En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Almuerzo inesperado
El lunes por la mañana, la rutina volvía a su curso. Abby estaba concentrada limpiando los ventanales del vestíbulo del edificio, con la energía renovada tras el fin de semana con Emma. Sentía que las horas compartidas con la pequeña habían llenado un vacío que ni siquiera sabía que existía.
Mientras limpiaba, escuchó un suave golpeteo. Al girarse, vio a Emma del otro lado del cristal, saludándola con entusiasmo. Jasón estaba junto a ella, con su maletín en una mano y una sonrisa ligera en el rostro.
—Buenos días, Abby —saludó él al entrar al edificio.
—Buenos días, Jasón. Hola, pequeña amiga—respondió la muchacha, mientras Emma corría hacia ella para abrazarla.
—Papá me dijo que hoy almorzaremos juntas —dijo Emma, emocionada.
Abby parpadeó, sorprendida, y miró al padre de la niña, quien se encogió ligeramente de hombros.
—Pensé que podría ser una buena idea —explicó él—. Emma no ha dejado de hablar del fin de semana, y bueno... también quiero agradecerte de alguna manera.
La joven sintió un leve sonrojo subir a sus mejillas, pero asintió con una sonrisa.
—Me encantaría acompañarlos a almorzar— dijo sonriendo.
—Entonces te esperamos al mediodía— le dijo la niña y se marchó sonriendo tomada de la mano de su padre.
Cuando el reloj marcó el mediodía, Abby se reunió con ellos en un restaurante cercano al edificio. El lugar estaba decorado con motivos navideños: luces titilantes, guirnaldas de pino y un enorme árbol en el centro que llamaba la atención de todos los niños. El ambiente era cálido y festivo e hizo que la muchacha se sintiera fuera de lugar al principio, pero la presencia de Emma, tan vivaz y llena de alegría, la ayudó a relajarse.
Emma no podía contener su entusiasmo. Se sentó junto a amiga y comenzó a contarle todo lo que había hecho en la escuela ese día. Porque gracias a Abby la niña había aceptado regresar al colegio luego de más de dos meses sin asistir. La pequeña comenzó contando sobre un dibujo que había hecho en clase, luego habló de una canción que había aprendido para la presentación navideña, y mientras Abby le prestaba toda su atención. Jasón las observaba desde el otro lado de la mesa, sintiéndose extrañamente cómodo. Era como si, por un momento, las piezas de su vida estuvieran encajando de nuevo.
—¿Siempre has trabajado aquí? — le preguntó Jasón a la joven en un intento por conocerla mejor.
—Desde hace un par de años —respondió ella mientras ayudaba a Emma a cortar su comida—. Es un buen trabajo, y me permite tener algo de estabilidad.
Él asintió, pero la curiosidad lo llevó a indagar más.
—¿Y tu familia? —
La pregunta salió de sus labios antes de que pudiera detenerse, y vio cómo una sombra cruzaba el rostro de Sofía. Ella bajó la mirada hacia su plato antes de responder con calma.
—No tengo familia. Crecí en un orfanato— respondió ella con sinceridad.
Jasón se sintió culpable por haber tocado un tema tan sensible, pero antes de que pudiera disculparse, la muchacha levantó la vista con una sonrisa serena.
—Pero ahora tengo algo mucho mejor: amigos que se han convertido en mi familia. Y, por supuesto, a Emma.
Emma sonrió ampliamente y tomó la mano de su amiga.
—Y también tienes a papá —dijo la pequeña con inocencia, lo que provocó que ambos adultos se miraran con una mezcla de sorpresa y timidez.
Jasón rió suavemente, intentando disipar la tensión.
—Creo que Emma tiene razón. Desde que llegaste a nuestras vidas, las cosas han cambiado para mejor. Así que puedes contar conmigo también— agregó él.
La joven sintió un calor reconfortante en su pecho ante esas palabras. Nunca había pensado que pudiera tener un impacto tan positivo en alguien, mucho menos en una familia tan especial como la de Jasón Carter y Emma.
Después del almuerzo, decidieron dar un paseo por el centro comercial cercano. Emma quería ver las decoraciones navideñas, y Jasón sugirió que podrían aprovechar para comprar algunos regalos. Mientras caminaban entre las tiendas, la niña no dejaba de señalar los escaparates, emocionada por todo lo que veía.
—¿Qué te gustaría para Navidad, Emma? —preguntó Abby, inclinándose hacia la pequeña.
Emma pensó por un momento antes de responder.
—No sé. Tal vez algo para compartir con papá, algo así como un juego de mesa, quizás. Así podemos pasar más tiempo juntos.
La muchacha miró al padre de la pequeña con una sonrisa, impresionada por la madurez de la niña.
—Eso suena como una idea maravillosa. ¿Qué opina, Jasón?
—Creo que es una idea perfecta —respondió él, y había un brillo en sus ojos que no había tenido antes.
Más tarde, mientras Emma se entretenía observando un espectáculo de luces, Jasón y Abby tuvieron un momento a solas.
—Gracias por aceptar venir hoy —dijo él—. Sé que esto no estaba en tus planes, pero... es importante para Emma. Y, si soy honesto, también para mí.
La muchacha lo miró, sorprendida por su sinceridad.
—No tiene que agradecerme. De verdad disfruto pasar tiempo con ustedes. Emma es una niña maravillosa, y usted... es un gran padre.
Jasón se quedó en silencio por un momento, como si estuviera procesando sus palabras.
—Intento hacerlo lo mejor que puedo, pero a veces siento que no es suficiente.
—Lo es, no tenga duda—respondió la muchacha con firmeza—. Lo está haciendo muy bien, y Emma lo sabe. Eso es lo que importa.
Cuando regresaron al edificio, Emma estaba agotada pero feliz. Sostenía una pequeña bolsa con un adorno navideño que había elegido para el árbol de su casa. Antes de despedirse, abrazó a Abby con fuerza.
—Gracias por el mejor día, Abby.
—Gracias a ti, pequeña —respondió ella, acariciándole el cabello.
Jasón las observaba desde un lado, sintiendo una calidez que no había experimentado en mucho tiempo. Al despedirse, se quedó un momento en la entrada del edificio, viendo cómo la joven volvía a su rutina.
Había algo en ella, algo que lo intrigaba profundamente. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que quizás el futuro tenía más por ofrecerle de lo que había imaginado.