Anya es una joven modesta, inocente y alegre que fue criada por su tía después de que su vida se viera sacudida por la trágica perdida de sus padres, sin embargo, eso no era lo único, ya que el destino le tendría otra mala pasada.
Se suponía que buscaba tener un futuro feliz, tranquilo; sin embargo, nunca creyó que su vida terminaría atada de la forma menos pensada.
¿Podrá ser feliz?
¿Podrá conocer lo que es el amor?
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capítulo 20
A Anya le gustó la casa porque se podía ver el Mar, estaba ubicada a siete minutos de la orilla y también tenía un muelle, al bajar del auto se detuvo a contemplar las gaviotas que volaban sobre el Mar, sentía el viento frío que tocaba su rostro, respiró lento y profundo para relajarse y reducir el estrés de su cuerpo.
— tienes una maravilla de vista, este lugar transmite paz y tranquilidad.
— por esa razón me gusta, es el único lugar donde podría vivir toda la vida.
— mira las aves, vuelan sin preocupaciones de ningún tipo, tienen tiempo libre para no hacer nada y disfrutar de su libertad.
— si, ¿sabías que las gaviotas son aves monógamas?, aunque no estén juntas todo el tiempo, desde el día que escogen a su pareja se reproducirán siempre con la misma.
— no, no lo sabía, ¿viven toda su vida con la misma pareja?
— si, hasta que uno de los dos se muera, así como cuando te casas que juras amor eterno para toda la vida.
— si, con la diferencia de que las gaviotas son fieles, y los seres humanos no, el hombre es infiel por naturaleza.
— no creo que sea así, para mí la infidelidad es una convención cultural que se establece a partir de un conjunto de valores y creencias religiosas, es la manera como has sido educado, con ellos se determinan los principios y reglas que deben regir en nuestros comportamientos del día a día.
— ¡ah! Si, pues yo digo que no importa todo eso, porque muchas veces las malas acciones de las personas conllevan a que olvides por completo los valores y principios con los que has crecido, y no lo pienso discutir contigo.
— bien, yo no cambiaré de opinión y veo que tú tampoco, así que mejor entremos porque hace frío aquí afuera.
Entraron a la casa y lo primero que Anya miró fue el piano en el centro de la sala.
— vaya, ¿tienes un piano? Es precioso.
— sabía que te gustaría, yo no toco el piano, pero como había un espacio ahí, y no sabía cómo llenarlo decidí tenerlo.
— ¿está afinado, puedo tocar una pieza?
— si, claro que puedes, adelante.
— espera, ¿qué quieres que toque, dime qué pieza quieres oír?
— no lo sé, sorprendeme, nunca te he visto tocar el piano.
— está bien, tocaré dependiendo de mi estado de ánimo.
Anya procedió a tocar el piano, a medida que lo hacía transmitía tristeza y nostalgia, Bastian sólo la miraba como ella sacaba todo lo que la estaba abrumando y pudo darse cuenta de que tenía un vacío inmenso en su corazón, Anya se detuvo y no siguió tocando.
— ¿por qué paraste? felicidades, tocas excelente el piano.
— ¡gracias! pare porque no te daré un concierto privado.
Los dos sonrieron y Bastian la llevó a conocer la casa, luego fueron a la sala, Bastian tenía un sobre en sus manos, Anya lo miraba y sentía curiosidad por lo que este contenía.
— ¿puedes imaginar lo que contiene este sobre?
— no, dime por favor, ¿qué es lo qué me tienes que decir?
Anya se encontraba ya ansiosa, Bastian abrió el sobre y de él sacó fotos y otros documentos importantes, mostrándole a Anya le informó quienes eran.
— él es Enzo Pellegrini, es un empresario italiano, se dedica a la fábrica de vinos al igual que nosotros, lo conozco, no muy bien, pero si lo he tratado, fundó sus empresas aquí hace muchos años y se casó con una mujer americana, su esposa murió al suicidarse, dejando a su única hija de tan solo doce años, él se volvió a casar y su hija creció, cuando cumplió los dieciocho años ella se cambió el nombre y el apellido.
— no entiendo, ¿qué tiene que ver lo que estás diciendo conmigo? No sé quiénes son ellos.
— el nombre de la chica era, Gianna Pellegrini, y se lo cambió por Sarah walton.
— ¿ qué estás diciendo? Sarah walton era mi madre.
— lo sé, tu abuela se llamaba Jasmine walton, tu madre se quitó el apellido de su padre y dejó nada más el de su madre.
— no entiendo nada, ¿de dónde sacaste todo esto?
— tú me pediste que te ayudara a buscar tu familia materna, y eso fue lo que hice, toda la información que te estoy dando es totalmente cierta.
— pero eso no puede ser cierto, ¿por qué mi madre haría eso?, ¿por qué razón cambiaría su nombre?
— al parecer no tenía una buena relación con tu abuelo, a consecuencia de la muerte de su madre, parece ser que tu madre culpaba a tu abuelo de haber sido el responsable de la muerte de tu abuela.
— no puedo creer lo que me estás diciendo, pero tiene lógica porque, ¿por qué razón mi madre se alejaría de él? Tuvo que pasar algo grave entre ellos para que mi madre tomara esa decisión.
— si, eso es obvio, ella tuvo sus razones, pero es lo único que el investigador pudo averiguar, no sabes con exactitud que fue lo que verdaderamente pasó entre ellos.
— ¿y dónde está él?, ¿sigue vivo?
— así es, vive en Italia, ya te dije que lo he visto antes, su empresa es nuestra competencia en este momento, ¡ah! También hay algo más.
— ¿qué cosa?
— él te ha estado buscando, ahora lo que no entiendo, ¿es por qué no reclamó tú custodia cuando tus padres fallecieron?
— no lo sé, ahora que recuerdo, Alice un día mencionó, que un hombre fue a la cafetería de su padre y le preguntó por mí, enseñándole una fotografía mía, eso fue días después de que me enviaran al internado, yo no le presté atención a sus palabras porque sé que ella a veces habla locuras, y ya habían pasado años de eso.
— seguro tu tía si sabe de eso, no te lo dijo después que creciste porque sabía lo que haría contigo.
Anya de nuevo se encontraba confundida, trataba de entender las cosas que su madre había hecho, y las razones por las que lo hizo.
— ¿como te sientes? ¿que piensan hacer?
— no sé, ya no se qué voy hacer, me siento confundida, pero también me siento feliz de alguna manera, porque se de donde era mi madre y quiénes son su familiares, toda la vida me había preguntado, si tenía familia, abuelos tíos, primos quizás.