Trata de una chica universitaria que trabaja para solventar los gastos de su hogar, sus padres se enfermaron pero se enamora de un chico rico ¿Que pasará?
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Capitulo N°19
Evangelina se encontraba en el jardín trasero de la mansión, terminando de organizar algunas herramientas que había utilizado para arreglar los rosales. La tarde era fresca y tranquila, y pensó que finalmente tendría un momento de paz después de la intensa reunión con los hermanos Devereux.
Pero el destino tenía otros planes.
Leonardo apareció de repente, con las manos en los bolsillos, observándola en silencio. Evangelina sintió su presencia antes de verlo y se giró, sorprendida.
—¿Necesitas algo? —preguntó, intentando no sonar nerviosa.
Él la miró fijamente por un momento antes de responder.
—Solo… quería ver cómo estabas.
Evangelina arqueó una ceja.
—Estoy bien. ¿Por qué no habría de estarlo?
Leonardo pareció debatirse entre responder o callar. Finalmente, suspiró.
—Es solo que… mis hermanos pueden ser demasiado entrometidos. No quería que te sintieras incómoda.
Evangelina sonrió con ternura.
—Marina y Sebastian son encantadores. Es obvio que te quieren mucho, aunque te fastidien un poco.
Leonardo desvió la mirada, con una pequeña sonrisa.
—Sí, son fastidiosos, pero son mi familia.
Evangelina sintió un leve calor en el pecho. Ver a Leonardo con una expresión más relajada la hacía sentir extrañamente cómoda a su lado.
Se agachó para recoger unas macetas vacías y, en ese momento, Leonardo también se inclinó para ayudarla.
Lo siguiente ocurrió tan rápido que ninguno tuvo tiempo de reaccionar.
Ambos se incorporaron al mismo tiempo y sus rostros quedaron peligrosamente cerca. Tan cerca que, antes de darse cuenta, sus labios se rozaron en un contacto fugaz, pero electrizante.
Los dos se quedaron congelados.
Evangelina abrió los ojos de par en par, mientras Leonardo parecía completamente aturdido.
—Y-yo… —intentó decir Evangelina, retrocediendo de golpe.
Pero su torpeza la traicionó. En su prisa por alejarse, tropezó con una manguera en el suelo y perdió el equilibrio.
Leonardo, actuando por instinto, la sujetó de la cintura para evitar que cayera. Sin embargo, en su intento por estabilizarla, terminó desequilibrándose también, y ambos cayeron al suelo, uno sobre el otro.
El silencio fue abrumador.
Evangelina sintió su corazón latir con fuerza mientras miraba a Leonardo, quien tenía el rostro a escasos centímetros del suyo. Sus ojos oscuros la estudiaban con intensidad, y aunque su expresión era neutral, su respiración agitada lo delataba.
—¿Estás bien? —murmuró él, su voz más ronca de lo habitual.
—S-sí… —respondió ella, con el rostro completamente rojo.
Intentó moverse, pero Leonardo no se apartó de inmediato. Por el contrario, pareció analizar la situación con una calma peligrosa.
—Ese beso… —murmuró él de repente.
Evangelina sintió que su corazón se detenía.
—¡F-fue un accidente! —se apresuró a decir.
Leonardo entrecerró los ojos, como si no estuviera muy convencido de su respuesta.
—Tal vez… —susurró.
Evangelina sintió que el aire se volvía irrespirable.
—P-puedes moverte…
Leonardo la observó por un instante más antes de esbozar una media sonrisa y, finalmente, se levantó, ofreciéndole una mano.
Evangelina la tomó con rapidez, sintiendo su piel arder cuando sus dedos se entrelazaron.
Cuando ya estaban de pie, la tensión entre ambos era tan palpable que Evangelina no sabía si salir corriendo o fingir que nada había pasado.
Leonardo, en cambio, parecía mucho más tranquilo de lo que debería.
—Bueno… —dijo él, metiendo las manos en los bolsillos—. Supongo que esto hace las cosas más interesantes.
Evangelina lo fulminó con la mirada.
—¡No lo hace!
Leonardo soltó una leve risa.
—Claro que sí.
Ella frunció el ceño y cruzó los brazos, tratando de ocultar su vergüenza.
—¡Fue un accidente! ¡Nada más!
Leonardo se encogió de hombros, con una expresión indescifrable.
—Si tú lo dices…
Pero Evangelina vio algo en su mirada. Algo que la hizo sentir un escalofrío en la espalda.
No era solo la burla habitual de Leonardo.
Era deseo.
Y eso era aún más aterrador.
Antes de que pudiera responder, la voz de Marina se escuchó a lo lejos.
—¡Evangelina! ¿Estás por ahí?
Evangelina dio un respingo.
—¡Voy! —gritó de inmediato, sintiendo alivio por la interrupción.
Sin embargo, antes de irse, Leonardo se inclinó ligeramente hacia ella.
—Te veré pronto —murmuró, con una sonrisa que le revolvió el estómago.
Evangelina se alejó a toda prisa, sin atreverse a mirar atrás.
Pero mientras caminaba, se llevó los dedos a los labios.
Ese beso había sido un accidente.
Pero, entonces, ¿por qué sentía que quería más?