Ariadna Callis, una joven de 16 años con una personalidad vibrante y un cuerpo que desafía los estereotipos, vive entre las constantes travesuras de sus hermanos mayores, Nikos y Theo, y el caos del último año de preparatoria. Aunque es fuerte y segura, Ariadna no está preparada para la entrada de Eryx Soterios, un joven de 18 años recién llegado al pueblo.
Eryx, reservado y enigmático, carga con un pasado oscuro que lo ha dejado lleno de resentimientos. Su aparente frialdad se convierte en un desafío para Ariadna, quien no teme a sus respuestas cortantes ni a su actitud distante. Sin embargo, cada encuentro entre ellos desata emociones contradictorias que ninguno puede ignorar.
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Capítulo 19: Promesas de un Futuro
El amanecer llegó lentamente, iluminando el balcón donde Eryx y Ariadna se habían quedado hasta altas horas de la madrugada. Habían hablado de todo y de nada, compartiendo secretos que nadie más conocía y sueños que ninguno se había atrevido a decir en voz alta antes. Pero ahora, el peso de la realidad comenzaba a instalarse, recordándoles que el tiempo no se detenía, por mucho que desearan lo contrario.
Ariadna estaba apoyada en la barandilla, mirando hacia la ciudad que despertaba con lentitud. Eryx la observaba desde el sofá del balcón, con una expresión tranquila que contrastaba con el torbellino de emociones que sentía por dentro.
—¿En qué piensas? —preguntó él, rompiendo el silencio.
Ariadna giró la cabeza para mirarlo, sus labios curvándose en una pequeña sonrisa.
—En lo mucho que ha cambiado mi vida desde que te conocí.
Eryx arqueó una ceja, divertido.
—¿Eso es bueno o malo?
—Depende del día —respondió ella, riendo suavemente—. Pero ahora mismo diría que es bueno.
Eryx sonrió, pero no dijo nada. Había algo en su expresión que Ariadna no podía descifrar, como si estuviera luchando con un pensamiento que no se atrevía a expresar.
—¿Y tú? —preguntó ella, acercándose y sentándose a su lado—. ¿En qué piensas?
Él suspiró, pasándose una mano por el cabello desordenado.
—En ti. En lo mucho que me importas… y en lo difícil que va a ser mantenerte a salvo.
Ariadna frunció el ceño, colocando una mano sobre la suya.
—Eryx, ya te lo dije. No tienes que cargar con todo tú solo.
—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Es parte de lo que soy.
—¿Y qué eres? —preguntó ella, con suavidad.
Eryx la miró, sus ojos oscuros reflejando algo que parecía una mezcla de miedo y determinación.
—Soy alguien que ha cometido errores. Que ha tomado decisiones que no siempre fueron correctas. Pero también soy alguien que no va a rendirse. No ahora, no después de encontrarte.
Las palabras de Eryx hicieron que el corazón de Ariadna se acelerara. Había una sinceridad en su voz que la conmovió profundamente, y antes de que pudiera detenerse, se inclinó hacia él y apoyó su frente contra la suya.
—No estás solo, Eryx. Recuerda eso.
Él cerró los ojos, respirando profundamente como si estuviera tratando de absorber la fortaleza que Ariadna le ofrecía.
—Lo intentaré —susurró finalmente.
Horas después, mientras la casa se llenaba de movimiento, Ariadna se encontró en la cocina con Nikos y Theo, quienes parecían más serios de lo habitual. Sus hermanos habían notado el cambio en ella, pero ninguno de los dos había dicho nada todavía.
—¿Cómo está todo? —preguntó Nikos, rompiendo el silencio mientras le alcanzaba una taza de café.
—Bien… creo —respondió Ariadna, intentando sonar casual.
Theo la miró con suspicacia, cruzándose de brazos.
—¿Eso significa que Eryx no se metió en problemas mientras lo ayudabas?
Ariadna hizo una pausa, mirando a sus hermanos con una mezcla de sorpresa y resignación.
—¿Cómo supieron que estuve con él?
Nikos sonrió levemente.
—Porque te conocemos, Ari. Y porque Theo escuchó algo sobre un incidente en el almacén de la familia de Eryx.
—¿Qué hacías allí, Ariadna? —preguntó Theo, claramente preocupado—. Es peligroso.
—Lo sé, pero no podía dejarlo solo. Él necesitaba mi ayuda.
—¿Tu ayuda o tu compañía? —preguntó Nikos, con una ceja levantada.
Ariadna los miró, sabiendo que no tenía sentido tratar de ocultarles la verdad.
—Ambas cosas.
Sus hermanos se miraron entre sí, como si estuvieran teniendo una conversación silenciosa. Finalmente, Nikos suspiró y se encogió de hombros.
—Bueno, al menos sabemos que tienes buen gusto.
—¿Buen gusto? —repitió Ariadna, sorprendida.
—Sí, Eryx parece ser un buen tipo, a pesar de todo el drama que lo rodea —explicó Nikos.
Theo no parecía tan convencido, pero no dijo nada. En lugar de eso, se acercó a Ariadna y le puso una mano en el hombro.
—Solo prométenos que tendrás cuidado, ¿de acuerdo? No queremos que te lastimen.
—Lo prometo —respondió ella, sinceramente.
Mientras tanto, Eryx estaba en su habitación, revisando los últimos mensajes que había recibido de su padre. Las palabras eran frías, casi amenazantes, pero no era algo que lo sorprendiera. Su padre siempre había sido un hombre difícil de complacer, y ahora que las cosas estaban tensas entre ellos, las cosas solo habían empeorado.
Justo cuando estaba a punto de apagar su teléfono, alguien llamó a su puerta.
—¿Puedo pasar? —preguntó Ariadna desde el otro lado.
Eryx sonrió levemente, dejando el teléfono sobre la mesa.
—Claro.
Ariadna entró, cerrando la puerta detrás de ella. Había una determinación en su expresión que llamó la atención de Eryx de inmediato.
—Necesitamos hablar —dijo ella, cruzándose de brazos.
—¿Sobre qué?
—Sobre lo que está pasando con tu padre y lo que vamos a hacer al respecto.
Eryx se inclinó hacia atrás en su silla, estudiándola con atención.
—No creo que sea algo que debas preocuparte.
—Pues lo estoy, te guste o no.
Él suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Ariadna… no quiero que te metas en esto más de lo necesario.
—Y yo no quiero que sigas enfrentando esto solo. Así que tendrás que aceptarlo, Eryx. Estoy aquí para quedarme.
Eryx la miró, claramente impactado por su determinación.
—Eres increíble, ¿lo sabías?
—Y tú eres un cabezota, pero parece que eso no va a cambiar.
Ambos rieron, y por un momento, la tensión desapareció. Pero en el fondo, ambos sabían que el verdadero desafío estaba aún por llegar. Y aunque no sabían cómo terminaría todo, estaban dispuestos a enfrentarlo juntos.