En un mundo de apariencias perfectas, Marina creía tenerlo todo: un matrimonio sólido, una vida de ensueño y una rutina sin sobresaltos en el exclusivo vecindario de La Arboleda. Pero cuando una serie de mentiras y comportamientos extraños la llevan a descubrir la verdad sobre Nicolás, su esposo, su vida se desmorona de manera inimaginable.
El amor, la traición y un secreto desgarrador se entrelazan en esta historia llena de misterio y suspenso.
NovelToon tiene autorización de Carlos Contreras para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El umbral del olvido
El cielo estaba teñido de un gris opaco que parecía presagiar algo inminente. Marina estaba sola en lo que parecía un paisaje desprovisto de tiempo y espacio. Las sombras danzaban en el horizonte, y un susurro constante, como voces que venían de todas direcciones, llenaba el aire. Frente a ella había dos puertas, ambas idénticas, ambas terribles.
Una decisión debía tomarse.
—Marina, no hay escapatoria —dijo una voz detrás de ella.
Se giró rápidamente y encontró al hombre de sus sueños. El hombre que había perseguido desde que las visiones comenzaron. Su rostro ahora era claro, aunque sus ojos estaban cubiertos por una sombra imposible de descifrar.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó, su voz rompiendo el silencio.
El hombre dio un paso adelante, su presencia imponente pero enigmática.
—No es lo que yo quiero, Marina. Es lo que tú debes decidir.
Marina sintió el peso de su mirada, como si estuviera examinando cada rincón de su alma.
—¿Romper el ciclo o quedarme atrapada? ¿Eso es todo? —preguntó con sarcasmo, pero su voz temblaba.
El hombre negó con la cabeza.
—No es tan simple. Si rompes el ciclo, algo mucho más oscuro será liberado. Si permaneces en él, condenas no solo tu alma, sino también las de quienes amas.
Mientras tanto: Nicolás y Samuel
Nicolás y Samuel se encontraban en una pequeña cabaña en medio de un bosque. Habían huido allí tras los eventos recientes, tratando de encontrar un momento de calma. Pero la calma nunca llegó.
—¿Crees que estamos seguros aquí? —preguntó Samuel, mirando por la ventana con nerviosismo.
Nicolás estaba sentado en el suelo, con la cabeza entre las manos. Su rostro estaba marcado por la culpa y el cansancio.
—No, no lo estamos. Esto no se detendrá hasta que enfrentemos lo que sea que nos ha estado siguiendo.
Samuel soltó una risa amarga.
—¿Y cómo se supone que enfrentemos algo que ni siquiera entendemos?
El sonido de un golpe fuerte interrumpió su conversación. Ambos se quedaron inmóviles, escuchando. El golpe se repitió, más fuerte esta vez, como si alguien estuviera golpeando la puerta de la cabaña.
—¿Qué demonios…? —murmuró Samuel, retrocediendo.
Nicolás se puso de pie lentamente, tomando un cuchillo de la mesa cercana.
—No creo que sea alguien.
La puerta se abrió de golpe, pero no había nadie allí. Sin embargo, el aire cambió. Un frío penetrante llenó la habitación, y las luces parpadearon.
—Está aquí, —dijo Nicolás, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.
Samuel retrocedió, tropezando con una silla.
—¿Qué está aquí?
Una figura comenzó a materializarse en la entrada. No era humana, al menos no completamente. Era una amalgama de sombras y carne, sus ojos brillaban con un rojo intenso.
—El relicario me pertenece, —dijo la figura con una voz gutural que reverberó en las paredes.
El dilema de Marina
Marina seguía observando las dos puertas. Las palabras del hombre resonaban en su mente.
—¿Por qué yo? —preguntó, desesperada. —¿Por qué siempre yo?
El hombre inclinó la cabeza, como si la pregunta lo desconcertara.
—Porque tú eres el único vínculo entre el pasado y el presente. Tu decisión romperá o perpetuará el ciclo.
Marina cerró los ojos, tratando de encontrar claridad en el caos. Las imágenes de Nicolás y Samuel inundaron su mente. Pero no eran solo ellos. Rostros desconocidos aparecían también: vidas pasadas, versiones de sí misma que había olvidado. Todas atrapadas en el mismo ciclo.
—Si elijo romperlo, ¿qué pasará con ellos? —preguntó.
—Se liberarán, —respondió el hombre. —Pero no sin consecuencias.
Marina miró una vez más las puertas. En una, había grabada una palabra: Olvido. En la otra: Repetición.
—No quiero esto, —dijo en un susurro.
El hombre extendió su mano hacia ella.
—Nadie lo quiere. Pero alguien tiene que decidir.
La lucha en la cabaña
De vuelta en la cabaña, Nicolás y Samuel estaban rodeados por un caos creciente. La figura había entrado, su presencia deformando la realidad a su alrededor.
—Devuélvanlo, —gruñó, extendiendo una mano deformada hacia ellos.
Nicolás sostuvo el relicario con fuerza.
—Esto termina aquí. No vamos a seguir siendo tus juguetes.
La figura se rió, un sonido gélido que hizo eco en sus mentes.
—No pueden detenerme. Nunca pudieron.
Samuel, impulsado por el miedo, intentó correr hacia la puerta, pero un campo invisible lo empujó de vuelta.
—No hay salida, —dijo la figura, acercándose más.
Nicolás, temblando, sostuvo el relicario en alto.
—Entonces será mejor que luches por él.
El relicario comenzó a brillar, y la figura retrocedió ligeramente, como si la luz le molestara.
—Eso no te salvará, —dijo, pero su voz estaba teñida de algo que parecía... miedo.
El momento final
Marina, en el espacio entre mundos, extendió su mano hacia la puerta marcada con la palabra Olvido.
—Si esto termina con nosotros, que así sea, —dijo, cerrando los ojos mientras giraba el pomo.
La puerta se abrió, y una luz cegadora la envolvió.
Al mismo tiempo, en la cabaña, el relicario brilló con una intensidad que llenó la habitación. La figura gritó, su cuerpo deformándose mientras intentaba resistirse a la energía que emanaba del objeto.
—¡No! ¡Esto no puede pasar! —aulló, antes de desvanecerse en un remolino de sombras.
Cuando todo se calmó, Nicolás y Samuel estaban en el suelo, jadeando. El relicario ahora estaba completamente apagado, sus grabados desvaneciéndose.
—¿Qué… qué acaba de pasar? —preguntó Samuel, todavía temblando.
Nicolás no respondió. En su interior, sabía que Marina había tomado la decisión que ellos no pudieron.
Miró por la ventana. El cielo gris comenzaba a despejarse, pero algo en el aire le decía que esto aún no había terminado.
—Tenemos que encontrarla, —dijo finalmente, mirando a Samuel.
—¿A quién?
Nicolás lo miró con una intensidad renovada.
—A Marina. Porque si aún queda algo de ella, no podemos dejarla sola.
En algún lugar, entre lo vivo y lo muerto, Marina dio un paso hacia el nuevo mundo que acababa de liberar. Lo que le esperaba al otro lado era desconocido, pero su decisión ya estaba tomada.