la profunda mirada de su jefe.
Mientras tomaba su café en la cocina de la oficina, se encontró con Carla, una de sus compañeras de trabajo. Ella lo saludó con una sonrisa, y eso lo sacó de sus pensamientos.
—¡Buenos días, Oliver! Pareces un poco distraído hoy —dijo con un tono juguetón.
—Oh, buenos días, Carla. Solo estoy... pensando en algunas cosas —respondió Oliver, tratando de ocultar su confusión.
Carla arqueó una ceja, observando su expresión. —¿Cosas interesantes? Porque parece que tienes la cabeza en otro lugar.
Su risa ligera hizo que Oliver se sintiera aún más incómodo, y no podía evitar pensar en lo que había sentido el día anterior. La presencia de Leon lo había encendido de maneras que apenas comenzaba a comprender.
—Solo el trabajo... —musitó, bajando la mirada hacia su café.
—Bueno, si necesitas un descanso, siempre está bien. A veces una mente Sobreconectada necesita simplemente desconectar, ¿sabes? —dijo Carla, dándole una palmadita en la espalda antes de irse.
Agradecido por la distracción, Oliver llevó su taza hacia la terraza de empleados, un pequeño refugio poblado de macetas y mesas, donde la luz del sol caía de manera perfecta. Sin embargo, su mente seguía divagando, acentuando esa chispas de deseo que había comenzado a despertar dentro de él.
Mientras observaba el movimiento de la ciudad a su alrededor, un atisbo de movimiento lo sacó de sus pensamientos. Leon apareció en la terraza. Llevaba una camisa blanca ajustada y pantalones oscuros que resaltaban su figura esculpida. Oliver tragó saliva y sintió que su corazón se aceleraba; la presencia de su jefe irradiaba una mezcla de poder y sensualidad que le hacía temblar.
—Hey, Oliver —saludó Leon, tratando de mantener un tono casual mientras se acercaba. —No esperaba encontrarte aquí.
—¿Sí? Yo... solo necesitaba un respiro. Ha sido una semana intensa —respondió Oliver, sintiendo la calidez de la voz de Leon recorrerlo como una corriente eléctrica.
Leon se apoyó contra la baranda de la terraza, viéndolo con atención. —A veces, tomarse un momento para uno mismo es más útil que trabajar sin parar.
La cercanía de Leon era envolvente, y Oliver sintió la fricción de su omega despertando, llenándolo de una necesidad que jamás había experimentado. Sus instintos luchaban entre la razón y el deseo.
—Cierto. A veces, hay que parar y respirar —dijo, incapaz de apartar la mirada. Su cuerpo respondía a la cercanía, y su omega resonaba dentro de él como un tambor que pedía atención.
Leon pareció notar esa respuesta en él. Su mirada se tornó intensa, y había una chispa en el aire que pareció vibrar entre ambos. Un silencio pesado se instaló, lleno de emocionadas posibilidades y fragmentos de lo que podría ser.
—¿Has pensado más en lo que hablamos ayer? —preguntó Leon, rompiendo la tensión, aunque el cambio en su voz lo hacía sonar más personal.
Oliver apretó su taza, el calor del café ahora un contrastante eco a la combustión que sentía en su interior. —Sí, lo he hecho. Parece que hay mucho potencial que podríamos explorar —respondió, encontrando el valor en su interior para ser honesto.
La mirada de Leon se suavizó, como si la pared profesional que solía rodearlo comenzara a desvanecerse. —A veces es complicado, Oliver. Las relaciones en el trabajo pueden volverse turbas. Sin embargo, la conexión que hemos comenzado a establecer... no puedo ignorarla.
El corazón de Oliver latía con fuerza. —Tampoco yo puedo ignorarlo. Desde que comenzamos a hablar, no puedo dejar de pensar en lo que significaría explorar esto.
El silencio entre ellos se volvió palpable, casi un susurro del universo que los rodeaba. Y en un impulso, Oliver dio un paso hacia él, sintiendo cómo la energía vibrante se movía entre ellos como un lazo invisible.
—No hay nada de malo en desear algo más —dijo Oliver, pero casi en un susurro, como si hablara de un secreto oculto.
Leon se movió un poco más cerca, la tensión en el aire creció mientras sus ojos fijos se encontraban. —No estoy seguro de poder hacerlo.
—¿Por qué no? —preguntó Oliver, su voz un poco más fuerte.
—Porque te podría poner en riesgo. ¿Qué pasaría si esto no funciona? —La preocupación en su voz mostraba su carácter protector, el alfa que se sentía responsable.
Oliver dejó escapar un suspiro. —Siento que hay algo más grande aquí. No puedes vivir en miedo, Leon.
La intensidad de sus palabras resonó en Leon, quien bajó la mirada por un momento antes de volver a encontrar los ojos de Oliver, donde se reflejaban tanto esperanza como anhelo.
—Tienes razón —dijo finalmente, su voz llena de determinación—. Hay algo. Algo que me hace desear explorar esto contigo. Me haces sentir... vivo.
Un escalofrío recorrió la columna de Oliver ante la declaración audaz. Su cabeza giró a mil por hora, preguntándose si realmente estaban a punto de cruzar esa línea. Sin embargo, el magnetismo entre ellos era irresistible; el deseo que había estado latente ahora se sentía liberado, como un río desbordante.
—¿Y qué nos impide hacerlo? —preguntó Oliver, su voz cargada de emoción.
Leon se acercó un poco más, su rostro ahora a solo unos centímetros del de Oliver. La intensidad de su mirada podía derretir el hielo que aún existía entre ellos. —Tal vez solo necesitemos el coraje para dar el salto.
Y fue en ese instante que sucedió. Las barreras se desvanecieron, y antes de que pudiera darse cuenta, Oliver deslizó su mano hacia los mechones oscuros de Leon, atrayéndolo hacia sí. Sus labios se encontraban con una calidez anhelante, y el mundo se desvaneció a su alrededor.
El beso fue intenso, voraz y lleno de pasión reprimida. Los dos se sumergieron en la seguridad de ese momento, como si nada más existiera. La chispa de deseos ocultos se encendió en llamas, ardiente y liberadora. Cada caricia y cada suspiro desencadenó una cascada de emociones en el cuerpo de Oliver, quien por fin permitía que su omega danzara libremente en la compañía de su alfa.
Deslizando su mano por la espalda de Leon, Oliver sintió cómo sus cuerpos se unían, como si fueran piezas faltantes de un rompecabezas que finalmente encajaban. Era un acto de entrega y confianza, un momento que comenzarían a atesorar mientras comenzaban a explorar este nuevo territorio juntos.
Ambos sabían que habían cruzado una línea, y a partir de ese instante, nada volvería a ser igual. La conexión que habían descubierto en medio de la tensión adquirió un nuevo significado, y el camino se abriría ante ellos, lleno de desafíos, pero también de destellos de un amor que podía dar forma a una vida nueva y brillante.