DINASTÍA: Reinas Perdidas.

POV NYX

La noche, como tantas otras, se había convertido en un campo de batalla en mi propia mente. Desde aquella primera vez, las pesadillas no me dan tregua. Cada vez que cierro los ojos, la misma escena se repite, cada vez más vívida, más aterradora. Veo a Víspera, envuelta en llamas, un espectáculo horrible que me hiela la sangre. Luego, la imagen cambia, mi madre, mi querida madre, huyendo con nosotras tres acurrucadas en una canasta, el rostro marcado por el terror y la determinación. Y nuestro padre, despidiéndose con una mirada que aún me persigue, sus últimas palabras resonando como un eco lejano: "La fuerza está en ti para que Víspera renazca".

Pero lo más perturbador, lo que me roba el aliento y me hace despertar sudando frío, es el reflejo. En el clímax de la pesadilla, me veo a mí misma, pero no soy yo. Me veo en los ojos de un vacilisco negro, una criatura de poder inmenso, que se me parece de forma inquietante. El pelo oscuro, los ojos penetrantes… Elara, dijo que era una profecía. Habló de bestias dormidas en tierras lejanas, esperando a sus verdaderos amos. Y ella, con su intuición infalible, me aseguró que yo era la dueña de ese vacilisco negro.

Hoy no ha sido diferente. La imagen de Víspera en llamas me ha arrancado del sueño en mitad de la noche. La sensación de impotencia me devora. ¿Cómo puedo protegerlas si ni siquiera puedo protegerme a mí misma de estos horrores? Por eso estoy aquí, en el frío y duro gimnasio de entrenamiento. Necesito canalizar esta energía, esta angustia, en algo tangible. Necesito entrenar hasta que mi cuerpo duela, hasta que mi mente se vacíe de los fantasmas que me atormentan.

Estaba completamente absorta en mis movimientos, sintiendo el acero familiar de la espada en mi mano, cuando un sonido rompió mi concentración. Una piedra rodando por el suelo. Levanté la vista, mi instinto guerrero poniéndome en guardia.

Y entonces lo vi.

Él estaba ahí, saliendo de las sombras. Alto, muy alto, con una presencia que llenaba el espacio. Su figura era fuerte, bien formada, y su cabello blanco, largo y suelto, caía sobre sus hombros. Pero lo que realmente me capturó fueron sus ojos. Un azul tan claro, y tan intenso, que parecían resplandecer en la penumbra. Me miraba con una frialdad calculada, pero había algo más, una especie de evaluación silenciosa.

No lo había visto antes, o al menos no lo había notado. Lo vi en la cena, sí, pero estaba tan perdida en mis propios pensamientos, tan abrumada por el peso de mis pesadillas, que no le di importancia. Ahora, aquí, en la soledad del entrenamiento, su presencia era innegable.

Cuando me corrigió me quedé helada. ¿Cómo podía saber eso? Yo misma había sentido esa pequeña vacilación, esa imperfección que no lograba corregir. Y él, un desconocido, lo había visto al instante. Me explicó cómo mantener la rodilla trasera más flexionada, cómo ganar estabilidad. Y cuando hizo la demostración, fue… impecable. Rápido, poderoso, una lección en movimiento.

Había algo en su forma de hablar, en su conocimiento, que me intrigaba. No era solo un guerrero más. Era… diferente.

[•••]

La luz del alba se filtraba tímidamente por las altas ventanas del gimnasio, tiñendo el aire de una promesa de un nuevo día. Pero todos, las sombras de la noche anterior aún persistían.

Las pesadillas de Nyx, aunque no la habían despertado del todo, habían dejado una neblina de inquietud en el ambiente.

Kaelen ya estaba allí, como siempre, con su figura encorvada pero su mirada aguda y penetrante. A su lado, Lyra y Orión, se movían con una agilidad sorprendente. Lyra, practicaba movimientos de espada con una precisión que desmentía su juventud. Orión, el maestro de las sombras, se movía con una gracia sigilosa, casi como si fuera parte de la penumbra misma, sus ojos, acostumbrados a la oscuridad, escaneaban el entorno con una intensidad silenciosa.

Nyx, a pesar de la noche en vela, se sentía extrañamente enfocada. Las palabras de Corvus resonaban en su mente, no solo por el consejo de combate, sino por la forma en que había visto su debilidad. Era un recordatorio de que, aunque el poder de su vacilisco negro comenzaba a manifestarse, aún tenía mucho que aprender. Podía sentir su esencia, esa energía oscura que se retorcía en su interior, respondiendo a su voluntad, pero aún era salvaje, indómita.

Ignis, con su cabello rojo como el fuego, ya estaba trabajando con el poder de su fénix. La criatura, una bola de plumas incandescentes, revoloteaba a su alrededor en esencia, emitiendo pequeños chillidos de energía.

Ignis, con una sonrisa radiante, la guiaba con gestos precisos, y el ave respondía, lanzando pequeñas llamaradas controladas. El poder del fénix rojo fuego latía en ella, con una fuerza vital y ardiente.

Luna, estaba sentada en un rincón, sus ojos azules estan fijos en un punto invisible. A su alrededor, figuras etéreas de lobos lunares blancos se materializaban y desvanecían, en espectros de poder latente. Su conexión con ellos era palpable, una resonancia silenciosa que emanaba de su ser. Los lobos lunares blancos, los más poderosos, respondían a su más leve pensamiento, una lealtad inquebrantable tejida en la esencia misma de la noche.

Kaelen observaba a las tres hermanas, una mezcla de orgullo y preocupación en su rostro arrugado. —El poder que despiertan es asombrosos— dijo, resonando en el espacio. —Pero la oscuridad que se avecina es igual de formidable—

Orión, cuya presencia se había vuelto aún más etérea, asintió. —La Luna Oscura fue la primera profecía en activarse. Sucedió cuando la conexión entre Luna y yo se hizo más fuerte, más allá de las palabras. Fue como si el universo mismo hubiera sellado nuestro destino, creando esa oscuridad que ahora persigue las noches— Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de un peso innegable.

La mención de la Luna Oscura trajo consigo un escalofrío colectivo. Todos sabían lo que significaba. Y ahora, con la "semilla engendrada" entre Nyx y Corvus, la atmósfera se había vuelto aún más densa, más sombría.

Nadie entendía completamente por qué, pero la preocupación era palpable. Era como si la misma esencia de la vida se estuviera volviendo más opaca. Sin saber qué la densa sombra provenía de dos esencias sombrientas.

—Los días se agotan—, murmuró Lyra, con su voz teñida de una seriedad inusual. —Siento que el tiempo se nos escapa entre los dedos—

Nyx sintió un nudo en el estómago. La conexión con Corvus, esa extraña atracción y la revelación de su poder, había sucedido en un momento de vulnerabilidad extrema, justo cuando las profecías comenzaban a desmoronarse a su alrededor. Y ahora, esta sombra inexplicable que se cernía sobre todos. Era un recordatorio constante de que, a pesar del poder que estaban despertando, el verdadero peligro aún estaba por manifestarse, y el tiempo para prepararse se estaba acabando...