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En Blanco

En Blanco

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Pérdida de memoria / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós
Popularitas:747
Nilai: 5
nombre de autor: Marianitta

Cuando Aiden despierta en una cama de hospital sin recordar quién es, lo único que le dicen es que ha vuelto a su hogar: una isla remota, un padre que apenas reconoce, una vida que no siente como suya. Su memoria está en blanco, pero su cuerpo guarda una verdad que nadie quiere que recuerde.

NovelToon tiene autorización de Marianitta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Puertas que se cierran

La mañana en Wharekura amaneció gris, como si el cielo hubiera decidido reflejar el peso invisible que se acumulaba en el pecho de Aiden.

Desde la ventana de su habitación, veía cómo la neblina se estiraba sobre las calles angostas, cubriendo con su velo cada esquina.

No sabía si era el clima o su propia mente la que le hacía sentir que todo estaba más pequeño, más apretado… más vigilado.

Guardó la carta con las iniciales L. V. en el doble fondo del cajón de su mesita de noche, asegurándose de que ni un borde sobresaliera.

No era la primera vez que lo revisaba para comprobar que seguía ahí.

El simple contacto del papel bajo sus dedos le transmitía una mezcla de calor y ansiedad, como si aquel trozo de papel tuviera la llave de algo que él aún no podía nombrar.

Bajó a la cocina.

Thomas estaba sentado en la mesa, bebiendo café y hojeando el periódico, pero su presencia llenaba la habitación más que cualquier voz.

Sin levantar la vista, dijo:

—Hoy no salgas mucho. Hay cosas que hacer en la casa—

La frase no era una invitación, sino una orden envuelta en falsa cordialidad.

—Pensaba dar un paseo…— intentó Aiden, tanteando la respuesta.

Thomas dobló lentamente el periódico y lo dejó sobre la mesa, como si el sonido del papel fuera un recordatorio de quién mandaba allí.

—Dije que hay cosas que hacer—

Sus ojos, fríos, se fijaron en él un instante demasiado largo.

—No quiero que pierdas el tiempo en tonterías—

El resto del desayuno fue un silencio espeso, interrumpido solo por el tintinear de la cuchara contra la taza.

Aiden esperó a que su padre se encerrara en su taller para salir.

Caminó por las calles del pueblo, tratando de parecer distraído, pero cada paso lo llevaba más cerca de las pocas personas con las que había hablado sobre L. V. en los días anteriores.

No buscaba una respuesta directa, solo un gesto, una pista… algo.

Pero algo había cambiado.

La dueña de la tienda de comestibles, que antes le sonreía con amabilidad distante, ahora evitaba su mirada.

Un pescador con el que había intercambiado un par de frases le dio la espalda en cuanto lo vio acercarse.

Incluso la mujer del puesto de flores, que siempre intentaba venderle lirios marchitos, fingió estar ocupada organizando un ramo que no necesitaba arreglo.

Cada puerta que tocaba, literal o figurada, parecía cerrarse antes de que él pudiera asomarse.

Y no era un rechazo ruidoso; era peor: un silencio calculado, como si todos compartieran un secreto del que él no debía enterarse.

De vuelta a casa, Aiden intentó subir a su habitación sin que Thomas lo notara, pero la voz seca de su padre lo detuvo.

—¿Dónde estuviste?—

—Solo caminando— respondió.

—Te dije que había cosas que hacer aquí—

Thomas se acercó un paso, reduciendo la distancia.

—No quiero que te metas en problemas, Aiden. ¿Entiendes?—

La pregunta no necesitaba respuesta.

Subió a su habitación con el corazón acelerado.

Se sentó en el suelo, junto a la cama, y sacó la carta.

Leyó las líneas una vez más, tratando de encontrar algo que antes se le hubiera escapado.

Las palabras eran afectuosas pero medidas, cargadas de una preocupación que parecía venir de alguien que lo conocía demasiado bien. “No olvides quién eres, aunque intenten arrancarlo de ti.”

Fue entonces cuando ocurrió.

No como una avalancha, sino como una imagen fugaz: unas manos manchadas de pintura azul y roja tocándole suavemente la mejilla; una voz masculina, profunda, diciendo:

—No dejes que te cambien.

El recuerdo se esfumó tan rápido como llegó, pero dejó tras de sí un pulso agitado en sus sienes.

Se tocó la cara, como si pudiera encontrar allí la huella de esas manos.

No sabía si era real o una invención de su mente hambrienta de respuestas.

Se recostó en el suelo, con la carta apretada contra el pecho.

Afuera, la neblina empezaba a disiparse, pero dentro de la casa el aire seguía siendo igual de denso.

No escuchó el teléfono sonar en la planta baja, ni la voz grave de Thomas respondiendo con un “Sí, lo mantendré vigilado” antes de colgar.

Para Aiden, el mundo en ese momento se reducía al papel entre sus manos… y a la incómoda certeza de que cada día, las puertas del pueblo se cerraban un poco más.

1
Maru Sevilla
/Frown/
Maru Sevilla
El capitulo está interesante /Smile/
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