Emma jamás imaginó que amar a Andrew significaría estar condenada a huir. En un mundo donde humanos, brujos y cambiaformas coexisten bajo frágiles pactos, Emma, una joven común, se ve arrastrada al corazón de una guerra silenciosa tras enamorarse de Andrew, el heredero de una poderosa manada de licántropos. Su amor es puro, peligroso… y totalmente prohibido. Mientras la manada se tambalea y aliados inesperados caen uno por uno, Emma deberá encontrar la fuerza para sobrevivir, escapar y luchar por lo que ama. Pero no está sola: cada elección que haga resonará en un destino mayor, donde el sacrificio, la magia y la sangre van de la mano. Un amor prohibido. Un secuestro brutal. Una guerra inminente.
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14. Lo que sea por ti
Emma
—¿Así no funciona esto? Si no hubiera estado allí… —Se interrumpió, cerrando los ojos de golpe.
—Lo sé, lo sé. Y te lo agradezco. —Levanté mis manos temblorosas hacia su pecho agitado—. Gracias por estar ahí, pero no debes matar a nadie.
Sus ojos se abrieron y se centraron en mí.
—Jamás había estado tan enojado.
—Bueno empieza a controlarte, tu enorme perro, porque conmigo las cosas son diferentes –Puse los brazos en jarras esperando que me llevara la contraria. Pero no lo hizo, solo me miraba fijamente, sus ojos dorados se veían un poco más oscuros de lo usual.
Inyectados en algo más que ira.
Se agachó y su nariz casi rozó la mía.
—Estoy tan jodidamente enfadado, Emma. No tienes ni idea de lo que quiero hacer contigo ahora mismo.
Inhalé. Su aliento caliente golpeó mis labios. Una corriente salvaje y frenética fluyó en el estrecho espacio que nos separaba. La adrenalina recorrió mi torrente sanguíneo. Mi mente se agitó.
Entonces él estaba sobre mí, o yo estaba sobre él. No se sabía quién se había movido primero. Chocamos, nuestros labios se succionaron, su lengua se introdujo en mi boca. Sus dedos se enredaron en mi pelo, tirando de mi cabeza hacia atrás. Me besó con fuerza, con violencia.
Chupé su labio inferior hasta que lo apartó y mordió el mío. Mis rodillas amenazaban con doblarse, pero no tenía adónde ir. Su mano viajó de mi pelo a mi garganta mientras me devoraba la boca. Chupé su lengua e incliné mi cuerpo hacia el, aprisionando su erección contra mi vientre.
Con un gemido, me toco con fuerza, vicioso.
Su tacto no tenía nada de suave.
Estaba codicioso y enfadado, y se desquitaba conmigo.
Sus besos eran profundos con lametones, y sus manos, seguras, recorrían mi cuerpo sin parar.
No fue sórdido ni sucio, aunque debería haberlo sido dado el lugar y lo que éramos el uno para el otro.
Sin previo aviso me tomo de los muslos y enrolle mis piernas en sus caderas y el termino encajando sus caderas entre mis muslos separados, y su sólido peso se asentó sobre mí.
Un calor húmedo rodeó mis pezones. Abrí la boca. Mis pestañas se agitaron mientras enhebraba mis dedos en su pelo humedecido por el sudor. Chupaba con fuerza, pero lamía con suavidad. Gimió contra mi carne, como si solo mi sabor lo excitara.
Mi espalda se arqueó y mis caderas se elevaron, apretando aún más su polla contra mí. Se balanceaba mientras chupaba, golpeando mi clítoris a través de la fina tela de mis leggings y mi ropa interior.
Nos agarramos el uno al otro, explorando pieles que antes estaban prohibidas. Nos habíamos desatado, y ya no había lugar fuera de los límites. Nuestros núcleos estaban unidos, rechinando y buscando calor, fricción, más.
Grueso y duro como el acero, ansiaba saber qué sentiría al deslizarse dentro de mí. ¿Me dolería?
Dolorosamente bueno.
Andrew hizo chupadas reivindicativas por todo mi pecho y mi escote. Lo bastante fuerte como para dejar marcas. Mi corazón se aceleró. Estaba frenética, excitada, loca por él. Él estaba igual de loco, tocándome, follando en seco conmigo, besándome por todas partes.
—Andrew —murmuré—. espera
Entonces él se detuvo en seco, separo su rostro de mis pechos y nuestras miradas se cruzaron.
Y me quedé helada.
Él también.
La realidad se coló entre nosotros.
Le miré a los ojos, buscando algo, cualquier cosa que pudiera calmar el caos dentro de mí. Pero todo lo que vi fue la misma tormenta reflejada en su mirada.
El me bajo y yo me acomode la ropa interior, tosiendo, tratando de mirar a cualquier lugar donde no este él.
–Emma…–Suspire y lo mire.
No entendía cómo habíamos llegado a este punto. Andrew y yo estábamos frente a frente, ambos sonrojados, labios hinchados, respirando con fuerza después de nuestro intercambio de saliva.
Mi rodilla palpitaba, y no sabía si era por el dolor de la herida o por la tensión en el aire entre nosotros. Entonces, lo vi bajar la mirada hacia mi pierna. Sus ojos se oscurecieron, y su expresión cambió.
–Mierda –murmuró, y fue entonces cuando noté que el vendaje en mi rodilla estaba manchado de sangre.
Antes de que pudiera decir algo, Andrew se arrodilló frente a mí.
–¿Qué haces? –pregunté, mi tono una mezcla de nerviosismo y desconfianza.
–Voy a ayudarte –respondió con voz grave, colocando sus manos cálidas sobre mis rodillas.
El contacto me sobresaltó, pero antes de que pudiera protestar, sentí algo extraño, algo que nunca antes había experimentado. Una sensación cálida, como si el dolor estuviera siendo arrancado de mi cuerpo.
–¿Qué... qué estás haciendo? –jadeé, mi voz apenas un susurro mientras una oleada de alivio me atravesaba.
Mis piernas temblaron, y me recosté contra la pared para no perder el equilibrio. Un gemido escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo. Sentí cómo mi cuerpo entero se relajaba, como si el peso de las heridas y el cansancio estuvieran desapareciendo lentamente.
Andrew levantó la vista hacia mí, y el fuego en sus ojos me dejó sin aliento. Era intenso, crudo, como si no pudiera apartar la mirada de mí. Mis ojos bajaron instintivamente, y me encontré con una evidencia difícil de ignorar: estaba excitado, su erección visible a través de sus pantalones. Mi rostro se encendió, y el calor me invadió cuando lo vi lamerse los labios mientras sus ojos bajaban hacia mis pechos.
–Andrew –logré decir, intentando mantener la compostura–, ¿qué me estás haciendo?
–Estoy quitándote el dolor –respondió, su voz ronca, como si estuviera luchando por mantener el control–. Los hombres lobo tenemos la capacidad de absorber el dolor de nuestras mates.
–¿Absorberlo? –repetí, sin comprender del todo.
Asintió, sus manos aún firmes sobre mis rodillas. Sentí cómo una última oleada de alivio me recorría antes de que retirara las manos. Ya no dolía. El cansancio seguía ahí, pero mi cuerpo no se sentía como si estuviera hecho pedazos.
Solté un suspiro aliviado, aunque la confusión aún nublaba mi mente.
Andrew se puso de pie, me ofreció la mano y me ayudó a estabilizarme.
–Gracias –dije en voz baja, todavía sorprendida por lo que acababa de ocurrir.
En respuesta, Andrew se inclinó y presionó un beso suave en mi sien.
–Lo que sea por ti, Emma –murmuró, su voz llena de una ternura que no esperaba.
Me sentí repentinamente consciente de mi apariencia. Mi ropa interior apenas cubría lo suficiente, y mis mejillas se encendieron al recordar cómo él me había mirado antes. Cuando levanté la vista hacia el espejo, mi respiración se detuvo.
Mi cuello, clavículas y hombros estaban cubiertos de chupetones oscuros y marcas de mordiscos. Mis dedos rozaron uno de ellos, y el ligero escozor confirmó lo que veía.
–¡Andrew! –grité, dándome la vuelta para mirarlo.
Él, por supuesto, tenía la audacia de sonreír, claramente orgulloso de su trabajo.
–¿Qué? Te quedan bien –dijo, encogiéndose de hombros como si no hubiera hecho nada malo.
–¡Voy a parecer una maldita obra de arte abstracta mañana! –protesté, señalándome el cuello.
Él soltó una risa baja y satisfecha, como si todo esto fuera un juego.
–Me gusta cómo se ven –respondió, sus ojos brillando con picardía–. Marca de territorio.
–¡Andrew! –exclamé de nuevo, aunque parte de mí estaba demasiado cansada para seguir discutiendo.
Él simplemente se acercó y me miró con una mezcla de arrepentimiento y adoración.
–Lo siento, Emma –dijo, aunque su sonrisa sugería que no estaba realmente arrepentido–. Pero no puedo evitarlo. Eres mía.
Me quedé sin palabras, mirándolo fijamente mientras mi corazón latía con fuerza. Por más frustrada que estuviera, no podía ignorar la intensidad de sus sentimientos... ni lo que eso provocaba en mí.
–¿Ves? No fue tan malo –dijo, intentando aligerar el ambiente.
Solté un pequeño resoplido, pero no pude evitar notar cómo una pequeña sonrisa apareció en mis labios.
Estúpido perro
Ya veo venir el giro que tomara la trama
Digo, no es normal que ella como humana pueda sentir el aroma de Andrew, se supone que es entre especies.
Es eso o tiene muy buen olfato mi chica Emma 😂😂😅
Necesito mi dosis diaria de Andrew