En las áridas tierras de Wadi Al-Rimal, donde el honor vale más que la vida y las mujeres son piezas de un destino pactado, Nasser Al-Sabah llega con una misión: investigar un campamento aislado y proteger a su nación de una guerra.
Lo que no esperaba era encontrar allí a Sámira Al-Jabari, una joven de apenas veinte años, condenada a convertirse en la segunda esposa de un hombre mucho mayor. Entre ellos surge una conexión tan intensa como prohibida, un amor que desafía las reglas del desierto y las cadenas de la tradición.
Mientras la arena cubre secretos y el peligro acecha en cada rincón, Nasser y Sámira deberán elegir entre la obediencia y la libertad, entre la renuncia y un amor capaz de desafiar al destino.
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Los hijos del desierto
Sámira cargo agua en la cubeta, su amiga Azza llego a lavar la ropa.
— ¿Dicen que el forastero estuvo ayer en tu casa?, pregunto Azza.
— Fue a comprar unos tapices, y a pedirle a mamá alguien que lavara su ropa.
— ¿ Estás lavando su ropa?, pregunto Azza acercándose.
— Si pagara por ello dijo Sámira molesta metiendo una de sus camisas en el agua.
Azza se acercó y toco la tela.— Es muy delicada y huele bien.
— No seas desvergonzada dijo Sámira molesta.
— No te comprendo, definitivamente hay algo mal contigo. Es guapo, joven y refinado. No hay mucho de eso por aquí. Tu hermano Ahmed es guapo, pero es como un camello dijo Azza con total vehemencia.
Sámira comenzó a reirse.— Y tu no tienes que lavar su ropa después de que paso tres días en el desierto durmiendo entre el ganado.
Azza hizo una mueca de asco y comenzó a reírse.
— Es cierto para ser que es ropa de un hombre está muy limpia, pero yo en su lugar no me haría ilusiones, dudo seriamente a que tome una esposa de aquí y si lo hace será para tenerla de su tapete. Después de todo él es rico y educado. Y la mujer de aquí una salvaje inculta...
Nasser conducía rumbo a Al-Qasr, allí compraría lo que necesitaba y tendría acceso a energía y algo llamado civilización.
El mercado de Al-Qasr bullía de voces, de olor a especias y humo.
Nasser caminaba despacio entre los puestos, observando las telas que se mecían con el viento caliente, los niños que corrían con pan entre las manos, el polvo que flotaba como una bruma dorada.
Se detuvo junto a una pequeña mesa de madera y marcó un número en su teléfono.
—Soy Al-Sabah. Deseo hablar con su excelencia —dijo con voz baja, firme.
Del otro lado, una voz masculina respondió con cortesía distante:
—Su excelencia recibirá su mensaje.
Nasser guardó el aparato en el bolsillo y soltó un leve suspiro. Mientras aguardaba la devolución de la llamada, pidió un té.
El hombre del puesto lo sirvió en un vaso pequeño, el líquido oscuro y aromático temblando entre sus dedos.
Se sentó bajo una tela color arena, a la sombra. Frente a él, el mercado seguía su ritmo, un comerciante gritaba precios, una mujer regateaba por una jarra, un grupo de cabras cruzaba la calle con paso lento.
Ya había comprado lo que necesitaba, un colchón de espuma, un pequeño refrigerador, y unas provisiones para la semana. En el campamento lo esperaba su generador, una máquina vieja que funcionaba con gasolina.
Bebió un sorbo del té. El calor seguía siendo insoportable, pero por primera vez en días sintió algo parecido a calma de la civilización.
El teléfono sonó, el atendió.
— ¡Nasser!, exclamaron al otro lado. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, fue como si lo tomarán de los pies y lo arrojaran a un augero y el pasado se lo estuviera tragando nuevamente.
— Señora, tiene para anotar exclamó él.
Al otro lado Mariana tomo un papel y anoto lo que el le dicto.
— ¿ Que es ?, pregunto Mariana.
— Es una matricula, ¿ qué posibilidades hay de que tengan un cargamento de M855 ?, pregunto él.
— No puedes estar hablando en serio dijo Mariana.
— No vi las cajas, la persona que las vio no sabe que hay dentro, pero tienen esa inscripción, ese camión ha visitado el campamento dos veces. Intentaré acercarme.
— Ten cuidado, ¿necesitas algo?, pregunto ella.
— Alteza, necesito mi aire acondicionado, el Internet y la energía ya sabe. Tal vez debería considerar modernizar el oasis.
— Lo estoy considerando pero el Internet y aire acondicionado no está en la lista de prioridades.
Nasser sonrió.— Te llamare en cuanto sepa algo dijo él.
Mariana se puso de pie y le entregó el teléfono a Ibrahim su jefe de seguridad.
— Ni una palabra a nadie, ordenó ella.— Luego le entregó el papel.– Averigua todo lo que puedas.
Horas después cuando Nasser regreso al campamento sonrió al ver la cesta con ropa doblada sobre la alfombra, bajo de la camioneta y comenzó a bajar sus compras.
Después de cenar se dio un baño y luego se recostó sobre su nueva cama, mientras bebía un jugo fresco. Esa era la parte de la civilización que extrañaba.
Mientras tanto en Rhaydan, Mariana se encontraba en su salón privado, la puerta se abrió y su esposo ingreso.
— Creo que Henry necesita educación militarizada.
— Si tú lo dices que eres un experto en la materia comento Mariana mientras lo veia servirse un whisky .
— Tu ríete, ya te veré en unos años quejándote. ¿Qué lees?, pregunto Asher.
— Raferencias sobre una empresa, Northrop exclamó
Asher abrió sus ojos, Northrop realizaba auditorias contra riesgo en los sectores de defensa y seguridaestá— ¿ Qué esta pasando?, pregunto él.
— Nada de momento.
— No creo tu padre apruebe que una empresa extranjera meta sus narices en asuntos tan delicados...
Dos noches después Nasser patrullaba junto a otros hombres por el campamento, se podía decir que había sido completamente aceptado.
— ¿Sirvió en el ejército?, pregunto Abdallah que caminaba junto a él.
— Lo hice, estaba en la fuerza aérea, fui piloto dijo Nasser.
— Debe tener buena preparación exclamó Abdallah
— La tengo, independientemente de que era piloto estuve entrenando con las fuerzas especiales.
— Tal vez pueda entrenar a los hombres, cuando el rey muera habrá una guerra, debemos estar listos para defendernos.
— ¿ Teme que haya una guerra?, pregunto Nasser.
—La habra, asegurán que la heredera no podrá sostener su gobierno.
Nasser asintió.— En ese caso debemos estar preparados para todo...
Khalil, miro a su asistente se encontraba en la cámara del consejo , esa seria su última reunión oficial, mientras miraba las paredes de su oficina donde reposaban los pergaminos.
Llevaba cuarenta años al frente de su nación, mas de sesenta años poniendo a Raleigh por encima de todo, tenía dieciocho años cuando su hermano, el heredero murió. Tenía dieciocho años cuando entendió y acepto que Raleigh estaba por encima de todo, Khalil Hazbun se debía a su pueblo.
Khalil salió de su oficina y se dirigió a la sala.
—Su Alteza el Jeque Khalil Hazbun —sultán de Raleigh anunció el secretario, los jeques hicieron una reverencia.
Amira observaba a su esposo, dirigirse a la cámara del consejo. Ese día después de tratar los diferentes asuntos, se haría oficialmente el anuncio en dos meses sería la coronación de Mariana, pero a partir de ese día los diferentes rituales comenzarían.
El secretario se puso de pie y realizó el anuncio.—Su Alteza Real, Waliyat al-Ahd Mariana bint Khalil Hazbun.
Las puertas se abrieron y Mariana ingreso, realizo una reverencia frente a su padre mientras Mahmoud Al–Thani leía el pergamino...