Reviví de entre los muertos, eso suena descabellado pero es prácticamente lo que sucedio.
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Capitulo: 9
MORGAN.
Siento mi pecho subir y bajar con violencia mientras las manos en mi cintura me hacen estremecer. Trato de relajarme y no demostrar mi nerviosismo, pero el chico que tengo frente a mí me lo pone difícil. Es un maldito dios en esto. Su sonrisa burlona me hace saber que no podré escapar tan fácil, y de pronto me tumba para colocarse encima de mí.
—Estás muy por debajo de lo requerido —dice, con una sonrisa arrogante.
—¿De lo requerido? Tal vez las otras chicas con quienes hiciste eso antes son unas expertas —le digo, con un tono de fastidio.
—Vamos, cariño, no seas celosa.
Eres la primera con la que hago esto —me dice, y suelta una pequeña risa.
—Sí, claro —le respondo, con sarcasmo.
Se aleja de mí y me da su mano para ayudarme a levantar.
—En serio, Morgan, eres la primera a la que le enseño algo de combate, pero si hablamos de sexo, claramente no fuiste la primera... ni la última —me dice, con un tono de burla.
Me limito a rodar los ojos, ignorando el malestar que me provocaron sus palabras.
—Me alegra decir lo mismo, querido —le digo, con una sonrisa.
Giro sobre mi propio eje para caminar lejos de él y dejarlo ahí tirado.
—Oh, vamos, no me digas que te molestó lo que dije.
—Claro que no, a ti te debería de molestar el que esté viviendo en la casa de alguien que ya me tuvo en su cama.
Le veo apretar ligeramente la mandíbula y después dice:
—Vámonos.
Le veo pasar por mi lado a paso decidido y, sin perder tiempo, camino atrás de él y, cuando lo alcanzo, me toma de la mano, guiándome a una moto en la cual llegó hace unas horas.
—¿De quién es? —le pregunto, curiosa.
Le veo dar un suspiro con nostalgia y simplemente dice:
—No importa mucho. Vamos, iremos a mi casa por mi auto y después iremos a la tuya.
—¿Y por qué no me dejas primero? —le pregunto, con el ceño fruncido.
—Estás completamente equivocada si crees que te dejaré en la casa de Elijah un segundo más.
—¿Te pusiste celoso? —le pregunto, con un tono de burla.
—No —responde, con voz firme.
—Vamos, Caleb, no deberías de estar celoso. Después de todo, tú fuiste primero —le digo, con una sonrisa.
Le veo fulminarme y después simplemente se monta en la motocicleta, invitándome a seguir su acción.
—Eres un jodido grano en el culo —me dice, con fastidio.
Su comentario me ofende un poco y, cuando pienso responderle, él enciende la motocicleta, así que sin más remedio, me sujeto de su cintura mientras él comienza a conducir por las calles transitadas.
Después de una media hora más o menos, llegamos a su casa. Sin siquiera dejarme saludar a los chicos ni nada por el estilo, entra y sale como si su vida dependiera de ello y camina a la cochera. Esta se abre lentamente y después él entra para montarse en su auto.
Lo que sigue pasa literalmente en cámara lenta. Una chica, la cual conocí la vez del velorio de Connor, sale hecha una furia directo a mí y estampa su puño en mi cara. Y sí, entendieron bien, su maldito puño cae directamente en mi mejilla izquierda, provocando que por un momento me desestabilice.
Sin verlo venir, de pronto veo a todos salir de la casa y dirigirse a nosotras a paso rápido.
—¿Qué carajos te pasa? —gruño, claramente molesta por su acto anterior.
—¿Qué me pasa a mí? Mierda, no creas que te puedes ir y venir como si nada, pensando que Caleb te recibirá con los brazos abiertos.
—Ese no es tu maldito problema.
—Claro que lo es, porque él estaba a mi lado y aunque trataba de olvidarse de ti usandome, eso me daba igual porque lo tenía a mi lado.
Le veo llorar amargamente y siento cómo todo se remueve en mi interior. Yo llegué a pasar por lo mismo. Llegué a sentirme igual o peor que ella, y ahora simplemente no sé qué hacer. No quiero causar el dolor que otros me causaron a mí, pero sé que no es decisión mía, sino de Caleb.
—Sé cómo te debes de estar sintiendo en este mismo momento y no voy a justificar todo lo que hice. Pero créeme que no es mi culpa que él te hiciera eso, en todo caso es una decisión que no podemos tomar nosotras, sino él. Si él quiere estar contigo, me haré a un lado, créeme, no intentaré nada, pero no está en mis manos hacerle decidir que me elija a mí o a ti... esa es solo su decisión y de nadie más.
—Morgan... —susurra Hunter.
Volteo a ver a Hunter, quien me mira desde una distancia prudente y, sin esperarlo, se acerca dándome un gran abrazo y susurrando en mi oído:
—Sssh, tranquila, ya pasó. No llores, nena.
Y es cuando me percato de las lágrimas que mojan mis mejillas.
—Caleb, aclara este maldito problema de una buena vez —dice Madisson, con rencor.
Todos dirigimos nuestra mirada a Madisson, quien mira con rencor a Caleb. Y es cuando me percato de que el chico culpable de esto ya se encuentra en el círculo que formaron por el alboroto.
—Podrían dejarme hablar con ellas, por favor —dice Caleb, con voz suave.
Su voz me distrae de mirar a Madisson y, después de unos segundos, todos asienten y se van, dejándonos con él a solas.
—Chicas... yo no sé qué decir —dice Caleb.
Suelto un gran suspiro y trato de calmar las ganas que tengo de decirle un sinfín de insultos.
—Sofía, yo de verdad te quiero, pero no como tú quisieras que lo hiciera. A quien verdaderamente amo es a Morgan.
Tal vez es mi imaginación, pero creo que escucho el crujir del corazón de la chica mencionada.
—Siempre fue ella, ¿verdad? —pregunta Sofía, con la voz quebrada.
El silencio no tarda en hacerse presente, y la tensión entre los tres es tanta que estoy segura de que se podría cortar con un cuchillo.
—Sabes, me arrepiento. Si tan solo hubiera escuchado a Connor, tal vez ahora no estaría sintiéndome una idiota —dice Sofía, con lágrimas en los ojos.
Aparte mi vista, viendo nuevamente a la chica romper en llanto y, entre jadeos y sollozos, articula:
—Solo dame tiempo, cuando tenga dónde dormir, te prometo que saldré de tu jodida vida.
Y es suficiente para que una gran ira crezca en mí.
—No, no te preocupes por eso. Te puedes quedar conmigo —le digo.
La cara de la chica me dice que está en total desacuerdo, y estoy totalmente segura del porqué, así que sin inmutarme, rápidamente agrego:
—Jódete, Caleb.
Y sin darle tiempo a reaccionar, tomo la mano de la chica y la arrastro conmigo.