En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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capítulo 4 La partida
Horas más tarde, Me Acerqué A Emir le pregunté Sobre la investigación Su rostro estaba serio.
—¿Qué pasó?
—Un error administrativo Pero ya está resuelto
Me sentí aliviada, pero también nerviosa
—Gracias por resolverlo dije
Emir se acercó a mí.
—De nada Siempre estoy dispuesto a ayudar
Su proximidad me hizo sentir incómoda Me alejé
—Tengo que irme
—Helena —llamó Emir
Me detuve
—¿Sí? —respondí
—Nada dijo—Solo quería decirte que...
—pausó... -que eres una persona muy especial.
Me sentí nerviosa y emocionada al mismo tiempo.
—Gracias —respondí, y me alejé rápidamente
Sabía que no podía seguir así. La tensión entre Emir y yo era cada vez más intensa.
*Conversación entre Emir y Faisal*
Emir y Faisal están sentados tomando café
-Emir:(suspirando) Faisal, estoy preocupado por Helena Ella es una mujer increíble, pero no sé si puedo casarme con ella.
-Faisal:¿Por qué no? ¿No estás enamorado?
-Emir: Sí estoy enamorado pero mi trabajo es muy exigente No tengo tiempo para una familia.
-Faisal: Entiendo Pero Helena es una mujer paciente y comprensiva Seguro que entenderá.
-Emir: No lo sé... Además, hay diferencias culturales que no sé si podemos superar.
-Faisal: ¿Qué diferencias?
-Emir: Bueno, ella es europea y yo soy árabe Hay costumbres y tradiciones que no son compatibles.
-Faisán: (sonriendo) Emir, el amor no conoce fronteras. Si realmente quieres estar con ella encontrarán una forma de hacer que funcione.
Emir y Faisán no escucharon mis pasos, y no se dieron cuenta de que había oído toda su conversación. Mientras me alejaba, pensaba en mi solicitud para el programa de intercambio cultural. Aún no sabía si me habían aprobado la beca para estudiar medicina en un hospital local en Catar. Pero contarle a Emir era inútil; él no tenía tiempo para un romance, y nuestras diferencias culturales parecían pesar más en sus pensamientos que en los míos… aunque, en el fondo, yo también lo creía. Sabía que este momento llegaría desde que me enamoré de él. Quería llorar; estaba realmente enamorada y, al mismo tiempo, deseaba olvidar que alguna vez conocí a Emir.
Había escuchado que necesitaban enfermeras para una nueva misión humanitaria en Afganistán. La situación de salud en el país era crítica; los recursos eran escasos, y la ayuda internacional era urgente. Con cada hora que pasaba, la lista de médicos y enfermeras para la misión se completaba rápidamente. Finalmente, el equipo médico estaba formado: varios profesionales confirmaron su asistencia, y yo sentí un impulso irracional de unirme a ellos.
Decidí ofrecerme como voluntaria. Me acerqué al encargado con determinación y -le dije que quería formar parte de la misión. Sin embargo, él me miró con una leve sonrisa y respondió: -“No es necesario. Ya tenemos el equipo completo. Quédate en Catar, aquí también eres necesaria”.
No me rendí tan fácilmente. Insistí, repitiendo que quería ir, que deseaba ayudar, esperando que mi determinación lo convenciera. Me observó por un momento, casi como si supiera que había algo más detrás de mi petición. Finalmente, exhaló y me dijo: -“Habla con Emir, él es el coordinador de esta misión”.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar su nombre. -“No”, respondí de inmediato, sin poder ocultar el tono de ansiedad en mi voz. -“Quiero ir. Quiero ayudar”, añadí, ocultando las verdaderas razones que me impulsaban a buscar esa salida. En el fondo, sabía que no era solo por el deseo de prestar ayuda en un lugar donde se necesitaba. Era porque necesitaba distancia. La conversación que escuché entre Emir y Faisal aún me atormentaba. Sentía que no había un futuro para nosotros, y eso me estaba consumiendo.
El encargado asintió lentamente, aunque en su mirada parecía entender que algo más me movía. -“Está bien, viajarás en el avión de ayuda humanitaria. La salida es a las 5:30 de la mañana. Nos encontraremos aquí para partir”.
Sin pensarlo demasiado, llené el formulario que confirmaba mi asistencia. Me encontraba en un estado de ensueño, como si todo estuviera ocurriendo fuera de mi control. En las siguientes horas, traté de evitar a Emir y a Faisal. No volví a cruzarme con Emir ni a buscar su mirada Me encerré en mi habitación, donde empaqué todas mis pertenencias, apilando recuerdos y pensamientos que intentaba dejar atrás. Sentía que, con cada prenda que guardaba, iba cerrando un capítulo de mi vida, un capítulo en el que Emir estaba grabado de una manera profunda e imborrable.
Esa noche, apenas pude dormir. Mi corazón estaba en conflicto; una parte de mí deseaba que Emir me buscara
Al amanecer, cuando el reloj marcaba las 5:30 a.m. me dirigí al punto de encuentro. Allí estaba el equipo, el avión listo para partir hacia una tierra desconocida, con nuevos desafíos. En silencio, subí al avión, cargando conmigo la tristeza y el peso de una despedida no dicha. Me iba a escondidas, sin una palabra a Emir ni a Faisal. No tenía el valor de enfrentarlos y explicarles mi partida; era más fácil así, sin despedidas, sin preguntas.
No había dicho adiós ni a Emir ni tampoco a Faisal. No tenía el número de Emir ni él, el mío; nunca se lo pedí, y él tampoco lo hizo. Algo en mí supo que esta era una despedida final, que quizás no lo volvería a ver.
El avión despegó, y mientras veía las luces de la ciudad desaparecer bajo las nubes, una sensación de arrepentimiento me envolvió. Era demasiado tarde; ya estaba en el aire, lejos de él, lejos de cualquier posibilidad de cambiar lo que había hecho. No tenía motivos para luchar por ese amor. Todo había quedado claro, y solo quedaban las palabras de Emir resonando en mi mente, como un eco que se negaba a desaparecer.
Ahora me dirigía a un nuevo país, a una nueva misión humanitaria, dejando atrás lo que alguna vez fue una esperanza de amor.