¿Podría un hombre marcado por la sangre cambiar al encontrarse con una mujer que veía la esperanza en todo?
¿O el pasado de ambos sería demasiado fuerte para escribir una nueva historia?
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Cap. 7
El nombre que pesa
—Disculpe... ¿me puede decir dónde está el señor Lucifer?
El cantinero se quedó helado. Algunos clientes voltearon a verla, como si hubiera dicho una palabra prohibida. Eva se sintió observada, juzgada, pero mantuvo la compostura.
—¿Está buscando al señor Lucifer? Sígame —dijo el cantinero, guiándola entre las mesas.
Al llegar, todos en la mesa la miraron. Steven sonrió, Peter se acomodó en su asiento, Aris bajó la mirada y Hendra tragó saliva. Eva se detuvo, incómoda.
—Señor... usted me contactó, ¿verdad? —le preguntó a Hendra, sin saber que había sido Steven quien la llamó.
—Eh... sí, señorita. Qué bueno que vino —respondió Hendra, nervioso.
Eva miró a Steven, creyendo que él era Lucifer. Se acercó, con voz temblorosa.
—Señor, lamento lo del coche. Fue un accidente. No quiero que culpen a su chofer. Yo me haré responsable.
Steven la invitó a sentarse junto a él.
—No te preocupes. Siéntate. Pareces cansada —dijo, mientras Peter le ofrecía una bebida.
—Gracias, pero no tomo alcohol —respondió Eva, con educación.
Lucifer, desde la pista de baile, la observaba. Lena, una de las bailarinas, se movía sensualmente frente a él, pero él no le prestaba atención. Sus ojos estaban clavados en Eva.
Eva lo notó. Esa mirada la atravesaba. No parpadeaba, no sonreía. Era como si la analizara, como si la desnudara con la vista.
—¿Por qué me mira así? ¿Qué le pasa? ¿Está enojado? —pensó, mientras bajaba la mirada.
Steven rompió el silencio.
—Eva, yo no soy Lucifer.
—¿Qué? ¿Entonces quién...? —preguntó, confundida.
Steven señaló hacia la pista. Eva siguió la dirección de su dedo. Lucifer caminaba hacia ellos, con paso firme, el cigarro entre los dedos, la mirada fija.
Eva abrió los ojos. Su corazón se aceleró. El sudor frío le recorrió la espalda.
—No puede ser... ¿él es Lucifer? —susurró.
Lucifer se sentó frente a ella. No dijo nada. Solo la miró.
—¿Qué hago? ¿Me disculpo otra vez? ¿Me voy? —pensó Eva, paralizada.
Steven la observaba, divertido. Peter murmuró algo a Aris. Hendra se encogió en su asiento.
—¿Todo bien, Eva? —preguntó Steven, rompiendo el silencio.
—¿Él es...? —preguntó Eva, señalando a Lucifer.
—Sí. Él es Lucifer —confirmó Steven.
Eva tragó saliva. Su cuerpo temblaba. Quería salir corriendo, pero no podía moverse.
Lucifer seguía mirándola. No había odio en sus ojos, pero tampoco compasión. Era una mirada que no dejaba espacio para respirar.
—¿Qué le pasa? ¿Por qué no dice nada? ¿Por qué me mira así? —pensó Eva, mientras se mordía el labio.
Steven se inclinó hacia Aris.
—¿Qué le pasa al jefe? ¿Por qué no le quita la vista?
—No sé, señor. Pero parece que la reconoce —respondió Aris.
Peter murmuró:
—¿Qué historia hay entre ellos?
Hendra, nervioso, se acercó a Lucifer.
—Señor... lo siento. Esto fue idea del doctor Steven.
Lucifer no respondió. Solo exhaló el humo del cigarro y siguió mirando a Eva.
Aris murmuró:
—Así que ella se llama Eva... y sí, es hermosa.
En esa mesa, todos hablaban en susurros. Pero los verdaderos protagonistas no decían una sola palabra. Solo se miraban. Como si el mundo se hubiera detenido para ellos.
Te felicito
espero que ese tipo le diga a Eva que su padre la vendió a el para pagar la deuda que tenia con el aver si con eso ya habré los ojos y se da cuenta que ellos no la quieren y solo la ven como un objeto que pueden usar del cual desacerse
y así ella se aleje y corta lazos con esa gente que si la buscan con escusas barata no los escuche ni les de dinero que solo se preocupe por ella y su hermano que se ve que la quiere y se preocupa por ella