Amantes A Través Del Tiempo

Capítulo 20

Las siguientes semanas y meses fueron un verdadero torbellino de emociones y esfuerzos para Sofía, Alejandro y Lucas. Pero a medida que el pequeño iba mostrando avances en su desarrollo, la esperanza y la determinación de sus padres se fortalecían aún más.

Cada nuevo logro de Lucas, por pequeño que fuera, llenaba de alegría y orgullo a Sofía y Alejandro. Verlo aprender a comunicarse a través del lenguaje de señas, desarrollar habilidades para desplazarse con mayor autonomía y comprender cada vez mejor el mundo que lo rodeaba, les demostraba que su hijo tenía un gran potencial.

A pesar de los desafíos constantes, la familia Gutiérrez se mantenía unida y decidida a brindarle a Lucas todo el apoyo que necesitaba. Alejandro y Sofía se turnaban para acompañarlo a las terapias, memorizaban las indicaciones de los especialistas y creaban un entorno estimulante y seguro en su hogar.

Con el paso del tiempo, Lucas fue sorprendiendo a todos con su capacidad de adaptación y su enorme fuerza de voluntad. Aprendía a una velocidad admirable, superando obstáculo tras obstáculo con una determinación que conmovía a quienes lo rodeaban.

Sofía y Alejandro observaban su evolución con una mezcla de orgullo y asombro. Veían cómo su hijo, a pesar de las discapacidades que enfrentaba, se esforzaba por desarrollar habilidades que le permitían relacionarse con el mundo y disfrutar de una calidad de vida cada vez mejor.

Una tarde, mientras Sofía y Lucas jugaban en el parque, la madre de Alejandro, Doña Lucía, se acercó a ellos con una expresión de preocupación.

—Sofía, mi niña, ¿tienes un momento? —preguntó, con suavidad.

Sofía levantó la mirada, notando la tensión en el rostro de su suegra.

—Claro, Doña Lucía. ¿Qué ocurre? —respondió, con cautela.

La mujer mayor suspiró, sentándose junto a ella en el banco.

—Es sobre Alejandro —dijo, con preocupación—. Lo he notado muy agotado últimamente, y me preocupa que esté descuidando su propia salud.

Sofía asintió, sintiendo que una punzada de culpa la atravesaba.

—Lo sé, Doña Lucía —admitió, con tristeza—. Él se ha entregado por completo a cuidar de Lucas, a veces olvidándose de sí mismo.

Doña Lucía colocó una mano sobre la de Sofía, con gesto maternal.

—Mi niña, entiendo lo difícil que ha sido todo esto para ustedes —dijo, con empatía—. Pero no puedes permitir que Alejandro se agote de esa manera. Él también necesita descansar y cuidarse.

Sofía miró a Lucas, quien jugaba felizmente en el arenero, y suspiró.

—Tiene razón, Doña Lucía —murmuró—. Pero es tan difícil encontrar un momento para nosotros cuando Lucas requiere tanta atención.

La mujer mayor asintió, con comprensión.

—Lo sé, mi niña —dijo, con suavidad—. Pero debes insistir en que Alejandro se tome un tiempo para sí mismo. Él no podrá seguir siendo el pilar que necesitan si se desgasta por completo.

Sofía apretó los labios, sintiendo que las palabras de su suegra tocaban una fibra sensible en su corazón.

—Tiene razón —admitió, con culpa—. Voy a hablar con Alejandro y encontrar la manera de que descanse un poco. Lucas y yo lo necesitamos fuerte.

Doña Lucía le dio un suave apretón en la mano, regalándole una sonrisa reconfortante.

—Así me gusta, mi niña —dijo, con cariño—. Ustedes son una familia unida y van a superar todo esto juntos.

Sofía asintió, sintiendo que una nueva determinación la invadía. Debía asegurarse de que Alejandro también cuidara de sí mismo, pues él era el pilar fundamental que sostenía a toda la familia.

Esa misma noche, cuando Alejandro llegó a casa después de una larga jornada de terapias y consultas médicas, Sofía lo abordó con delicadeza.

—Mi amor, necesitamos hablar —dijo, con suavidad.

Alejandro la miró, notando la preocupación en su rostro.

—¿Qué ocurre, Sofi? —preguntó, con cautela.

Sofía tomó sus manos entre las suyas, mirándolo con determinación.

—Tu mamá me ha hablado de lo agotado que te has estado viendo últimamente —explicó, con cuidado—. Y ella tiene razón. Tú también necesitas descansar y cuidarte.

Alejandro desvió la mirada, pareciendo incómodo.

—Estoy bien, mi amor —dijo, con un suspiro—. Solo tengo que adaptarme a todo esto.

Sofía apretó sus manos con firmeza, obligándolo a mirarla a los ojos.

—Alejandro, por favor —suplicó, con la voz temblorosa—. Sé que quieres estar siempre a nuestro lado, pero no puedes seguir ignorando tus propias necesidades.

Alejandro la observó, viendo la preocupación reflejada en su rostro.

—Pero, ¿y si les fallo a ustedes? —murmuró, con angustia—. ¿Y si no estoy aquí cuando me necesiten?

Sofía se acercó a él, acariciando su rostro con ternura.

—Nunca nos fallarás, mi amor —aseguró, con firmeza—. Pero necesitamos que tú también estés bien. Lucas y yo te necesitamos fuerte y descansado.

Alejandro la miró, sintiendo que el peso del mundo caía sobre sus hombros.

—No sé cómo hacerlo, Sofi —admitió, con voz temblorosa—. Siento que, si me detengo, todo se vendrá abajo.

Sofía lo abrazó con fuerza, acariciando su espalda con suavidad.

—Juntos vamos a encontrar la manera —susurró, con determinación—. Pero tienes que prometer que te cuidarás un poco más.

Alejandro se aferró a ella, sintiendo que el cansancio y la angustia lo consumían.

—Lo prometo —murmuró, con la voz entrecortada—. Haré lo que sea necesario para estar aquí para ustedes.

Sofía lo estrechó con más fuerza, sintiendo que una nueva esperanza nacía en su corazón.

—Eso es lo que quiero oír —dijo, con una leve sonrisa—. Juntos superaremos esto, mi amor. Como siempre.

Desde aquel día, Sofía y Alejandro trabajaron en encontrar un equilibrio que les permitiera cuidar de Lucas sin descuidar sus propias necesidades. Establecieron turnos, delegaron algunas tareas y buscaron el apoyo de familiares y amigos cuando lo necesitaban.

Fue un proceso difícil, lleno de ajustes y concesiones, pero poco a poco lograron encontrar un ritmo que les permitía mantener la calma y la fortaleza necesarias para enfrentar los desafíos.