El misterio y el esfuerzo por recordar lo que un día fué, es el impulso de vencer las contradicciones. La historia muestra el progreso en la relación entre Gabriel y Claudia, profundizando en sus emociones, temores y la forma en que ambos se conectan a través de sus vulnerabilidades. También resalta la importancia de la terapia y la comunicación, y cómo, a través de su relación, ambos están aprendiendo a reescribir sus vidas.
NovelToon tiene autorización de Brayan José Peñaloza salazar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Los recuerdos.
La puerta oxidada se abrió con un quejido prolongado que resonó en todo el sótano, como si las mismas entrañas de la casa estuvieran lamentándose. Gabriel y Claudia intercambiaron una mirada cargada de tensión antes de cruzar el umbral. Al otro lado, un túnel oscuro y húmedo se extendía, con el aire aún más denso, casi irrespirable.
—Este lugar no debería existir —susurró Gabriel, observando las paredes del pasadizo, donde más símbolos extraños se dibujaban en la piedra—. Mi padre nunca me habló de esto.
La linterna en su mano iluminaba apenas unos pocos metros por delante, revelando solo la oscuridad que los rodeaba. Claudia sentía un peso en el pecho que iba más allá del miedo. Era como si el aire en ese túnel estuviera lleno de memorias, de secretos enterrados, y cada paso que daba los traía más cerca de la verdad.
—¿Qué crees que hay aquí? —preguntó ella, su voz apenas un murmullo, como si temiera que el sonido fuera a despertar algo que no quería encontrar.
—No lo sé... pero es importante —respondió Gabriel—. Mi padre solía decir que la casa tenía un corazón. Un lugar donde todo se origina. Quizás este es ese lugar.
Avanzaron en silencio, sintiendo que cada paso era más pesado que el anterior. El túnel parecía extenderse sin fin, como si se estuvieran adentrando en lo más profundo de la tierra, o peor, en lo más profundo de la mente de Gabriel, en su pasado, en sus recuerdos enterrados.
Los recuerdos de Gabriel:
Mientras caminaba, Gabriel no podía evitar que los recuerdos de su infancia volvieran, como fantasmas que lo acosaban. Recordó los gritos ahogados de su madre, las noches en las que su padre lo obligaba a permanecer en el sótano, y la sensación constante de que algo oscuro lo observaba desde las sombras. Ahora, parado en ese túnel, entendía que no solo eran ilusiones de un niño asustado. Había algo más, algo que su padre conocía pero nunca compartió con él.
Gabriel se detuvo un momento y cerró los ojos. Una imagen fugaz cruzó su mente: él, de niño, en ese mismo túnel, pero con su padre guiándolo. Había símbolos en el suelo que ahora eran solo polvo, y su padre lo miraba con una severidad casi inhumana.
—Tienes que aprender, Gabriel. Solo aquellos que enfrentan el corazón de la casa pueden controlarla. El miedo es poder, si sabes cómo usarlo.
El niño que había sido no comprendía esas palabras entonces, y el adulto que era ahora apenas podía soportar el peso de su significado. La casa no solo era una prisión para él, sino también un legado que nunca quiso.
Claudia lo miró con preocupación, viendo cómo Gabriel parecía perderse en sus propios pensamientos.
—Gabriel... —dijo en voz baja, tocándole suavemente el brazo—. No estás solo. Sea lo que sea que encontremos, lo enfrentaremos juntos.
Al cabo de unos minutos caminando, finalmente, llegaron al final del pasadizo. Ante ellos se erguía una puerta antigua, de madera gastada, con inscripciones grabadas en un idioma que ninguno de los dos reconocía. Gabriel alargó la mano, pero vaciló.
—Es aquí, Claudia. Lo siento. Este es el corazón de la casa.
El temor en su voz era palpable, pero Claudia no estaba dispuesta a dar marcha atrás. Sabía que este momento era clave, no solo para resolver los secretos de la mansión, sino para la sanación de Gabriel. Lo que fuera que estaba detrás de esa puerta era el centro de todo su dolor, y si no lo enfrentaban, seguiría atormentándolos para siempre.
Con un movimiento decidido, Gabriel empujó la puerta. Un crujido resonó en el aire mientras esta se abría lentamente, revelando una cámara oculta, iluminada por un tenue resplandor que parecía emanar de las paredes mismas. Dentro, había un gran círculo dibujado en el suelo, con los mismos símbolos que habían visto en el túnel.
—Este lugar... —murmuró Gabriel—, lo recuerdo.
Claudia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Aunque el aire en la cámara era sofocante, había algo más que la incomodaba. Las paredes parecían moverse, como si estuvieran respirando lentamente, y los símbolos brillaban con una luz inquietante.
—Tu padre lo construyó, ¿verdad? —preguntó Claudia, tratando de procesar lo que veía.
—No, él solo lo encontró —respondió Gabriel—. Siempre decía que la mansión había sido construida sobre algo más antiguo, algo que estaba aquí mucho antes que nosotros. —Miró alrededor, con los ojos llenos de una mezcla de terror y fascinación—. Y creo que esto es lo que lo destruyó.
El suelo bajo sus pies parecía vibrar ligeramente, y Claudia notó que Gabriel comenzaba a respirar con dificultad. Se acercó a él, preocupada, pero antes de que pudiera decir algo, Gabriel cayó de rodillas, con las manos en la cabeza.
—No... no puedo... —jadeó, su voz quebrándose—. Es demasiado.
Claudia se arrodilló a su lado, intentando calmarlo.
—Gabriel, mírame —dijo con firmeza—. Estamos aquí juntos. No dejes que esto te consuma. Sea lo que sea, no es más fuerte que nosotros.
Gabriel levantó la vista, con lágrimas formándose en sus ojos. El hombre que siempre había sido tan fuerte y contenido ahora estaba quebrado frente a ella, enfrentando los horrores que lo habían perseguido desde la infancia. Pero Claudia no retrocedió. Sabía que este era el momento crucial. Si Gabriel no enfrentaba este lugar, nunca podría liberarse de su pasado.
—Todo lo que te ha atormentado... tu padre, esta casa... todo se alimentaba de tu miedo —continuó Claudia—. Pero ya no tienes que seguir cargando con eso solo. No estás solo.
En ese instante, algo cambió. Gabriel, en medio de su desesperación, alzó la mano y tocó el rostro de Claudia. En sus ojos había una vulnerabilidad que nunca le había mostrado antes.
—Gracias —susurró—. Por no abandonarme.
Claudia sonrió débilmente, aunque el terror aún latía en su pecho. Sabía que, aunque este era solo el comienzo de lo que descubrirían en la mansión, ya habían dado el primer paso hacia la sanación, hacia la liberación. Pero también entendía que los secretos que la casa ocultaba eran profundos y oscuros, y que lo que quedaba por desenterrar podría destruirlos si no se mantenían unidos.
El vínculo entre ellos se había vuelto más fuerte, más real. Ya no solo compartían el trauma, sino también la voluntad de enfrentarlo juntos. Pero ambos sabían que el camino que quedaba por delante sería aún más aterrador, y las sombras del pasado aún tenían mucho más que revelar.