La fe y la esperanza pueden cruzar las barreras del tiempo y del mismo amor , para mostrarnos que es posible ser felices , con la voluntad de Dios
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Capitulo 11 : “ Una Decisión Irrevocable”
El ambiente en el palacio de Edelhärd se volvió tenso y sombrío cuando Klaus, el príncipe heredero, se presentó en el gran salón para anunciar sus intenciones a sus padres, el Rey Alaric y la Reina Eveline. Sabía que los principios y expectativas del reino dictaban un matrimonio por conveniencia, pero el recuerdo de Miryam y su dulzura, su devoción inquebrantable, llenaban sus pensamientos y le daban la valentía necesaria para enfrentar la tormenta que se avecinaba.
La Reina Eveline fue la primera en hablar. Con su porte majestuoso y una mirada que podía helar el más osado de los corazones, sus palabras eran frías y cortantes.
—¿Casarte con una plebeya, Klaus? ¿Qué ha pasado con la hija del Conde Regan? ¡Una unión con ella fortalecería nuestro reino! —exclamó la reina, visiblemente indignada.
El príncipe apretó los puños, pero mantuvo su tono sereno y firme.
—Madre, he decidido. Mi amor por Miryam es verdadero. No puedo imaginar una vida junto a alguien más que no sea ella —respondió, su voz resonando en las paredes del salón, como si esa declaración fuera la última palabra.
El Rey Alaric, quien hasta entonces había permanecido en silencio, se puso de pie, y sus ojos se llenaron de ira. Su voz se alzó con una severidad que no admitía réplica:
—Si persistes en este capricho, Klaus, no sólo renunciarás a la oportunidad de un matrimonio beneficioso. Atente a las consecuencias… porque no dudaré en hacerle pagar a esa muchacha el precio de tu rebeldía.
Klaus sintió que la sangre se le helaba. La amenaza no era un simple regaño: era una advertencia, una sombra que se cernía sobre la vida de Miryam y su familia. Los gritos se tornaron cada vez más fuertes, y la tensión parecía llenar cada rincón del palacio. Klaus, mirándolos con una mezcla de desdén y decisión, sintió un peso creciente en su pecho.
—¡No permitiré que le hagan daño a ella ni a su familia! —respondió, con una determinación que dejaba claro que estaba dispuesto a enfrentarlos por amor.
La Reina Eveline se acercó y le susurró con una sonrisa amarga:
—Nosotros decidimos lo que es mejor para el reino, Klaus. No la desgracia que quieres traer a esta familia.
La furia de sus padres lo hirió profundamente, pero Klaus mantuvo la calma. Se dio la vuelta, y con una última mirada desafiante, salió del salón. El príncipe sabía que no sería fácil, pero el destino de su vida estaba en juego, y no estaba dispuesto a perder a Miryam.
Decidido a protegerla, Klaus comenzó a preparar un plan que mantendría a Miryam a salvo y, al mismo tiempo, le permitiría luchar por su amor. Sabía que sus padres, aferrados al poder y a las antiguas costumbres, no descansarían hasta separar sus caminos. Pero el corazón del príncipe latía con una fuerza imparable, guiado por el amor verdadero.
El príncipe Klaus caminaba hacia sus aposentos, derrotado y sumido en un dolor profundo. En su mente sólo resonaban las palabras de sus padres, la amenaza cruel que pendía sobre Miryam y su familia si se atrevía a desafiar sus órdenes. Las murallas del palacio, que alguna vez le habían dado seguridad, ahora parecían convertirse en una prisión implacable, testigos de la amargura que lo envolvía.