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Entre Líneas

Entre Líneas

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Amor tras matrimonio / Intrigante / Maltrato Emocional / Padre soltero / Diferencia de edad
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: @AuraScript

"No todo lo importante se dice en voz alta. Algunas verdades, los sentimientos más incómodos y las decisiones que cambian todo, se esconden justo ahí: entre líneas."

©AuraScript

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Ambigüedad

La madrugada cae sobre la casa como una sábana pesada, ahogando todo menos el silencio. No es el sueño lo que me despierta, sino el grito—un sonido que me arranca de la cama como si me hubieran clavado los dedos en el pecho. Me incorporo de golpe, la piel pegajosa de sudor, el eco de Heather aún retumbando en mis oídos. Por un segundo, creo que la veo: su figura escapando entre sombras bajo la lluvia, tan real que casi la llamo.

Otro golpe. Esta vez no en la memoria, sino en la puerta trasera.

Me levanto sin pensar. Las tablas del suelo crujen bajo mis pies, ásperas y frías. No enciendo luces. No hace falta. Algo en mi cuerpo ya lo sabe: nadie bueno llama a esa hora.

Al abrir, el viento me azota como un reproche. Damon está ahí, empapado, transparente bajo el agua. La camisa se le adhiere al torso, el cabello gotea sobre su frente. Sus ojos—inyectados, desesperados—me atraviesan. Golpea el marco de la puerta otra vez, como si no me viera.

—La vi, suegro.

Su voz es un hilo roto. El aliento le corta las palabras, pero sigue hablando, urgente:

—Era Heather. En el callejón junto a la estación. Estaba viva, pero... alguien más estaba con ella. Un tipo alto. No pude verle la cara. Corrí, pero... se los tragó la lluvia.

Me quedo inmóvil. El aire se espesa. La cocina se llena del sonido de la tormenta, del goteo de su ropa en el suelo. Avanzo hacia él, le agarro los hombros. Está helado, temblando, pero no de frío—de algo peor.

—Cálmate—digo, pero mi voz suena tensa, como si alguien me apretara la garganta. —Respira. Dime exactamente qué viste. No podemos actuar a lo loco.

Sus dedos se cierran alrededor de mi brazo, fuertes, casi dolorosos. No lo suelto.

—Creo que era ella...tenía la bufanda azul. O...una igual.

Algo se retuerce en mi estómago. No sé si es el miedo o la rabia.

—Vamos a buscarla—murmuro, soltándolo para ir por las linternas.

Las encuentro en el cajón de siempre, el metal frío contra mis palmas y tardo unos segundos más de lo necesario, para ver si el se mueve, y, en efecto, Damon no hacía mucho. Me observa desde la puerta, sus ojos brillantes, la respiración agitada. Le tiendo una.

—Quédate cerca. No sabemos qué hay ahí fuera.

Salimos. La lluvia nos azota como un castigo. El viento corta, las linternas oscilan en nuestras manos, rebeldes. Damon camina pegado a mí, el hombro rozándome cada dos pasos, como si necesitara confirmar que sigo ahí.

En una callejuela, algo azul destella entre la maleza. Una bufanda, desgarrada, enredada en un alambre. Damon se abalanza sobre ella antes de que yo pueda reaccionar. La aprieta contra el pecho, los nudillos blancos.

—Es suya, espero que sea así. O algo que se le parecía demasiado.

Levanta la mirada y, por primera vez, veo el miedo crudo en sus ojos. No el de un hombre que busca a su esposa, sino el de uno que ha visto algo que no debería.

Avanzamos hasta un cobertizo medio derruido, el techo combándose bajo el peso del agua. Damon se desploma contra mí de repente, como si le hubieran cortado las piernas. Me empuja contra la pared, los brazos alrededor de mi cintura, la frente hundida en mi hombro. Su aliento quema contra mi cuello. No sé si se aferra a mí o si me arrastra con él.

—No puedo perderla otra vez—murmura, y sus labios rozan mi cuello, apenas un roce.

Me quedo paralizado. Algo se enciende en mis venas—alarma, confusión, algo más que no quiero nombrar. Mis manos flotan en el aire, indecisas, hasta que una de ellas cae sobre su espalda. Lo siento temblar, aunque ni siquiera parpadea.

—Tranquilo—digo, pero la voz no me suena propia. —Estamos juntos en esto.

Un motor ruge a nuestras espaldas. Luces rojas y azules cortan la oscuridad. Un policía baja de la patrulla, el impermeable reluciente bajo la linterna.

—¡Alto ahí! ¿Qué hacen en un lugar como este?

El haz de luz nos ciega. Damon se separa de mí de golpe, como si lo hubieran descubierto en un delito. Yo alzo las manos, forzando calma.

—Soy Blake Marshall, fiscal del distrito—digo, sacando mi identificación con dedos torpes. —Este es mi yerno. Buscamos a mi hija, su esposa. Desapareció hace semanas. Él dice que la vio por aquí.

El policía frunce el ceño, la linterna bajando un poco.

—Este no es lugar para andar de noche, señor Marshall. Hay denuncias de tráfico... y otras cosas. Revisen y váyanse.

Asiento, agarrando a Damon del brazo para alejarnos. Noto algo en su cuello mientras caminamos: un rasguño rojo, fresco, que no estaba antes.

Lo archivo en mi mente. Habrá tiempo para eso después.

De vuelta en casa, la cocina nos recibe con su olor a humedad y café frío. Damon se derrumba en una silla, hundiendo el rostro en las manos. Yo me quedo de pie, observándolo, el cuerpo dolorido de una tensión que no entiendo.

¿Estamos cerca de encontrar a Heather... o solo nos estamos perdiendo en el intento?

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