En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.
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Capítulo 20: La Búsqueda del Último Guardián
Clara y Samuel se sentaron al borde del río que serpenteaba a través de San Everardo, el murmullo del agua sirviendo de fondo a sus pensamientos. Con el medallón en mano, Clara sabía que su próxima misión era clara: debían encontrar al último guardián. Sin embargo, no tenían idea de quién podría ser o dónde buscarlo.
—La voz en la cueva habló de aquellos que han sido marginados —dijo Samuel, rompiendo el silencio—. Quizás deberíamos empezar por hablar con los aldeanos. Es posible que haya personas que se hayan sentido excluidas o temidas.
Clara asintió. Recordaba a algunos de los ancianos del pueblo que solían murmurar sobre el "misterioso" o "el marginado", aunque nunca había prestado mucha atención a esos rumores. Sin embargo, ahora sabía que cada palabra contaba.
—Tienes razón. Vamos a visitar a las familias que suelen estar al margen de la comunidad, tal vez allí encontremos alguna pista —respondió Clara, sintiéndose más decidida que nunca.
Se levantaron y se dirigieron hacia el pueblo, donde la tarde comenzaba a caer. La luz del sol se filtraba a través de las copas de los árboles, creando un ambiente acogedor, pero Clara no podía ignorar la presión en su pecho. Había un secreto oculto, algo que necesitaban descubrir, y sentía que el tiempo se estaba agotando.
Comenzaron su búsqueda en la parte más antigua del pueblo, donde las casas eran de piedra y las calles estaban llenas de vida. Sin embargo, al acercarse a la primera casa, Clara notó una inquietante sensación. El ambiente se tornó más tenso, y las miradas de los habitantes se desviaban, como si un tema prohibido flotara en el aire.
Entraron a la casa de Doña Isabel, una anciana conocida por su conocimiento sobre las tradiciones del pueblo. Clara siempre había sentido respeto por ella, pero en esta ocasión, la mujer parecía más reservada de lo habitual.
—Clara, Samuel, ¿qué les trae por aquí? —preguntó Doña Isabel, tratando de mantener una sonrisa, aunque su mirada era sombría.
—Estamos en busca de alguien, Doña Isabel. Necesitamos encontrar al último guardián, aquel que puede ayudarnos a mantener el equilibrio entre la luz y la sombra —dijo Samuel, sintiendo la urgencia en su voz.
Doña Isabel se quedó en silencio, su expresión se tornó seria. Clara sintió que un velo de tristeza cubría a la anciana.
—El último guardián... —murmuró Doña Isabel—. Hay rumores de alguien en el pueblo, pero es una historia trágica. Hace años, un joven llamado Tomás, un descendiente directo de los guardianes, fue rechazado por su propia familia. Se decía que tenía un don especial, pero la gente lo temía y lo despreciaba. Se marchó, y desde entonces nadie ha vuelto a saber de él.
Clara sintió un nudo en el estómago.
—¿Dónde lo encontramos? ¿Sabes si sigue en el bosque? —preguntó, ansiosa por obtener más información.
—Se dice que vive en una cabaña alejada, al final del sendero que lleva al valle de las sombras. Pero no vayas con la intención de buscarlo como a un monstruo; necesita comprensión, no miedo. Si te acercas con respeto, podrías encontrarlo —advirtió Doña Isabel.
Clara y Samuel agradecieron a Doña Isabel por su ayuda y partieron inmediatamente hacia el sendero que conducía al valle de las sombras. La luz del sol se desvanecía lentamente mientras se adentraban en el bosque, y la atmósfera se volvía cada vez más densa.
—No podemos fallar en esto, Clara. Tomás podría ser nuestra única esperanza —dijo Samuel, su voz firme pero llena de preocupación.
Mientras caminaban, la oscuridad se hacía más palpable, y Clara sintió cómo las sombras parecían seguirles, como si el bosque mismo estuviera observando. Era un recordatorio de que la sombra era parte de ellos, pero también un desafío que debían enfrentar.
Después de horas de caminata, llegaron a la cabaña. Estaba hecha de troncos de madera, con un tejado cubierto de musgo, como si hubiera estado allí durante siglos. Clara respiró hondo, sintiendo una mezcla de nervios y esperanza.
—¿Estamos listos? —preguntó Samuel, mirando a Clara con seriedad.
—Sí. Recuerda, debemos ser amables y respetuosos —respondió Clara, tratando de calmarse.
Se acercaron a la puerta y llamaron suavemente. Después de un momento, la puerta se abrió, revelando a un joven de aspecto desaliñado, con ojos oscuros que reflejaban una sabiduría y tristeza más allá de su edad.
—¿Quiénes son? —preguntó Tomás, su voz llena de desconfianza.
Clara dio un paso adelante, sintiendo el peso de su legado en sus hombros.
—Soy Clara Echeverría, y este es Samuel. Venimos en busca de ti. Necesitamos tu ayuda para proteger a San Everardo. Eres el último guardián, y tú puedes ayudarnos a mantener el equilibrio entre la luz y la sombra.
Tomás la miró con sorpresa y desconfianza, pero también había un destello de curiosidad en sus ojos.
—¿Por qué querrían ayuda de alguien como yo? Nadie me ha querido en este pueblo. Solo venían a hablar de mí en susurros.
—Porque entendemos que la sombra es parte de nosotros. No estamos aquí para juzgarte, sino para ofrecerte una oportunidad de redención. San Everardo te necesita —respondió Clara, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
Tomás dudó por un momento, y luego miró hacia el bosque. Clara vio una chispa de esperanza en su mirada, pero también un profundo dolor.
—No sé si puedo —dijo finalmente, su voz temblando—. El miedo que llevé siempre me ha hecho dudar de mis propios poderes.
Clara dio un paso más cerca, intentando conectar con él.
—Todos tenemos miedo. Pero juntos, podemos enfrentarlo. La luz y la sombra necesitan coexistir, y tú eres esencial para lograrlo.
El silencio se alargó mientras Tomás luchaba con sus emociones. Finalmente, respiró hondo y dio un paso hacia adelante.
—Está bien. Estoy dispuesto a intentarlo. Pero necesito saber que no estoy solo en esto.
Samuel y Clara sonrieron, sintiendo que habían dado el primer paso en su misión.
—No estás solo. Estamos aquí contigo —dijo Samuel, su voz llena de calidez.
Con una renovada determinación, los tres se prepararon para regresar a San Everardo. Clara sentía que el ciclo que había comenzado con su abuela María estaba a punto de completarse, y juntos, serían los guardianes que enfrentarían la oscuridad.
Sin embargo, Clara no podía quitarse de la mente la advertencia de la voz en la cueva. La sombra aún acechaba, y la verdadera prueba apenas comenzaba.